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La Llama Eterna: Relato XXXV – El Músico Maldito -

    Texto extraído íntegramente del programa de RNE: "Sinfonía de la Mañana", por Martín Llade.     La luz de la tarde, turbia como el aliento de un moribundo, penetraba por aquellas heridas de la pared, que malamente hubieran podido ser llamadas ventanas. Todo el edificio estaba diseñado para que nada pudiera entrar ni salir de él: ni la Esperanza, ni el Olvido, ni el Tiempo, ni las botellas de vodka. Modest Petrovich, le preguntó a quien, en medio de las brumas de su agonía, pudo aún distinguir como un amigo, si no había traído una para él. Ilyá Yefímovich le sonrió, y en su lugar le mostró los frasquitos de color con los que pensaba pintar su retrato. Modest Petrovich, sonrió entonces; debía de llevar semanas sin hacerlo, y su rostro se cuarteó como lodo al sol, de tal manera que el pintor temió que se le cayera a pedazos de un instante a otro. Pero el enfermo tuvo el temple de coger uno de los frasquitos y hacer ademán de bebérselo. Ilyá comenzó a preparar su paleta,

La Llama Eterna: Relato XXXIV –El "Pecadito" del Cisne de Pesaro-

Texto extraído del programa de RNE: "Sinfonía de la Mañana", por Martín Llade.      Llevaba años admirándole; su música le había parecido la expresión suma de la vitalidad, del ingenio natural, y la osadía. En definitiva la más sublime explosión de sentido del humor, ternura, y sensibilidad; jamás concentrada en una sola obra. Es verdad que había habido un Mozart, y antes que éste un Gluck, y antes unos cuantos más; pero, para Stendhal, Rossini era la culminación de todo aquél proceso; el “eslabón dorado” que enlazaría con quién sabe qué otra época gloriosa. Por eso, y sin ser músico, había escrito desde el entusiasmo, lo que podía considerarse uno de los más fervientes testimonios de idolatría, jamás dedicados a un artista vivo. Y ahora tenía frente a sí a ese artista. Y la verdad, ni remotamente se aproximaban sus sensaciones, a las que siempre imaginase que despertaría dicho encuentro. Él se había visto con convulsiones en el suelo, preso de un delirio irreprimible; p

La Llama Eterna: Relato XXXIII –El Milagro de la Virgen Hueca-

Texto extraído del programa de RNE: "Sinfonía de la Mañana", por Martín Llade.         Habían sido cuatro años de cartas y flores, a la espera de preparar la boda, y de que él se preparase espiritualmente para el importante paso que constituía convertirse en esposo de la muchacha; al fin y al cabo, a sus setenta y un años, todavía no dejaba de aprender cosas; por ejemplo: leyendo el periódico en su viaje en tren, acababa de enterarse de que, ahora, los telégrafos ya no tendrían hilos; en fin, que el Mundo cambiaba muy deprisa, y que acaso él debía hacerlo, tras toda una vida célibe; pero, necesitaba estar seguro de ello. Citó a la Joven y sus padres, nada menos que en un reservado del hotel donde ésta trabajaba de doncella. Ese día ella libraba, y se vistió con uno de los vestidos que él le enviase por correo: sin florecitas, ni bordados tontos; un vestido “decente”, de sobrio azul celeste, que casaba con sus ojos, que esa tarde se le antojaban algo tristes. El v

La Llama Eterna: Relato XXXII –Una extraña forma de penitencia -

Texto extraído del programa de RNE: "Sinfonía de la Mañana", por Martín Llade.     El concierto acabó en medio de desconcertados, y muy tibios aplausos; incluso hasta se escuchó algún silbido que, los bienpensantes, no se molestaron en reprobar. - ¿Qué porquería era esa, Floyd? –rugió una mujer a su compañero de butaca–. Yo pensaba que íbamos a escuchar algo del autor del “Cazador Furtivo”. - Ése era Karl María Von Webber –repuso el marido–; éste es Anton Webern, uno de esos degenerados de Viena. - ¡Qué cosa más desagradable! –resopló ella. Los presentes ya iban abandonando sus asientos, comentando también lo poco afortunada que fuera la conclusión del concierto. La mujer añadió que: “deberían considerar delito, escribir una música así”. - Parecía más propia de una película de Boris Karloff –añadió. Floyd soltó una risita. - En realidad ya le dieron lo suyo a tío este –añadió–. Le pegaron un tiro hará unos diez años; justo al acabar la guerra. Sup

La Llama Eterna: Relato XXXI –El Rey Beluga-

Texto extraído del programa de RNE: "Sinfonía de la Mañana", por Martín Llade.   Él era grande en todos los sentidos; un tenor de leyenda, aún con los pies sobre la tierra; y una imponente presencia que llenaba, tanto física, como espiritualmente, todos los lugares por los que se dejaba caer. En suma, el Mundo tenía codicia de él; pero su Agente, ni siquiera se había molestado jamás en invitarle a comer a su apartamento. - Eres un avaro Herbert –le decía–. ¿Qué te he hecho yo, para que nunca te hayas dignado recibirme en tu casa? Su Agente, repuso que nunca se lo había pedido hasta la fecha y que consideraba su hogar demasiado modesto para recibirle. Eso sí, podría invitarle a comer cuando quisiera en el mejor restaurante del Mundo. - No, no –dijo el Tenor–; que al final eso acaba pagándolo la discográfica. ¿Estarás el domingo en casa? El otro tuvo que reconocer que sí. - Esto es lo que haremos –dijo el Tenor–; estaré allí a las ocho, y me prepararás

La Llama Eterna: Relato XXX –El día en que Caruso se rompió en pedazos-

Texto extraído del programa de RNE: "Sinfonía de la Mañana", por Martín Llade.      Lo que hubiera dado por un cigarro egipcio. La trágica velada de su último “Elixir d’Amore” , cuando su lengua se rasgó de parte a parte, en medio del primer acto, haciéndole sangrar por la boca; su primer pensamiento fue: - <<Ahora ya da igual todo. Podré fumarme uno más; aunque sea a medias>> El Público, como durante la mayor parte de su carrera, se comportó con veneración religiosa. Nadie protestó. No se llamó un sustituto; y ni uno solo de los asistentes reclamó el dinero de la entrada. Sin duda estaban seguros de haber presenciado algo histórico: el día en que Caruso se rompió en pedazos. Apenas tres semanas antes, el Templo; que fuera un día su voz, se derrumbó metafóricamente y literalmente, al caerle en la espalda una de las columnas de cartón piedra del acto final de “Samson”; cuando éste mata a los Filisteos. El impacto le golpeó en la zona renal, produciéndol

La Llama Eterna: Relato XXIX – 4' 33” -

  Texto extraído del programa de RNE: "Sinfonía de la Mañana", por Martín Llade.     Le habían asegurado que allí dentro estaría sumido en el más absoluto de los silencios; y entonces quiso imaginarse el vacío anterior a la Explosión Primigenia de la Creación: un mar de oscuridad y silencio, en que no flotase materia alguna. Sin densidad, sin volumen, sin distancias, la nada más absoluta; pero no lo logró. Durante todo el rato que estuvo encapsulado, percibió dos molestos e incisivos sonidos: una especie de frecuencia aguda  e irregular, y otra más hueca, a la que pudo detectar una pauta rítmica. De buena gana hubiera pedido que le sacaran de allí, pero no les era posible escucharle; además, hablar, hubiese constituido una ruptura todavía más grande del pretendido silencio. Cerró los ojos. Vació su mente de todo pensamiento, e intentó hacer lo propio con sus oídos, pero no lo logró; porque los dos sonidos persistían: uno, en su brumosa altura; otro, en su carnosa int

La Llama Eterna: Relato XXVIII –Le Petit Espagnol-

Texto extraído del programa de RNE: "Sinfonía de la Mañana", por Martín Llade.    Se decía que un intérprete de cuerda no era nadie si no pasaba por el Conservatorio de Bruselas; pero tras un par de meses allí, él seguía sin ser nadie; o por lo menos esa impresión daban los profesores, más impresionados por otros alumnos de largas melenas, mucho más altos y garbosos que él. Una tarde se reunió, como era habitual, a los estudiantes de varios cursos ante el cáustico profesor Melkebeke, que era el terror del violonchelo; y al cual muchos preferían evitar. Se pidió a varios alumnos que ejecutaran un complejo pasaje de una sonata “betoveniana”; y, ciertamente, ninguno salió indemne de la prueba. Finalmente, venció sus escrúpulos, y levantó la mano. Se había dejado el violonchelo en otra aula; porque, en realidad, sólo pensaba mirar; pero aquello era superior a sus fuerzas. Melkebeke, fingió no verle durante un rato hasta que, al final, le señaló: - ¿Qué ve

La Llama Eterna: Relato XXVII –Wilmaaaa, ábreme la puerta!!!-

Texto extraído del programa de RNE: "Sinfonía de la Mañana", por Martín Llade. “La hija del molinero cabalga a medianoche sin silla sobre un penco. ¡Oh! Madre. No te hallo en semejante espesura. Tú, por lo menos, te sentaste en la crin.” Su fina voz hendía como un cuchillito de cálido filo la gelidez que lo envolvía. Hacía tanto frío, que los pensamientos discurrían torpemente por la mente, igual que trozos de hielo a través de una caña.  Cuando regresaba de la taberna, le gustaba marcar el paso con los zapatos por el empedrado que conducía hasta su hogar. Hasta había dado con sonoridades del cuero contra los adoquines, que conformaban notas musicales; pudiendo improvisar curiosas canciones, como la de la desdeñosa “Julia”, a la que su eterno pretendiente mandaba al infierno, invitando a besarla en cierta región; o la del “Jardinero de los pulgares verdes”. Aquella noche, sin embargo, el suelo estaba recubierto por una capa gélida, a la que no era posible arranca

La Llama Eterna: Relato XXVI –Al mejor violinista del Mundo-

Texto extraído del programa de RNE: "Sinfonía de la Mañana", por Martín Llade.     Discutían alegremente en una mesa de su Club predilecto, acerca de si la cadenza de Beethoven escrita, para la transcripción para piano y orquesta, de su concierto para violín, debía ser transcrita para su interpretación en el original; cuando un camarero se les acercó. Les entregó un sobre, y a continuación señaló una mesa al fondo del salón, desde la que dos jovencitas les contemplaban ensimismadas. Al percatarse de que su recado había sido entregado, ambas se echaron a reír, y cuchichearon, una al oído de la otra. Una traviesa precaución del todo inútil; ya que, desde allí, resultaba imposible escuchar una palabra de cuanto decían. - ¿Seguro que es de ellas? –quiso saber Elman–. ¿No serán las dos Damas de allá? –señaló a dos respetables ancianitas que tomaban el té. Las dos muchachas, en cambio, bebían algo que a juzgar por el color debía ser un “Sanfrancisco”. El camarero as

La Llama Eterna: Relato XXV -Un descafeinado, por favor-

Texto extraído del programa de RNE: "Sinfonía de la Mañana", por Martín Llade.      En medio del Scherzo se escuchó algo que no estaba escrito en la partitura, el maestro Liszt perdió por unos instantes la concentración; pero, sus dedos, haciendo honor a la leyenda, apenas tardaron una fracción de segundo en recuperar su elasticidad habitual, y posarse donde indicaba el pentagrama. Sólo un genio de su talla se hubiera podido percatar del ligerísimo tropezón experimentado como consecuencia de aquél… ¡¿Ronquido?! A lo largo de su carrera, Liszt había escuchado muchos; sobre todo en París, donde la peculiar “r” francesa retumbaba con especial irritación entre los labios entreabiertos de comisuras babeantes. Pero nadie se hubiera atrevido jamás a insultarle de esa manera en el salón de su propia casa, en Weimar. Franz Liszt volvió la vista atrás, reteniendo en su memoria la parte del Scherzo que no podía ver, para que sus manos no perdieran el hilo de la misma. Nunca h