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AFRIKA

Como much@s de vosotr@s recordaréis, Israel no se despidió de mí. Días antes de partir, me dejó un mandato: - Amigo Phineas, si la laberíntica espiral en la que nos encontramos tiene su salida en un Agujero Negro, para escapar hay que ir a la entrada, al principio del sendero ensortijado; hay que volver a la MADRE, hay que regresar a ÁFRICA. Súbdito fiel, como las golondrinas, volé a África en invierno, pero he vuelto realmente decepcionado. La Madre de la Humanidad ya no es fecunda: en África ya no nacen africanos, si no europeos de raza negra deseosos de abandonar ese útero donde se gestaron, excesivamente cálido; muy húmedo unas veces y severamente reseco muchas; siempre abarrotado de gérmenes criminales y glóbulos BLANCOS, que, más que combatirlos, parecen cómplices de su cultivo y pastoreo. Los nuevos africanos se desesperan imaginando mil maneras de dejar sola a su anticuada madre aborigen. En este momento crucial recordemos a nuestra Madre, recordemos y cuidemos de África, porqu

ROTONDA REVISITED II: Razas Rotóndicas.

Sirva este relato "real" como homenaje a l@s niñ@s de todo el Planeta que ahora se ven obligados a pagar injustamente una condena de arresto domiciliario por las faltas que hemos cometido los adultos. Espero que cuando l@s niñ@s recuperen su libertad, en las calles no vuelva a repetirse una escena como la que observamos mi esposa y yo. Sucedió el 24 de julio de 2016: La cuarta vez que atajamos por Rotonda camino de casa, la isla urbana no estaba desierta: en uno de sus bancos próximos a su manantial central, reposaba un prejubilado sonrosado y obeso con barba blanca poco poblada; junto a él, de pie, una mujer de mediana edad con pantalones cortos, morena, con coleta que estiraba muy terso su cabello, trataba de contener con ambas manos a un perro pequeño pero robusto, de presa, de esos que se catalogan como raza “peligrosa” que, sin producir sonido alguno, daba pequeños brincos amenazadores abriendo su desproporcionada boca, rosácea y exenta de bozal. Tanto

ROTONDA REVISITED I. Buscando una explicación.

Hace más de dos años que Israel, el Rey de Rotonda, abandonó su Isla; y no ha vuelto. No se despidió de mí, pero días antes de partir, me dejó un mandato: -Amigo Phineas, si la laberíntica espiral en la que nos encontramos tiene su salida en un Agujero Negro, para escapar hay que ir a la entrada, al principio del sendero ensortijado. Hay que volver a la Madre. Hay que regresar a ÁFRICA. Súbdito fiel, volé a África después que las golondrinas, cuando ya habían caído las primeras nieves. Él no sé dónde se fue, pero me han dicho que al igual que las abejas reinas deambulan rodeadas de su enjambre buscando el mejor lugar para su panal, le vieron haraganear por los barrios residenciales acompañado de otros vagabundos buscando su nueva Arcadia. Hace unos días que volví de África, y he vuelto realmente decepcionado: la Madre de la Humanidad ya no es fecunda. En África ya no nacen africanos, si no europeos negros deseosos de abandonar ese útero donde se gestaron, por excesivament

CRÓNICAS AFRICANAS. Capitulo II -Annobón. Entrar en África por la puerta "gatera"-

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La primera en la frente. En cuanto bajé del avión, comenzó mi aventura africana. Al mosqueo inicial del inesperado perfil "redondeado" de la isla de Bioko, con un enorme cráter "redondo" y lleno de agua negra en su centro, que me dio la impresión de que había huido de "Rotonda" para acabar en "Redonda", le sumé el bofetón de calor húmedo que recibí en cuanto comencé a bajar la escalerilla del McDonnell Douglas MD-80; pero eso no fue lo peor. No me extrañó que el resto del pasaje, en su totalidad de raza negra, me despertara en medio de un gran alboroto pocos minutos antes de aterrizar; claro que, como todos hablaban en bubi , o, fang , yo no entendía absolutamente nada.  <<Deben  llevar meses reprimiendo su lengua materna.  Será la alegría de volver a casa.>> pensé Me esforcé en sentir lo mismo. Después de más de tres millones de años de evolución malograda, el Australopithecus Afarensis , al fin volvía a casa. Jubiloso po

CRÓNICAS AFRICANAS. Capitulo I: Malabo, Puerta de África

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Amanece, y desde la ventanilla del avión observo una Tierra Nueva: la isla de Bioko. ¡Joder! ¡Es bastante Redonda! Y tiene extrañas formaciones circulares; eso me inquieta, no lo esperaba.  La bruma matinal se disuelve en segundos evaporada por el amanecer ecuatorial. Ya adivino el aeropuerto de Malabo. ¿Aeropuerto? No, puerta, la "Puerta de África". Continuará...

VAGABUNDO: - Rotonda desde el aire- CAPÍTULO XI Y ÚLTIMO.

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Desde la ventanilla del avión, Rotonda, azotada por el frío y cubierta de nieve, parece una cebolla partida por la mitad, con sus múltiples capas blancas y jugosas, y su corazón ligeramente verdoso, en cuyo centro ya apenas se adivina el minúsculo Agujero Negro que acabará por devorarla completamente.  Las cebollas partidas siempre me han hecho llorar. Lloro, pero mis lágrimas ya no riegan la tierra exhausta de Rotonda; no lo harán nunca más; ahora vuelan hacia el campo lejano donde un día brotara la semilla de la Humanidad. Dejo Rotonda.  Oiré los cantos de sus sirenas en sueños y despierto, pero no volveré a verla jamás, como no volvieron las oscuras golondrinas en cuanto se aprendieron nuestros nombres verdaderos: - ¿Armonía? No, Amenaza. - ¿Sostenibilidad? No,  Expoliación . - ¿Respeto? No,  Invasión. - ¿Naturalidad? No, Artificio. Porque yo también me he aprendido nuestros nombres auténticos:  - ¿Sabiduría? No, Fe. - ¿Cultura? No, Costumbre. - ¿Fraternidad? No, Ti

VAGABUNDO X -Adiós a Rotonda-

Rotonda no es el Jardín del Eden, si no la patria distópica de los náufragos de nuestra Sociedad. Por mí, perdida en su memoria narcotizada por el agrio fermento de su dulce esperanza podrida, puede seguir vacía y olvidada por tanto tiempo como la casualidad desee. Mientras tanto, atado al mástil de mi comodidad, escucho en la noche cantos de sirenas de destellantes rojiazules, y la observo tan atraído como receloso: imaginándome vagabundeando por sus praderas verdes, buscando la atención de una juventud que ya no escucha a sus ancianos, o miccionando penitente entre los setos; y me aterrorizo pensando: <<ese no sería mi peor destino, el peor sería que en lugar de ser yo el náufrago, lo fuera alguno de mis hijos>>. Quizá la Humanidad lleva varios centenares de miles de años caminando por un sendero, no quiero decir equivocado, si no errado. Errados son los pasos que no conducen a ningún sitio, acaso a girar, una y otra vez, en torno a un espacio finito, el Paraíso.

VAGABUNDO IX. "Rotonda, la isla Náufraga"

¿No les ha pasado alguna vez que piden a sus hijos que se abriguen y hacen caso omiso? Es más, aún salen menos abrigados. A Israel, cansado tal vez de "consejitos" paternales, fue darle mi chaqueta y la recomendación de que se la pusiera, y no se le volvió a ver; abandonó Rotonda seguido de todo su séquito imaginario. Su ausencia nos dejó a Martha y a mí helados. Echamos en falta una despedida. Por un lado, nos consolamos pensando que quizá volvió a casa; por otro, dudamos, y creemos que lo más seguro es que emigrara hacia tierras más cálidas. Ha pasado más de un año desde que el Rey, Israel I, dejara Rotonda; con él, poco a poco, la vida animada ha abandonado la isla. Rotonda es ahora una isla náufraga; a sus playas doradas de césped "siempreverde", separadas del océano de asfalto por la amenaza silenciosa del atolón de vías del tranvía y la corriente infranqueable de los carriles para bicicletas, ya no se atreven a llegar ni los navegantes del deseo

VAGABUNDO VIII -Ya es primavera en Rotonda-

Ya es primavera en Rotonda, y sus árboles se han vestido de la forma esperada, cubiertos de hojas grandes. Su vegetación sólo es verde, en todas sus tonalidades, pero no hay otro color que el verde, hasta las losas del suelo de sus avenidas radiales, ocultas del sol por la frondosidad de sus bosques, mantienen un verdín mohoso.  No hay flores, perdón, si las hay, las de las moreras, el árbol predominante en la isla, pero también son verdes. Vengo pensando que quizá sea esta peculiaridad la que ha hecho de Rotonda un lugar elegido por los transeúntes: su discreción silenciosa y verde, y un maná de moras blancas maduras, que a partir de junio impregnan el suelo y los bancos de un manto meloso y alimenticio. Estoy seguro que esto fue lo que atrajo a su Majestad, Israel I el Navegante, a recalar en esta isla y hacerla parte de su gran Reyno: Rotonda, la isla de las moras blancas, reza ahora en su carta de navegación. El Rey no ha vuelto Rotonda, estará en palacio, o quizá explorando y c

VAGABUNDO VII: Invierno en Rotonda

Todavía es invierno en Rotonda, eso sí, un invierno caprichoso que, después de revestirse, un día sí, otro no, de otoño; un día no, otro sí, de primavera; llegado el carnaval, para seguir siendo más original que nadie, ha decidido quitarse el disfraz y mostrarse en cueros, tal y como es de crudo. A cualquiera de nosotros, tanto pendoneo climático nos tiene desconcertados, pues imagínense a los habitantes invernales de Rotonda. Que los hay. Tras la despedida, "a la francesa", de su Majestad Israel I, llegaron a la isla urbana un par de viajeros, aparentemente occidentales, y se instalaron en ella: uno en cada extremo, y nunca les hemos visto juntos. A diferencia de Israel, quien, debido a su refinada educación, gustaba de relacionarse con las gentes del Mar Urbano en el que pescaba cada día, estos individuos son menos sociables (del agua fría huye el gato escaldado). A uno de ellos, ni nos atrevemos a acercarnos; al otro, poco a poco le hemos ido entrando, y ya frecuenta

VAGABUNDO VI. "Rotonda vacía"

¿No les ha pasado alguna vez que piden a sus hijos que se abriguen y hacen caso omiso? Es más, aún salen menos abrigados. A Israel, cansado tal vez de "consejitos" paternales, fue darle mi chaqueta y la recomendación de que se la pusiera, y no se le ha vuelto a ver; ha abandonado Rotonda seguido de todo su séquito imaginario. Su ausencia nos ha dejado fríos. Echamos en falta una despedida. Por un lado, nos consolamos pensando que quizá ha vuelto a casa; por otro, dudamos, y creemos que lo más seguro es que haya emigrado hacia tierras más cálidas. ¿Continuará?

Vagabundo V. "Otoño en el Reyno de Rotonda"

Ya hace frío en Rotonda. Ayer, un viento de guante blanco robaba impune el oro de las ramas de los árboles y un par de grados a los termómetros. Su Majestad, Israel I de Rotonda, daba cortos paseos circulares frente a su trono y se abrazaba a sí mismo; era evidente que estaba aterido, pues su indumentaria, la misma que llevaba el 10 de agosto (día de asados en parrilla) ya es insuficiente para el clima zaragozano. Martha, alarmada, en cuanto llegamos a casa se sumergió en mi armero, perdón quise decir armario, y un rato después salió armada, perdón quise decir arropada, con una chaqueta marrón de lana gruesa con cuello alto, también de lana, canesú y frontal de piel, cremallera rústica, y forrada de borreguillo; una especie de "remake noventero" de la que popularizó Marcelino Camacho cuando también daba pequeños paseos circulares. -- ¿Te acuerdas? -me preguntó, mientras se miraba en el espejo coqueta. -- Te queda muy grande -le respondí, fingiendo indiferencia. -- Y a

El Vagabundo IV. "El Rey de Rotonda"

... El tiempo ha dado la razón a Israel. Mientras miles de aves migratorias se resistían a abandonar nuestras latitudes, muchos humanos parecían convencidos de que esta vez el verano no acabaría nunca,  algunos auguraban un devenir de los días cada vez más exento del acostumbrado y necesario cambio estacional, unos pocos creían escuchar en el viento solar el sonido de las trompetas del Apocalipsis y nosotros seguíamos escandalizados con la extraña costumbre del vagabundo que nunca se desprendía de su gorro, su jersey de lana y sus pantalones de pana; el otoño, con su gélido soplo de sombría tristeza y sus atardeceres madrugadores, al fin ha llegado; y reconozco que a más de uno nos ha alcanzado por sorpresa con menos ropa de la necesaria; puesta, claro está. Como podréis deducir de mis palabras, Israel no ha regresado a su casa. La expresión de alegría y la sincera inquietud que manifestó cuando, tras dejar de vernos durante varias semanas, nos dijo: "-- Hoola, amiigos,

El Vagabundo III. "El Príncipe de Rotonda"

... Lo encontré de nuevo pocos días después; se había afincado en la plaza más recóndita de nuestro barrio: de pie, frente al banco sobre el que reposaban sus bolsas de papel y una botella de agua medio llena, gesticulaba y hablaba; no sé si solo, o con la morera frondosa bajo cuya sombra se refugiaba. Esperé un momento a que "volviera" de su conversación, y me acerqué a él: -- Hola Israel -le saludé. --¡Aah! ¡Hoola amiigo! -me contestó, sorprendido y simpático. -- Pensaba que habrías vuelto a Madrid -le dije,  mostrando cierto disgusto de verle aún así. -- No. No he vuelto. Voy a quedarme unos días más por aquí. -- ¿No tienes calor con tanta ropa? -le dije, mirando a su gorro de lana, calado hasta las orejas. -- Estoy bien así, gracias. -- Si esperas un rato aquí, te traeremos comida y algo de ropa de verano -le prometí. -- Como quieras, pero estoy bien. De verdad. Tengo de todo -dijo, señalando sus bolsas de papel. --¿Has comido? -le pregunté. --Ahora me iba a

El Vagabundo II. -Israel-

Pasaron varios días sin que volviéramos a verle. Al principio aún lo nombrábamos cuando pasábamos paseando junto al banco donde le vimos la primera vez. Transcurridas un par de semanas, ambos convencimos nuestras conciencias asumiendo que habría vuelto a casa, que se había tratado de un experimento propio de un muchacho culto y bohemio, pero que ya estaría en su apartamento, quién sabe si de La Moraleja. Asunto zanjado. Dejar el trabajo para venir a Zaragoza a vivir como un indigente. Hay gente "pa tó". Como de costumbre, el primer sábado de mes, habíamos hecho limpieza de papeles: correo comercial, periódicos y revistas llenas de vicios y tonterías; libros no, aunque hay un par que ya han dormido durante unos días en el "saco" de los papeles "para tirar", aunque finalmente los he indultado. Uno de ellos no lo escribí yo, y el otro no lo escribió Sánchez Dragó. Estaba pues introduciendo los papeles en el contenedor Azul, cuando le vi emerger de entr

El Vagabundo I.

La vida nos rodea con unos límites sociológicos que definen el campo de batalla de nuestro ejercicio vital. Estos límites cambian con el tiempo; con frecuencia nos afanamos en ampliarlos con conquistas que no siempre conseguimos, incluso llegamos a perder terreno en amargas derrotas. A veces lo hacen espontáneamente, ora abriéndonos nuevos horizontes, ora limitando o impidiéndonos el acceso a espacios ya conocidos. Otras veces, las alteraciones resultan de la entrada o salida de actores nuevos, que suman o restan su espacio al nuestro: amig@s, espos@s, hij@s, novi@s, seres queridos que nos dejan. Excepcionalmente, aparecen personas que irrumpen en nuestras vidas de forma totalmente inesperada, incluso involuntaria y sin aportar nada a cambio, al menos aparentemente. Algo así nos viene ocurriendo a mi esposa y a mí desde hace unos meses. Comenzó a primeros de mayo, aún hacía frío; ya sabéis cuánto tardó en llegar esta primavera "otoñal" que hemos sufrido. Paseábamos por