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Mostrando entradas de octubre, 2019

El fin del amor

Transcurridos tres meses del fallecimiento de su madre, ya sólo en la vida, cada día estaba más contento de su decisión: nunca volvería a amar a alguien. Le importaba nada la suerte de los demás. Buena salud, rentas de su magnífica obra suficientes para vivir de hotel, comer y desenvolverse saludablemente, para viajar a su antojo, para satisfacer placeres visibles e invisibles. Todo gracias a su inteligente capacidad de ser feliz sin molestar a los demás; y ahora, sin que nadie le molestara a él. Podría permanecer así indefinidamente, eternamente. Pero un día, sin notarlo, uno de los naipes de su castillo se desplazó. Al doblar una esquina, un joven pelirrojo y vagabundo le preguntó la hora. César no contestó; porque no la sabía, pues ya no usaba reloj, y porque pensó: ¿para qué querrá éste saber la hora? Sin embargo la pregunta anodina amartilló su cabeza hasta romper la cáscara de cristal que envolvía su memoria. Recordó a Ismael, su hermano pequeño, preguntándole la ho

Envidia del aire

La primera vez, ni tu boca ni tus ojos vi. Llorabas, y a saber por qué, no me atreví; ni mi corazón, aún caliente, lo haría por mí. De tu mano, aún fría, un cálido abrazo la mía buscó. De su máscara de lana, con rosácea frescura, tu rostro brotó, y tu voz, desenfundada, mi oído alcanzó. La primera vez, ni tu mirada ni tus palabras comprendí. Hablabas, y a entenderte no me decidí; ni mi corazón, entonces helado, lo haría por mí. De tus labios, aún pálidos, una sonrisa surgió. De tu boca lozana, blanca bocanada de aire escapó, y de ella lástima, mi pecho sintió. La primera vez que tu mirada y tu sonrisa vi, te excusaste, y a perdonarte no aprendí. y mi corazón, hechizado, lo haría por mí. De la fría madrugada, presuroso el aire, a ti regresó, de pomposa hermosura, tu pecho se hinchó;  y mi espíritu, cautivo, envidia del aire sintió.