Envidia del aire


La primera vez, ni tu boca ni tus ojos vi.
Llorabas, y a saber por qué, no me atreví;
ni mi corazón, aún caliente, lo haría por mí.

De tu mano, aún fría, un cálido abrazo la mía buscó.
De su máscara de lana, con rosácea frescura, tu rostro brotó,
y tu voz, desenfundada, mi oído alcanzó.

La primera vez, ni tu mirada ni tus palabras comprendí.
Hablabas, y a entenderte no me decidí;
ni mi corazón, entonces helado, lo haría por mí.

De tus labios, aún pálidos, una sonrisa surgió.
De tu boca lozana, blanca bocanada de aire escapó,
y de ella lástima, mi pecho sintió.

La primera vez que tu mirada y tu sonrisa vi,
te excusaste, y a perdonarte no aprendí.
y mi corazón, hechizado, lo haría por mí.

De la fría madrugada, presuroso el aire, a ti regresó,
de pomposa hermosura, tu pecho se hinchó; 
y mi espíritu, cautivo, envidia del aire sintió.

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