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El tio Antón, y la mula Sara.

Después de un día aciago de trabajo en el campo, bajaba el tio Antón por la cuesta de los Corralazos, en la calle de Santo Domingo, única del también conocido como "Barrio de los Muertos" por ser la  última que, hasta que comenzara la guerra, recorrían a hombros todos los vecinos de Lécera, camino del Cementerio.  Venía el hombre acompañado de su mula Sara. Era verano, finales de junio, más de las nueve, y mi abuela Manuela, aprovechando la última luz de una tarde, zurcía un calcetín sentada a la fresca con la puerta de la casa abierta. La acompañaban sus hijas Pascuala, Manuela, y Dolores, mi madre, la "media", que tenía dos años y medio, sentada en el suelo jugaba amontonando piedrecicas junto a los pies de mi abuela. Mi abuelo, que se había levantado a las cuatro de la mañana, no había vuelto de la siega, no le esperaban, no lo haría al menos en otros dos días. En el momento en que el tio Antón, vecino puerta con puerta de mis abuelos, paró para saludar y dispone

Conversaciones con Felisa III, "La Lista"

Hace unos días, mientras bajaba de una escalera de madera para pasar a podar otro manzano, en el penúltimo peldaño pisé a una gallina. La sensación de tomar "falso" suelo, casi me descalabra, y bajé de un salto. -- ¡¿Qué cojones haces ahí, Felisa?! -le pregunté, aún sabiendo que no obtendría respuesta, por el simple hecho de llenar mi soledad. Pero Felisa respondió: -- ¿De verdad le estás preguntando a una gallina qué hace posada en un palo? -me espetó, mirándome alternativamente con un ojo y el otro, mientras recuperaba el equilibrio en el peldaño. No sé que me extrañó más, si que una gallina me hablara, o que en lugar de responder me formulara una pregunta del todo... coherente. Pero como yo siempre he sido muy asertivo, respondí: -- Perdona, pero es casi me caigo por culpa tuya. -- Quería decirte que no nos tires las ramas de los manzanos, que no nos gustan. Échanos una lata de esos "petipuá" que compras en Olorón, y que guardas para el "madmax". Había

S.O.S.

  Mientras conducía por la sinuosa carretera de montaña que le llevaría a su destino, Quim podía sentir la presión de la necesidad hurgándole en las entrañas. Hombre calculador y frío tecnólogo, ingeniero empleado en una empresa de explotación de centrales hidroeléctricas; en su entorno laboral se desenvolvía con total naturalidad entre equipos de rudos mecánicos que admiraban su ingenio y su capacidad de liderazgo. Otro tanto sucedía con sus amigos, quienes le reconocían como un hombre sensato y formal, quizá algo introvertido, metódico, y excesivamente volcado hacia su vida familiar, donde también tenía fama de buen esposo, y padre ejemplar. Sin embargo, lo que todos ignoraban de Quim era que internamente siempre había fantaseando y se había dejado llevar en secreto por sus instintos más básicos, sobre todo por el que denominaba: “su llamada de la selva”, que comenzó a visitarle al quinto año de matrimonio, justo después de que naciera su único hijo. Llamada que regresaba indefectibl

Lucia (Parte 1)

  Se aproximaba la fecha y Lucia no encontraba la forma de ejecutar la sentencia de muerte para la que Héctor llevaba nueve años  esperando en el corredor de la muerte. Entonces, hablando con el reo en español, su lengua natal, la red neuronal global encontró la solución.  La última fase de implantación del   Sistema NON "Nuevo Orden Normal"  no había supuesto la abolición de la pena de muerte, pero sí la inhabilitación para ser verdugo, por eso Lucía recurrió al idioma español para dar con alguien que todavía contaba en la base de datos con la profesión de "matador".  El famoso torero Aquilino Patroclo, "Carnicerito de Ronda" era el último matador de toros vivo, así que él sería el responsable de llevar a cabo la ejecución, sería en la plaza de toros de Ronda, a las cinco de la tarde del 11 de septiembre de 2033, de una estocada, o tres, las que hiciera falta. Nadie estaría en el Coso, pero lo vería todo el planeta. Hector había sido encontrado culpable