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Mostrando entradas de diciembre, 2019

Rumbo a Eea. 5 El sueño de Helios

Tuve un sueño:   Incapaz de decidir si meter el mensaje que sostenía en mi mano izquierda dentro de la botella vacía que sostenía con la derecha, p asé horas con un corcho mordido entre mis dientes.  A gotado por la duda, me quedé dormido. Soñé que mi adorada Penélope y yo visitábamos a Zeus, el Padre. El recolector de nubes había atraído hacia sí toda la niebla de mi interior, llamándome a su presencia.   Nos esperaba sentado en su trono. Con sus pies cubiertos por una bruma que me llegaba a la cintura, lucía majestuosamente y con aspecto renovado. Había cambiado de aposento. En éste, a pesar de la niebla, el naos aparecía más luminoso, seguramente por estar orientado hacia el mediodía. Agradeció nuestra visita. Sin más preámbulos, conocedor de todos mis deseos, me dijo: - Si quieres ver a Helios tendrás que subir a lo más alto del monte Athos, allí donde la niebla de tu incertidumbre no alcanza. Obedecimos de inmediato. Ascendimos hasta allí donde mi niebla se convertía en la

Rumbo a Eea. 4 El último mensaje

Un navegante perdido a la deriva no es un náufrago, así pues: ¿qué sentido tiene enviar mi último mensaje desesperado en una botella?  Aunque fuera hallado, ¿cómo podría recibir ayuda alguien que no está en ninguna parte de forma continua?  Pero es que mis mensajes no buscan mi rescate, si no que vuelvan mansos a la lejana costa de Eea, allí donde permanece náufraga la razón de mi existencia. Sé que otras botellas llegaron, lo sé porque cuando me encontraba en tierra volvieron algunas respuestas traídas por el viento de la mañana. La última sembró en mi conciencia dos semillas: la de la ilusión, y la de la duda, que nació antes y creció enseguida, obligándome a tomar mi barca y adentrarme sobre el reino de Poseidón; desde entonces espero más respuestas; mas, si éstas vienen empujadas por el viento del Sol Naciente, ¿cómo habrían de alcanzarme, si se alejarían más cuanto más la vela empujara mi barca? Por eso permanezco a la deriva, con el palo desnudo, y mi cuerpo sin abrigo, espera

Rumbo a Eea. 3 El Silencio.

Llevo tres días y dos noches a la deriva; mas, lejos de perdido, siento que cada vez estoy más cerca de mi destino, aunque no sé cuál es. Mi último contacto con la realidad lo tuve entre Rion y Antirrion. Allí cayó la segunda noche de mi singladura. Recogí la vela, cené dos dátiles y me quedé dormido. En una vívida ensoñación pasé bajo un enorme arco de piedra que unía ambas ciudades, que debían estar en guerra, pues una lluvia de flechas flamígenas cruzaba sobre el angosto mar. Ignoraba que al otro lado me esperaría la más absoluta desolación. Amaneció en el Peloponeso, desperté, o quizá no. Desde entonces voy flotando en un cielo azul cubierto por un mar azul, sin saber realmente si amanece desde las estrellas, o el sol brota desde el mar como una hermosa flor dorada.  Flotando voy en un mar negro cubierto por un cielo azabache, sin saber si el ocaso con su luna plateada, surge del mar, o son millones de estrellitas y una ballena blanca, que abandonan el cielo para zambullirse e

Rumbo a Eea. 2 Ítaca se aleja.

Nacía la tarde con su oscura penumbra creciendo a proa. A fin de arrepentirme a tiempo, había prometido mirar atrás mientras viera alejarse la costa de mi querida Ítaca. El Sol, devorado lentamente por los montes, fue perdiendo la costa mientras ésta comenzaba a desdibujarse mecida por la bruma; entonces, hileras de docenas de lucecitas tintileantes brotaron una a una, recordándome dónde abandonaba cuanto poseía. Con la confianza puesta en que no lo perdería para siempre, seguí retrocediendo hacia mi futuro imperfecto: mar, y mar adentro, hasta sepultarme en la negrura, cuando las linternas de mi pasado fueron apagándose, una a una, ahogadas por las olas que avanzaban desde mi espalda abriendo paso a la barca. Ha sido una noche en vela y sin estrellas. Un dulce viento de poniente, cómplice de mi locura, me ha acompañado guiándome hasta el alba, momento en que ha parado y,  tras plegar la vela, me ha permitido conciliar un sueño breve. Al despertar, con los farallones de Oxia e

Rumbo a Eea. 1 La partida

  La pasada noche comenzó el invierno; lo sé porque de madrugada, atravesando el grueso forjado de hormigón y acero, he visto caer desde el techo y posarse mansa sobre el suelo de mármol negro, la última hoja del otoño. Las últimas hojas del otoño son distintas de todas las demás, pues éstas sólo se materializan cuando las observan; si yo no la hubiera visto, habría atravesado nuestro planeta hasta brotar nueva en la primavera de mis antípodas. ¿Quién se perderá de ella por mi insolencia?  Ojalá no la hubiera visto nunca.   Me ha alcanzado el invierno a pesar de las pisadas cansadas y crujientes del otoño. No es el mejor momento, lo sé; pero llegará la nieve con el sordo estruendo de sus copos al caer, que recubrirán el bosque hasta que todas las hojas se consuman; por eso he aprovechado hasta el último momento, pues añoraré caminar con mis pies desnudos sobre las hojas secas del bulevar. Necesitaba grabar ese sonido fresco en mis recuerdos, por si, mientras dure mi travesía, lo nec

La noche

Dice ahora el sabio que el día, el sueño del hombre crea, pues sólo cuando en éste se baña, la vista le recrea. Que no hay otra cosa que aquella, que por el hombre es observada. ¿Dónde queda la noche, cuando le alcanza la mañana? ¿Dónde sus criaturas, por la luz abrasadas? ¿Acaso algunas pervivan, entre sombras agazapadas? Dice ahora el sabio que el día, el deseo del hombre afianza, pues sólo de sus ojos sale, la materia que lo plasma. Que no hay otra verdad que aquella, que por el hombre es deseada. ¿Dónde queda la noche, cuando le alcanza la mañana? ¿Dónde tu mirada, por la luz deslumbrada? ¿Acaso tus ojos sigan, mirando estrellas lejanas? Dice el sabio que el día, mis deseos afianza, pues sólo de mis ojos sale, la luz que tu cuerpo baña. Que no eres más verdad, que la de por mi deseo imaginada. ¿Dónde queda la noche, cuando le alcanza la mañana? ¿Dónde tu sonrisa, por la oración borrada? ¿Acaso tus labios sigan, rogando a la noche cerrada? Miente el sabio que

Esperanza

Dicen, que cuando Pandora abrió la famosa caja de las penalidades  vienen mortificando al Ser Humano, la última en salir fue la Esperanza. Los animales no tienen esperanza. La Esperanza nos era ajena, y aunque ahora se nos presente en forma de ser familiar, bondadoso y complaciente, que ancla nuestros anhelos a la realidad que nos sustenta; no nos engañemos, no es ninguna Virtud; es un monstruo que parasita nuestros Deseos absorbiéndoles su esencia hasta dejar de ellos la exigua carcasa de la Frustración. Si albergáis alguna esperanza, no la vendáis, regaléis, ni compartáis; tiradla.   La Esperanza compartida es la Fe, ese atajo interminable hacia la Verdad, que nos aleja más y más del Conocimiento. Tampoco la falsifiquéis, no hay nada más mezquino que albergar o infundir falsas esperanzas. Si tenéis Esperanza, destruidla de inmediato. Armaros de paciencia y de valor, pues  necesitaréis mucho esfuerzo y dedicación, tanto como valga vuestro anhelado Deseo.  Enfrentaros a la

7536 minutos...

... los que lleva mi conciencia inmersa en una superposición de emociones que van de la expectación y el optimismo, a la impaciencia y la desesperación. Emociones vívidas que cada vez que intento observar de cerca se me presentan cambiantes, esquivas, o indescriptibles. No sé si estoy muy bien, o muy mal; naciendo, o muriendo. El tiempo pasa, y sé que se acerca la hora en que quizá lo único que me quede sean la vergüenza, el arrepentimiento y el análisis de los daños infringidos: los propios y los ajenos, éstos espero que sean mínimos, o mejor, nulos. Confío al menos en que, como consecuencia de este intento mío de abrir una puerta a un nuevo espacio cuántico, no hayan quedado nuestras conciencias entrelazadas, eternamente unidas, pero condenadas a no encontrarse, vagando en nuestra propia desolación de Darién, dónde mi consciencia sería siempre la tuya, y nunca me lo perdonaría.

Estamos en buenas manos

Y no quieran encontrar sarcasmo en mi afirmación, lo digo desde el convencimiento.