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... los que lleva mi conciencia inmersa en una superposición de emociones que van de la expectación y el optimismo, a la impaciencia y la desesperación. Emociones vívidas que cada vez que intento observar de cerca se me presentan cambiantes, esquivas, o indescriptibles. No sé si estoy muy bien, o muy mal; naciendo, o muriendo. El tiempo pasa, y sé que se acerca la hora en que quizá lo único que me quede sean la vergüenza, el arrepentimiento y el análisis de los daños infringidos: los propios y los ajenos, éstos espero que sean mínimos, o mejor, nulos. Confío al menos en que, como consecuencia de este intento mío de abrir una puerta a un nuevo espacio cuántico, no hayan quedado nuestras conciencias entrelazadas, eternamente unidas, pero condenadas a no encontrarse, vagando en nuestra propia desolación de Darién, dónde mi consciencia sería siempre la tuya, y nunca me lo perdonaría.
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