Rumbo a Eea. 4 El último mensaje

Un navegante perdido a la deriva no es un náufrago, así pues: ¿qué sentido tiene enviar mi último mensaje desesperado en una botella? Aunque fuera hallado, ¿cómo podría recibir ayuda alguien que no está en ninguna parte de forma continua? 

Pero es que mis mensajes no buscan mi rescate, si no que vuelvan mansos a la lejana costa de Eea, allí donde permanece náufraga la razón de mi existencia.

Sé que otras botellas llegaron, lo sé porque cuando me encontraba en tierra volvieron algunas respuestas traídas por el viento de la mañana. La última sembró en mi conciencia dos semillas: la de la ilusión, y la de la duda, que nació antes y creció enseguida, obligándome a tomar mi barca y adentrarme sobre el reino de Poseidón; desde entonces espero más respuestas; mas, si éstas vienen empujadas por el viento del Sol Naciente, ¿cómo habrían de alcanzarme, si se alejarían más cuanto más la vela empujara mi barca? Por eso permanezco a la deriva, con el palo desnudo, y mi cuerpo sin abrigo, esperando oír en la niebla el tañer de la campana de Corinto, o el choque contra el casco de mi querida barca Penélope, de una botella llena de respuestas, o al menos de una: quizá la última ".".

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