El Vagabundo IV. "El Rey de Rotonda"
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El tiempo ha dado la razón a Israel. Mientras miles de aves migratorias se resistían a abandonar nuestras latitudes, muchos humanos parecían convencidos de que esta vez el verano no acabaría nunca, algunos auguraban un devenir de los días cada vez más exento del acostumbrado y necesario cambio estacional, unos pocos creían escuchar en el viento solar el sonido de las trompetas del Apocalipsis y nosotros seguíamos escandalizados con la extraña costumbre del vagabundo que nunca se desprendía de su gorro, su jersey de lana y sus pantalones de pana; el otoño, con su gélido soplo de sombría tristeza y sus atardeceres madrugadores, al fin ha llegado; y reconozco que a más de uno nos ha alcanzado por sorpresa con menos ropa de la necesaria; puesta, claro está.
Como podréis deducir de mis palabras, Israel no ha regresado a su casa.
La expresión de alegría y la sincera inquietud que manifestó cuando, tras dejar de vernos durante varias semanas, nos dijo: "-- Hoola, amiigos, me alegro de veros; me teníais preocupado.", nos dejó a Martha y a mí en un estado anímico a medio camino entre la confusión y el éxtasis, del que aún no nos hemos recuperado: ¿quién está cuidando de quién?
¡Qué equivocados estábamos! De nada han servido nuestros consejos sentimentales, gregarios y pro-sistema; de poco que avisáramos a los Servicios Sociales, desbordados con miles de casos iguales; tampoco que le propusiéramos hacerse un hueco social colaborando en una Parroquia para ayudar a otros en su misma situación, le sedujo.
Israel vino a Zaragoza como Alonso Quijano viniera un día hasta Alcalá de Ebro en búsqueda de su Isla Barataria; el joven vagabundo llegó buscando un espacio abandonado donde encontrarse a sí mismo; y, tras explorar entre la maraña cartesiana de las calles de la ciudad, encontró un trozo recóndito, arbolado y redondo; lo que los plebeyos urbanitas denominamos rotonda, y se estableció en él; y, al igual que Shiel proclamara su Reino en la mítica isla antillana de Redonda, Israel, para no entrar en disputas feudales entre la pléyade de nobles literatos que dicen ostentar el título nobiliario de Rey de Redonda, se ha erigido en Rey de Rotonda: la nueva meca distópica para la juventud centrifugada por el giro frenético del Sistema.
El Reyno de Rotonda se augura próspero. Israel, que además de rey es mago, ha conseguido materializar a dos de sus amigos imaginarios convirtiéndoles en sus primeros súbditos. Nos hubiéramos alegrado mucho cuando le vimos por primera vez sentado en su trono de madera de jardín sin barnizar, conversando con otro joven algo menos desaliñado que él; pero aún no estábamos preparados para ello. En su lugar, sentimos que nuestra desesperación se multiplicaba por dos, al igual que el número de bocadillos de jamón que debíamos preparar.
-- Vemos que tienes compañía -le dije aquél día, aprovechando que el otro bebía en la fuente.
-- Sí, es David -me respondió Israel, entusiasmado.
-- ¿Es buena gente? -le pregunté, susurrando.
-- Descuida, es un buen tío -me respondió, serio y convencido.
-- Vale, pero ten cuidado.
-- No te preocupes, estoy genial, me cuido bien; bueno, me cuidan muy bien -dijo su Majestad sonriendo, mientras levantaba la bolsa de víveres que le acababa de entregar Martha.
Aquella misma tarde vimos... "aparecer" otro mendigo en un banco oriental del Reyno de Rotonda. Permaneció horas sentado cabizbajo e inmóvil, como terminando de materializarse. Fueron necesarios un par de días para que el nuevo súbdito fuera admitido en la Corte de Israel. Ahora los bocadillos de jamón son tres.
Desgraciadamente, continuará...
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