Rumbo a Eea. 3 El Silencio.
Llevo tres días y dos noches a la deriva; mas, lejos de perdido, siento que cada vez estoy más cerca de mi destino, aunque no sé cuál es. Mi último contacto con la realidad lo tuve entre Rion y Antirrion. Allí cayó la segunda noche de mi singladura. Recogí la vela, cené dos dátiles y me quedé dormido. En una vívida ensoñación pasé bajo un enorme arco de piedra que unía ambas ciudades, que debían estar en guerra, pues una lluvia de flechas flamígenas cruzaba sobre el angosto mar. Ignoraba que al otro lado me esperaría la más absoluta desolación. Amaneció en el Peloponeso, desperté, o quizá no. Desde entonces voy flotando en un cielo azul cubierto por un mar azul, sin saber realmente si amanece desde las estrellas, o el sol brota desde el mar como una hermosa flor dorada. Flotando voy en un mar negro cubierto por un cielo azabache, sin saber si el ocaso con su luna plateada, surge del mar, o son millones de estrellitas y una ballena blanca, que abandonan el cielo para zambullirse e