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La Llama Eterna: Relato X –La Inmortalidad-

  (Texto extraído del programa de RNE, Sinfonía de la Mañana, por Martín Llade)     Una tarde del verano de mil novecientos veintinueve, en la casa que Marie Gandia, tenía en San Juan de Luz, se hablaba de la inmortalidad. Uno de los invitados al té, comentó que acababa de leerse el libro del viaje a Egipto de Gustave Flaubert; inmediatamente, otros entusiastas de la materia, aportaron sus propias reflexiones. En realidad no se limitaron si no a reproducir lo que todas las revistas venían diciendo desde que unos años atrás Howard Carter desatara la pasión mundial por el tema, al romper el sello de la tumba del “Faraón niño”. Uno de ellos comentó que en Egipto la Historia se hallaba a ras de tierra, lo mismo que el petróleo en Tejas. Bastaba con excavar superficialmente en la arena, para hallar una tumba de tres mil años; acaso la de un alto mandatario y su familia, embalsamados ceremoniosamente, como si aguardaran de etiqueta a la posteridad. Sin embargo, lo que más entusi

La Llama Eterna: Relato IX –El Maestro–

(Transcripción del programa de RNE Sinfonía de la Mañana por Martín Llade) El maestro preguntó a uno de ellos qué eran aquellos papeles. Se aproximaba una tormenta. Pobre del desgraciado. Éste repuso entonces: - Una cosa que ha traído Grieg. Edvar miró entonces el cajón de su pupitre, ¡la partitura! ¿Cómo se la habían quitado sin que se dieran cuenta? El maestro la tomó entre sus manos y, ajustándose los anteojos, la leyó con el ceño fruncido. “Variaciones sobre una canción alemana Opus 1 de Edvar Grieg”. Lo buscó entonces, como siempre, en la última fila; el último de todos. - ¿Lo has hecho tú? Se encogió y admitió que sí. En ese momento entró el Director del colegio al aula a coger un mapa, el maestro le enseñó las variaciones. - ¿Ha visto Señor Director? –le preguntó–. Teníamos un Beethoven aquí todo el tiempo, y nosotros sin darnos cuenta. El Director ojeó entonces la partitura con desconcierto, y acabó sonriendo, para no quedar en evidencia, pues era o

La Llama Eterna: Relato VIII -El “Cascanueces”-

   Fuente: Sinfonía de la Mañana, RNE (Martín Llade)    Estaba preparado desde hacía tiempo para que le despertaran en medio de la noche, y se lo llevasen a la cárcel; de hecho, tenía siempre la maleta preparada para tal circunstancia; pero lo que menos hubiera imaginado era que recibiría aquella llamada telefónica, una tarde tras la sobremesa. -Camarada Shostakovich –le dijo aquella inconfundible voz de resonancias metálicas– ¿Qué es eso de que no quieres viajar? ¿Era él? No podía creerlo. En todo caso, se parecía tanto, que no podía menos que un impostor. Acaso algún retorcido bromista del Politburó, o alguien con ganas de tirarle de la lengua. También era cierto, que nunca había escuchado su voz proyectada por un aparato telefónico. -¡Camarada! –musitó Shostakovich–. Qué honor –era mejor seguirle la corriente como si fuese el de verdad –. Cada palabra de más, sería un segundo menos de vida que le quedase. -¿Por qué no quieres viajar a América? –resopló su interloc

La Llama Eterna: Relato VII -¡Qué morro!-

Fuente: RNE Transcripción literal de Sinfonía de la Mañana (Martín Llade)     No todos los días un músico tenía el honor de ser agasajado por la mismísima reina de Inglaterra, ni tampoco todos los días una reina tenía ante sí al gran Félix Mendelssohn, héroe musical en aquel país que se encontraba apurando sus últimos momentos en suelo inglés, antes de embarcarse para el Continente. La última reunión entre Victoria, el Príncipe Alberto y el músico, tuvo lugar en el Palacio de Buckingham, dónde ella quiso interpretar alguna canción inédita que él hubiese escrito recientemente. El músico se disculpó porque todas sus partituras estaban ya embaladas de camino al barco. - No importa –repuso ella–, tengo aquí el álbum vuestro de canciones que más me gusta, el Opus 8. Interpretaré algo de él. ¿Qué os parece ésta, que es mi favorita? ¿Necesitáis la partitura? Era “Zenner, und Zenner”, la tercera de las canciones sobre un poema de Grillparzer. Empalideció ligeramente cuando leyó el

La Llama Eterna: Relato VI -Nuestra pasión fluyendo por las venas de otros-

  Fuente: RNE Sinfonía de la Mañana (Martin Llade)   Como caída del cielo, con alas de tafetán negro, había surgido ella en el momento en el que él más la necesitase. - Escriba Usted sus maravillosas obras, y no se preocupe por el resto, que eso será cosa mía –le escribió. A partir de ese momento, su posición quedó asegurada. Cada año podía dedicarse a componer la música que le dictaba el corazón, sin cortapisa alguna, y todo gracias a ella. Sólo le impuso una condición: “bajo ningún concepto, debían verse jamás”. Aunque lo encontró extraño, aceptó, si bien no hubiera tenido nada que temer de él; y así, al no mediar la mirada del día entre ambos, pudieron desnudarse mutuamente a través de sus cartas. Y ella le habló de los terribles estragos de su matrimonio, y de su resistencia a volver a someterse a hombre alguno. Él también le habló entonces de lo desgraciado que fuera tras su boda, de su intento de suicidio, y de cómo su madre, que tan pronto se marchase, le cantaba

La Llama Eterna: Relato V -La partitura-

     Fuente: RNE Sinfonía de la Mañana (Martin Llade)     El maestro sacó un cigarro de su petaca y lo encendió con parsimonia, el muchacho lo contempló expectante; acaso aguardando a que le invitara a uno, pero no fue el caso. Consciente de ello, el hombre le ofreció un caramelo de un estuche de nácar que guardaba en sus bolsillos. El niño no lo quiso. - Verás, amiguito –comenzó el hombre–, cuando yo tenía tu edad, más o menos, los Mombeli representaron Las Bodas de Fígaro de Marcos Portugal, en Bolonia. Yo estaba enamorado de una muchachita de catorce años, que estaba como loca con aquella obra, y deseaba con toda su alma poseer la partitura del Aria de la Condesa, del segundo acto. La obra no había sido impresa en Italia, pero me enteré de dónde tenía el copista su taller, y allí me presenté. Esperaba que mi candidez de adolescente le persuadiera de darme una copia de la dichosa Aria. El tipo me echó con “cajas destempladas” diciendo que tenía mucho trabajo. He de decir que

La Llama Eterna: Relato IV -El daguerrotipo-

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   Cuando llegó el retratista al hogar de los Keller, su invitada se revolvió. ¿Por qué querían que ella saliera también en el daguerrotipo? -- No lo entiendo, Max –dijo la anciana a su anfitrión–. Es una cosa familiar. ¿Porqué tengo que aparecer yo también ahí? Max Keller explicó a su vieja amiga que sería un bonito recuerdo de aquel día estival de 1840; por eso tenían que salir todos los que estaban presentes en la casa aquella tarde; esto es: es propio Keller, su mujer, sus dos hijas, su cuñado, y hasta la cocinera; y por supuesto ella, Constance von Nissen, de 78 años; de soltera, Constance Weber, y durante su primer matrimonio, Constance Mozart. -- A mí, esto de la fotografía me parece un poco cosa de brujas –dijo ella–. Te sacan con cara de muerto. Un cura me dijo que hay algo de demoníaco en esto, como si te robaran un pedazo del alma. -- ¡Qué va! –repuso él–, es algo precioso, una especie de victoria sobre la muerte; porque, cuando pasa el tiempo, siempre que