La Llama Eterna: Relato XXXIX –El Chocolate "amargo" del Canónigo-
Texto extraído integramente del programa de RNE: "Sinfonía de la Mañana", por Martín Llade. El día que se presentó ante el Cabildo Catedralicio se quedaron sorprendidos. Hasta aquel instante algunos habían supuesto que era mudo, pues nunca le escucharon antes articular palabra alguna. El Canónigo Dussolier, lo recibió en su despacho, justo cuando estaba a punto de merendar un gran tazón de chocolate. Él nunca lo había probado pero, encontró el olor deliciosamente tentador, como una corriente de cálida sensualidad que penetrase por sus vías nasales, hasta lo más recóndito de su mente. En cambio, cuánto frío hacía siempre en el órgano de la Catedral. -¿Qué demonios quieres? –le espetó el Canónigo, mojando un bizcocho en el chocolate. Farfulló algo de irse a París, a imprimir no se qué. Por lo menos, eso es lo que Dussolier creyó entender; porque hablaba con los labios hacia dentro, como devorando las palabras a medida que las trataba de articular. Parecía un