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La Llama Eterna: Relato XXX –El día en que Caruso se rompió en pedazos-

Texto extraído del programa de RNE: "Sinfonía de la Mañana", por Martín Llade.      Lo que hubiera dado por un cigarro egipcio. La trágica velada de su último “Elixir d’Amore” , cuando su lengua se rasgó de parte a parte, en medio del primer acto, haciéndole sangrar por la boca; su primer pensamiento fue: - <<Ahora ya da igual todo. Podré fumarme uno más; aunque sea a medias>> El Público, como durante la mayor parte de su carrera, se comportó con veneración religiosa. Nadie protestó. No se llamó un sustituto; y ni uno solo de los asistentes reclamó el dinero de la entrada. Sin duda estaban seguros de haber presenciado algo histórico: el día en que Caruso se rompió en pedazos. Apenas tres semanas antes, el Templo; que fuera un día su voz, se derrumbó metafóricamente y literalmente, al caerle en la espalda una de las columnas de cartón piedra del acto final de “Samson”; cuando éste mata a los Filisteos. El impacto le golpeó en la zona renal, produciéndol

La Llama Eterna: Relato XXIX – 4' 33” -

  Texto extraído del programa de RNE: "Sinfonía de la Mañana", por Martín Llade.     Le habían asegurado que allí dentro estaría sumido en el más absoluto de los silencios; y entonces quiso imaginarse el vacío anterior a la Explosión Primigenia de la Creación: un mar de oscuridad y silencio, en que no flotase materia alguna. Sin densidad, sin volumen, sin distancias, la nada más absoluta; pero no lo logró. Durante todo el rato que estuvo encapsulado, percibió dos molestos e incisivos sonidos: una especie de frecuencia aguda  e irregular, y otra más hueca, a la que pudo detectar una pauta rítmica. De buena gana hubiera pedido que le sacaran de allí, pero no les era posible escucharle; además, hablar, hubiese constituido una ruptura todavía más grande del pretendido silencio. Cerró los ojos. Vació su mente de todo pensamiento, e intentó hacer lo propio con sus oídos, pero no lo logró; porque los dos sonidos persistían: uno, en su brumosa altura; otro, en su carnosa int

VAGABUNDO IX. "Rotonda, la isla Náufraga"

¿No les ha pasado alguna vez que piden a sus hijos que se abriguen y hacen caso omiso? Es más, aún salen menos abrigados. A Israel, cansado tal vez de "consejitos" paternales, fue darle mi chaqueta y la recomendación de que se la pusiera, y no se le volvió a ver; abandonó Rotonda seguido de todo su séquito imaginario. Su ausencia nos dejó a Martha y a mí helados. Echamos en falta una despedida. Por un lado, nos consolamos pensando que quizá volvió a casa; por otro, dudamos, y creemos que lo más seguro es que emigrara hacia tierras más cálidas. Ha pasado más de un año desde que el Rey, Israel I, dejara Rotonda; con él, poco a poco, la vida animada ha abandonado la isla. Rotonda es ahora una isla náufraga; a sus playas doradas de césped "siempreverde", separadas del océano de asfalto por la amenaza silenciosa del atolón de vías del tranvía y la corriente infranqueable de los carriles para bicicletas, ya no se atreven a llegar ni los navegantes del deseo

La Llama Eterna: Relato XXVIII –Le Petit Espagnol-

Texto extraído del programa de RNE: "Sinfonía de la Mañana", por Martín Llade.    Se decía que un intérprete de cuerda no era nadie si no pasaba por el Conservatorio de Bruselas; pero tras un par de meses allí, él seguía sin ser nadie; o por lo menos esa impresión daban los profesores, más impresionados por otros alumnos de largas melenas, mucho más altos y garbosos que él. Una tarde se reunió, como era habitual, a los estudiantes de varios cursos ante el cáustico profesor Melkebeke, que era el terror del violonchelo; y al cual muchos preferían evitar. Se pidió a varios alumnos que ejecutaran un complejo pasaje de una sonata “betoveniana”; y, ciertamente, ninguno salió indemne de la prueba. Finalmente, venció sus escrúpulos, y levantó la mano. Se había dejado el violonchelo en otra aula; porque, en realidad, sólo pensaba mirar; pero aquello era superior a sus fuerzas. Melkebeke, fingió no verle durante un rato hasta que, al final, le señaló: - ¿Qué ve

La Llama Eterna: Relato XXVII –Wilmaaaa, ábreme la puerta!!!-

Texto extraído del programa de RNE: "Sinfonía de la Mañana", por Martín Llade. “La hija del molinero cabalga a medianoche sin silla sobre un penco. ¡Oh! Madre. No te hallo en semejante espesura. Tú, por lo menos, te sentaste en la crin.” Su fina voz hendía como un cuchillito de cálido filo la gelidez que lo envolvía. Hacía tanto frío, que los pensamientos discurrían torpemente por la mente, igual que trozos de hielo a través de una caña.  Cuando regresaba de la taberna, le gustaba marcar el paso con los zapatos por el empedrado que conducía hasta su hogar. Hasta había dado con sonoridades del cuero contra los adoquines, que conformaban notas musicales; pudiendo improvisar curiosas canciones, como la de la desdeñosa “Julia”, a la que su eterno pretendiente mandaba al infierno, invitando a besarla en cierta región; o la del “Jardinero de los pulgares verdes”. Aquella noche, sin embargo, el suelo estaba recubierto por una capa gélida, a la que no era posible arranca

La Llama Eterna: Relato XXVI –Al mejor violinista del Mundo-

Texto extraído del programa de RNE: "Sinfonía de la Mañana", por Martín Llade.     Discutían alegremente en una mesa de su Club predilecto, acerca de si la cadenza de Beethoven escrita, para la transcripción para piano y orquesta, de su concierto para violín, debía ser transcrita para su interpretación en el original; cuando un camarero se les acercó. Les entregó un sobre, y a continuación señaló una mesa al fondo del salón, desde la que dos jovencitas les contemplaban ensimismadas. Al percatarse de que su recado había sido entregado, ambas se echaron a reír, y cuchichearon, una al oído de la otra. Una traviesa precaución del todo inútil; ya que, desde allí, resultaba imposible escuchar una palabra de cuanto decían. - ¿Seguro que es de ellas? –quiso saber Elman–. ¿No serán las dos Damas de allá? –señaló a dos respetables ancianitas que tomaban el té. Las dos muchachas, en cambio, bebían algo que a juzgar por el color debía ser un “Sanfrancisco”. El camarero as

La Llama Eterna: Relato XXV -Un descafeinado, por favor-

Texto extraído del programa de RNE: "Sinfonía de la Mañana", por Martín Llade.      En medio del Scherzo se escuchó algo que no estaba escrito en la partitura, el maestro Liszt perdió por unos instantes la concentración; pero, sus dedos, haciendo honor a la leyenda, apenas tardaron una fracción de segundo en recuperar su elasticidad habitual, y posarse donde indicaba el pentagrama. Sólo un genio de su talla se hubiera podido percatar del ligerísimo tropezón experimentado como consecuencia de aquél… ¡¿Ronquido?! A lo largo de su carrera, Liszt había escuchado muchos; sobre todo en París, donde la peculiar “r” francesa retumbaba con especial irritación entre los labios entreabiertos de comisuras babeantes. Pero nadie se hubiera atrevido jamás a insultarle de esa manera en el salón de su propia casa, en Weimar. Franz Liszt volvió la vista atrás, reteniendo en su memoria la parte del Scherzo que no podía ver, para que sus manos no perdieran el hilo de la misma. Nunca h