Texto extraído del programa de RNE "Sinfonía de la Mañana", por Martín Llade. El gran hombre miró en derredor suyo, todos estaban allí por él, jamás en sus setenta y cinco años de vida, había concitado a tantos asistentes. Ni siquiera el día de su boda, o aquella tarde en que, jaleado por doce pintas de cerveza negra, se diera de puñetazos con el viejo Paddy, en el pub del pueblo, por ver quién tenía la oveja más lanuda de Lincolnshire. En aquel teatro cabían al menos tres o cuatro veces todos los habitantes de su pueblo; pero sólo había cabida para un Joseph Taylor; o sea, él; el responsable de lo que iba a suceder allí. Y aquellos músicos, empingorotados con sus violines, y sus flautas; y como quiera que se llamasen los otros instrumentos, leerían una música preservada por su mente durante más de seis décadas. Y ello a pesar de que nunca supo leer ni escribir; aunque era capaz de prever la lluvia con tres días de anticipación, con echar un somero vi...
Hace más de dos años que Israel, el Rey de Rotonda, abandonó su Isla; y no ha vuelto. No se despidió de mí, pero días antes de partir, me dejó un mandato: -Amigo Phineas, si la laberíntica espiral en la que nos encontramos tiene su salida en un Agujero Negro, para escapar hay que ir a la entrada, al principio del sendero ensortijado. Hay que volver a la Madre. Hay que regresar a ÁFRICA. Súbdito fiel, volé a África después que las golondrinas, cuando ya habían caído las primeras nieves. Él no sé dónde se fue, pero me han dicho que al igual que las abejas reinas deambulan rodeadas de su enjambre buscando el mejor lugar para su panal, le vieron haraganear por los barrios residenciales acompañado de otros vagabundos buscando su nueva Arcadia. Hace unos días que volví de África, y he vuelto realmente decepcionado: la Madre de la Humanidad ya no es fecunda. En África ya no nacen africanos, si no europeos negros deseosos de abandonar ese útero donde se gestaron, por excesivament...
Texto extraído del programa de RNE "Sinfonía de la Mañana", por Martín Llade. Era una noche de tantas en el Hoirigen ante una mesa desbastada con tabaco mediocre y un vino aún peor, pero a “Esponjita” eso parecía darle igual. Comentaba a sus amigos, Lagner y Bauern Felt, los últimos chismes que acababan de llegarle en torno a su persona. Si el vino era infame, la expresión avinagrada de él, parecía la más propicia para degustarlo. - ¡Dicen por ahí que soy un borracho! –exclamó indignado– Que me paso en día entero, de taberna en taberna, bebiendo vino de Retz, Mosela y Tokaji ¿Habéis visto un bebedor mayor que yo? ¾ Maledicencias, querido amigo –trataban de animarle. Pero su indignación no tenía límite; igual que aquella noche. Era cierto que todos le conocían, cariñosamente como “Esponjita”, explicó; pero no como pudiera parecer por su afición a la bebida. El ...
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