ANARQUIA. 'Z-5133-L' Una estrella roja con el corazón blanco

EL ORIGEN DE LA ESTRELLA QUE RIGE SOBRE EL ANAGRAMA DEL ANARCO-JUDICIALISMO.


 He leído por ahí, que somos polvo de estrellas.


Pues por aquí, por donde yo nací, debió pulverizarse una gigante roja con su corazón blanco, toda entera.


Polvo de estrella roja, y agua del cinturón de Orión, digo yo.


Con aquel polvo de estrella roja y corazón blanco, y el agua caída del firmamento, se formó el lodo del que viene, por evolución, la sangre viajera que corre por mis venas.


Y es que, si algo nos caracteriza a los ANARCO-JUDICIALISTAS son nuestras ganas de viajar sin cruzar fronteras, sin rodar ruedas, girar hélices, ni soplar velas; eso sí, moviendo mucho, mucho, pero que mucho las piernas; hasta encontrar felices, y no tan lejos, lo que ofrecen otras tierras.


¡Qué agradecido les estoy a aquellos zagales! Sangre de mi misma estrella, que tres generaciones después volvieron, ¡nada menos que de Camberra! Y me regalaron ese sombrero, ese que tan bien me queda. Poniéndomelo he recorrido todo su Continente, sin salir de la "era".


Polvo de estrellas viejas y rotas, y agua viva y pura, refugiada en el pozo profundo y fresco de mi abuelo republicano, del que sacábamos agua con una garrucha. Agua con la que se amasaron todas las cosas que me encontré cuando vi la luz del Sol por vez primera: mi madre, pobrecita mi madre, mi padre, a quien para nacer tuve que esperar un mes, el décimo, a que de Francia volviera, mi hermano, mis abuelos y abuelas, mis tíos, tías, primos y primas.


Mis compañer@s de clase, las maestras, La señorita Pilarín, Doña Aurelia, y los maestros, especialmente su esposo, Don Heladio, tan serio y formal.

Parbulitos, y la "gota de leche" que perfumábamos con Cola-Cao. El Grupo Escolar Pedro Muniesa
.


Mis amigos, sólo amigos, porque entonces estaba mal visto tener amigas, o al menos eso creía yo; que, todas y todos, quizá "todes", que "tanto-monta", afortunadamente, digo, siguen pululando felices por aquí.


El alcalde Viñuales; cuánto me gustaba el olor del colmado que regentaba, allí nació la palabra que más me gusta, "ULTRAMARINOS" cuya semiótica fue germen del que nació mi oficio de "mecánico de las palabras", y mi entrada en el gremio de escritores donde ya no me considero un diletante. Sí, mi amor por las palabras nació en la tienda de ultramarinos del Cantón; con su puerta doble siempre custodiada, nada menos que por una caja redonda de madera, llena de guardiaciviles perfectamente uniformados, y muy salados, todos ellos.


El primer anuncio de neón "westinghouse", toda una inspiración para mi actual profesión eléctrica. 


El secretario Don Pedro, manco por una granada, después de la guerra.


El cartero, y su prole intelectual, que me traía las cartas de color rosa que desde Bloemfontein me enviaba mi amiga sudafricana; otra, que de verdad conocí en París, y con la que recorrí toda África sin moverme de aquí, con el simple hecho de ponerme una pulsera que me regaló.


Los alberges verdes, que no dejábamos madurar. El guardia rural, y su escopeta de cartuchos de sal.


Mosén Antonio, el cura, con su sotana negra, sus labios sonrosados y trémulos, sus manos aniñadas y blancas, que corríamos a besar agradecidos cruzando la Plaza de la Iglesia, y su cojera vieja que levantaba en nuestras mentes calenturientas todo tipo de fantasías sobre entradas de maridos por las puertas, y salidas presurosas de curas por las ventanas.


El fantasma blanco de la Calle Fantasma, esa que unía, y une, el antiguo cementerio intramuros, con la cuesta de los Corralazos.


La campana de la iglesia, cuyo tañer, aún hoy en día, cuando el desasosiego no la lía, me parece oír llamando a rebato dentro de mi corazón, mi rojo corazón, hecho de aquella gran estrella roja aquí desaparecida.


Las palomas de la torre, y mi azurel; criatura robada de su nido por unas estúpidas e irresponsables manos juveniles, las mías; que creció clandestino en mi palomar vacío hasta el día en mi padre lo indultó. Cómo lloraba yo su ausencia, y como chillaba el cabrito extasiado, mientras atravesaba con sus uñas de rapaz las pechugas de las palomas de la Iglesia.


La tiza del colegio, y de los cuadros del marro en el suelo, hecha con el mismo polvo del corazón de nuestra buena estrella, y el yeso de los "Virgilios", con el que se hicieron nuestras casas duras, que aún duran y duran.


El tocino del Olivar", y el de mi corral, con su bochiga oculta, esperando a ver la luz para llenarla de aire por San Martín. Las gallinas, los conejos, el gallo Kiriko que me agujereó el carrillo, treinta y cuatro segundos antes de perder la vida y encontrar la cazuela.


Mi malogrado perro Pinto, que se ahogó en el último depósito. Víbora y su hermano, mi querido, casi mi hermano, Moro; que vivió muchos años más, hasta que, sordo como una tapia, se lo llevó por delante un coche en el rabal.


Las hormigas, las mariquitas, las sargantanas, los fardachos, las culebras, las arañas, los arraclavos, los cabezudos y las ranas, todos ellos condenados a muerte; de cuya sentencia dábamos cuenta, y cuyos extensos exterminios, después, tantas pesadillas me ocasionarían.


Las trilladoras, las aventadoras, el tractor comunal, y el raspón de la uva que, en otoño y desde la cooperativa vitivinícola, inundaba el pueblo de olor a humo y aroma de patatas asadas dentro de las pacas de "brisa", que se quemaban sin prisa.


¡Aaaah! ¡Que se me olvidaba! El espliego con su intenso perfume a lavanda procedente del alambique de destilación de su esencia, que un forano montaba todos los finales de verano en el manantial de la Mina.


Las sanguijuelas rojas del abrevadero de la balsa "la higuera". El yeso diluido en su agua, corazón de estrella protectora que se cristalizaba sobre  nuestra piel en verano,  y que, con un simple rastro de la uña, emergía blanco e impoluto delatando ante nuestras madres, de que nos habíamos bañado a escondidas. De nada había servido tratar de eliminarlo con nuestra saliva, también hecha con corazón de estrella protectora.


Los trigales, la cebada, la avena, el centeno; y la uva, ¡qué dulce la de mi pueblo! y su vino rojo !!Qué vino!! !Qué vino! Que vino, que  venía tanto, que venía todo, y así nos iba.


La harinosa, las rosquillas de anís, la "fruta de sartén", y la... "cabeza de mi abuela", que fui a recoger una mañana al horno de la Barbara, preguntando si ya estaba asada, entre el estupor y las carcajadas de todas las mujeres presentes que amasaban aquellas "madalenas" que tenían aceite del de "veras", harina no transgénica, y que sabían a Gloria, a gloria bendita.


El primer coche de mis padres, un R6, de matrícula Z-5133-L, amarillo rutilante como el  brillo de nuestra estrella cuando fuera joven y reina de todo su Sistema. Vehículo mágico que aún anda por ahí haciendo el bien, tal como conté en su día.


Polvo de estrella gigante y roja, con su corazón de yeso blanco y puro, y agua fresca de la fuente de los "hermanillos", así somos por esta redolada: grandes y temperamentales, duros por fuera, pero tiernos por dentro. Pausados en el trato y explosivos en la fiesta. Nobles y afables. Viajeros incluso aventureros, buscadores y "encontradores" de los mejores tesoros en el resto del Planeta; como en mi caso, mi amada Martha, buena masa madre para el mejor pan, que nunca se acaba.


Así me considero yo, y eso que "literalmente" vine de París, no en un hatillo colgando del pico de la cigüeña, sino en la barriga de la madre que me parió, que tuvo el valor y la osadía de ser la única mujer que acompañó a su esposo en su obligada extranjería laboriosa y agrícola, recogiendo remolacha en el norte de Francia. ¡Qué frío pasaron los pobres, por pobres!


Así os considero paisan@s mí@s, trocitos de aquella estrella roja, con su corazón blanco inmaculado, que yo he catalogado como "Z-5133-L", amasada con el agua de un lucero venido de más allá de la puerta de Tannhauser, que un día, hace 60 veces, 60 millones de años, se pulverizó sobre esta misma tierra, que hace 60 años me vio nacer.


Un fortísimo abrazo de vuestro Phineas, que ha puesto a nuestra estrella roja y blanca sobre su ideal de Anarco-Judicialismo.


¡¡¡A PLANTAR FUERTE!!!





Comentarios

george bailey&frank capra ha dicho que…
Me gustó el artículo y el guiño de la matrícula...
Phineas Theron ha dicho que…
Apreciado George, celebro que te haya gustado. Confieso que esta reflexión es la transliteración despersonalizada de un pequeño discurso que, a mediados de junio, solté a mis "quintos" del pueblo donde nací (Lécera) en la fiesta de los "sixties".

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