Hay algo más allá del Amor, lo sé

 Venía yo albergando la convicción de que el Amor es el máximo estado de gracia al que se puede aspirar en la vida, pero de un tiempo a esta parte estoy experimentando algo nuevo para lo que todavía no tengo nombre, no sé muy bien cómo identificarlo, y tengo que prepararme a conciencia, ¿practicando la meditación?.


Podría decir que es algo así como la aproximación a un estado de plenitud espiritual alcanzado a través de la aceptación de que las limitaciones que nos impone el Amor: inseguridad, incertidumbre,  celos, cansancio, e infidelidad; han desaparecido para siempre.


Trataré de explicarme mejor. 


Si estar enamorado fuera como conducir tu clásico Mercedes Benz color índigo en un precioso atardecer de verano, con el bosque de un lado y del otro el océano, escuchando los coros de The Great Gig in The sky, o la póstuma invocación materialista de mi adorada Janis Joplin, a toda mecha; pero los baches de la carretera, y sus numerosas curvas no te dejaran percibirlo y disfrutarlo plenamente con todos tus sentidos; molesto por el ruido de los neumáticos, y atento a que alguien pueda invadir tu carril en la siguiente curva. Entonces, pasar a este nuevo nivel emocional, sería como si, de repente, la carretera se presentara recién asfaltada y recta hasta un horizonte lejano enclavado en el ocaso, desapareciendo por completo el ruido de fondo y la preocupación por la invasión de "otros" en tu calzada. El paisaje no cambia, la compañía nada, tu estado de ánimo tampoco, el destino elegido es el mismo, la melodía, la que más te gusta, y sabes que nada más te importa. Es como flotar sobre el océano Pacífico y bajo la Vía Láctea una noche sin luna. Sin miedo a caer: tú con la mejor compañía, para siempre, de aquí a la eternidad.


Este nuevo estado emocional no se me ha presentado de repente, ha ido llegando como a fogonazos de vivencias en común muy agradables que comienzas a recordar como déjà vú, o a imaginar posibles hechos reales que no te consta lo fueran; al principio con cierta angustia, pues no recuerdas haberlas vivido, otras con desesperación, pues no les prestaste la suficiente atención cuando las experimentaste; también con amargura, pues sabes que ya no te resta tiempo para vivirlas, ni siquiera en la memoria. Al final, comprendes con resignación que no importan el pasado, el presente ni el futuro, que te estás preparando para a amar a una o varias personas de un modo que nunca antes lo habías hecho: SIN OSTENTAR PROPIEDAD ALGUNA SOBRE ELLAS.


El Amor convencional conlleva un sentimiento de Propiedad Plena, o nuda, que nos limita a la hora de disfrutarlo: mi amor, mi novi@, mi espos@, mis hij@s, mis amig@s, mi amante...; pues el temor a perderla nos condiciona y perjudica seriamente, a veces hasta la aniquilación del sentimiento. 


Si le quitamos al Amor la ambición de la Propiedad nos quedamos con la consciencia esencial del Amor Pleno: tú y yo, independientemente de todo lo demás, incluso del tiempo y del espacio.


No me refiero a Amor Platónico, éste, que no está exento de rencores, complejos, temores y resentimientos; disfrazados de cultura, educación, melancolía o romanticismo, sólo se presenta así como el resultado de la toma de consciencia de la impotencia para adquirir la Propiedad del amor del "otro".


Presiento que este nuevo estado de Gracia que comienzo a percibir con agrado, conlleva una gran responsabilidad, pues lo importante es que la otra, o el otro, sea feliz incluso a pesar de ti, y que sólo de su felicidad emane la tuya, poniendo todo tu empeño en que así sea, porque le amas, y deseas su felicidad sobre todas las cosas, sin egoísmo, sin preocuparte por si su Amor te ha pertenecido, te pertenece, ni lo hará jamás.


También es cierto que el papel del "otro" es fundamental, al menos  en mi caso.


No tengo nombre para este nuevo estado elevado de Consciencia que comienzo a experimentar, tal vez alguien pueda ayudarme a definirlo mejor.


Quién sabe, quizá ese sea el Amor con el que nos aman Los Ángeles.


Ya me diréis.


Por cierto, la ausencia de curvas, el asfalto liso, la pista recta ascendiendo hacia la Vía Láctea, la música sicodélica, la caricia de una mano sincera, te pueden inducir a un sueño profundo y eterno; claro que al final de tu trayecto, y según lo que haya tras la primera curva, tal vez te merezca la pena, pero antes pregúntale a quien te acompaña en el viaje, no te olvides de que lo primero es ella, a cualquier precio.


Siempre vuestro,

Phineas

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