ANARQUIA. A propósito del Bien y el Mal

 Llevo semanas dándole vueltas a mi conocimiento sobre el Bien y el Mal.


Nada mejor que la experiencia personal para elaborar una opinión. Han sido muchas las cosas que he hecho bien y mal; a veces, paradójicamente, consecuencia lo uno de lo otro. Sobre todo, daños infringidos involuntariamente bajo acciones bien intencionadas, e incluso viceversa. 


Sin embargo esta evaluación hecha desde mi propia conciencia, y/o por referencias ajenas, no me ha acercado al conocimiento esencial del Bien y del Mal pues, en el fondo, todo lo que recuerdo haber hecho mal ha sido con carácter reactivo, por necesidad o de modo fortuito; y casi todo lo que he hecho bien ha sido por egoísmo, ya sea planificado, o no; pues también pudo ser de modo fortuito.


Por ejemplo: un depredador que aniquila a una criatura entrañable para alimentarse, en principio no hace nada malo, y una persona dedicada a los demás bajo la convicción de que así se ganará la vida eterna en el cielo, tampoco me parece que se pueda considerar un Santo.


Desde esta perspectiva: ¿qué acciones podrían considerarse fruto del Bien o del Mal de un modo ni reactivo ni interesado? La verdad es que me resulta difícil identificarlas, pues lo habitual es que detrás de una mala acción suele estar la necesidad, y detrás de una buena, el egoísmo; ambos inspirados en la vivencia, y en la supervivencia.


Llevado al extremo: cuando una persona mata a otra sin motivo, solemos asegurar sin miedo a equivocarnos que lo ha hecho por su terrible maldad. Pero ¿y si fue porque su consciencia y/o su conciencia están desviadas de la normalidad por razones psiquiátricas infringidas (la guerra en todas sus variantes, por ejemplo), o a consecuencia de una enfermedad mental? ¿Dónde queda entonces la causa raíz del mal? No es fácil de determinar.


No es que quiera negar la existencia del Bien y del Mal como entidades aisladas conscientes y antagónicas, sino que éstas, de existir de modo autónomo, pueden quedar enmascaradas bajo capas superpuestas de experiencias, complejos, escarmientos, éxitos, rencores, temores, ambiciones, gozos, necesidades, gustos, etc... acumulados en la personalidad durante la existencia. 


Por lo tanto habré de ir a buscar su esecia al principio de todo: a la infancia.


Entonces ¿Podría decir que la expresión menos contaminada del Bien y del Mal que he podido observar en mi vida quedó representada en aquella ocasión en la que, sin motivo ni conocimiento previo, un niño que apenas empieza a dar sus primeros pasos besó cariñosamente a otro igual, y acto seguido le pegó? ¿Y nunca más?


Vamos, mejor no me río de mi mismo. El presente está cargado de ejemplos.


¿Y no será que mi consciencia trata de enredar en prejuicios a mi conciencia para que no sea capaz de recordar aquellas cosas que hice por la simple razón de hacer daño gratuitamente, para no sentirme monstruoso; u olvidar haber beneficiado anónimamente a alguien que lo necesitaba, pero no lo merecía; para no sentirme estúpido? ¿No?


¿Y por omisión? ¿Tampoco? 


¿De pensamiento? ¿Nunca?


¿De verdad tengo tan mala memoria? O simplemente no conozco la esencia del Bien y del Mal; o será que me niego a reconocerlos, a pesar de que, como todo ser viviente, identifico innata, perfecta y espontáneamente la diferencia entre el ambos; dando por preferible desarrollar mi existencia en el entorno del primero. 


Sí. 


Pero... ¿Por qué? ¿Por razones socio culturales? ¿O porque es lo correcto para merecer la Vida? Me quedo con esto último.


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