EL RETORNO DE LA PRIMAVERA EN PLENA OPERACIÓN RETORNO

¡Qué manía ésta de la Vida, de no redimirse!


¿Es acaso la Vida un reo criminal irredento e incorregible, empeñado en delinquir de nuevo lo suficiente como para ingresar cada año en el corredor de la muerte?


¿Qué sentido tiene? 


No es una inconsciente, pues de sobra sabe a lo que se expone. Entonces... Insisto ¿Qué sentido tiene?


¿Habéis visto con el júbilo que viene? Explosión de brotes y hojas verdes,  de flores de mil colores, insectos increíbles, pececillos alevines, pajarillos cantores, ratoncitos, conejitos. Todos, "bambis", presuntamente inocentes, entran con estrépito infantil en el patio de un penal lleno de depredadores: lobos, tigres, lagartijas, serpientes, panteras, leones, tiburones; y el "capo" de la mafia carcelera, la mujer, con su "familia" de hombres.


¿Recordáis los documentales del inigualable Doctor Félix Rodriguez de la Fuente? Mi recuerdo imborrable del aquel cabritillo, recién ingresado en el Jardín de las Hespérides dónde pretendía vivir eternamente, tetando ansioso e indolente de la ubre de su madre. 


No puedo olvidar verle saltar vigoroso y feliz; justo un instante antes de que el águila real, clavando sus garras en su tierno espinazo, hiciera de su último brinquito un salto interminable, que le arrancó de lo más alto de la Sierra de Gredos, para hundirle en lo más profundo del Hades.


 ¡Qué horrible balido el del pobre inocente, muriendo mientras caía gravemente! ¡Qué dolor el de su madre! 


Tanto crimen, ¿qué sentido tiene?


¿Por qué se empeña la Vida en reincidir de este modo incansable? ¿Compensa el sufrimiento de tantos para la felicidad de unos pocos, que además, y a la postre, también pasarán por el patíbulo? ¿Quién ha diseñado este macabro sistema, en el que la Vida sólo se sustenta sobre la muerte?


¿El Creador?


Nadie.


No puede ser de otro modo en un sistema cíclico basado en dobles rotaciones planetarias, y ése es el Universo reconocible. 


¿Complejo? ¡Para nada! 


No veo necesario dar explicaciones, pues todo el mundo lo comprende.  


No concibo una enfermiza consciencia superior que lo haya diseñado, o creado así para su maléfico disfrute; es más, simplemente no creo en ella como una unidad consciente verdadera, ni siquiera real; ni para Bien ni para Mal. No hay otra alternativa. ¿O sí? Pero antes de entrar a valorar esto último, analicemos el sentido de la Vida en general. 


La Vida, tal como la conocemos, podría estar más que justificada por el simple hecho del nacer.


¡¿Nacer?! ¡Qué gozada!


Y no hay nacimiento más evidente por colectivo que el de la Primavera. Es una auténtica explosión orgásmica irrefrenable, que sucede dos veces al año, y abarca toda la Tierra, aunque en algunas zonas sea casi perenne, y en otras apenas perceptible, pero ahí está. Quien no comprenda lo que le digo que salga hoy (21/03/2021 41ºN 0,9ºW) al parque y contemple lo que le rodea, que mire a los ojos de un niño, o de cualquier cachorro.


El sentido de la Vida está en el placer que da comenzar a vivirla, y en la curiosidad que suscita participar en el juego de alcanzar todas sus metas: sentirse aceptado y amado por la madre (y a veces por la familia). Comer, crecer, relacionarse, reproducirse, amar (a veces a tu familia), envejecer y morir.


En el Juego de la Vida, para cada individuo, la última casilla es la muerte. Ésta puede estar a sólo una de la salida, incluso ser ella misma. La gracia está en que el juego se repita, una y otra vez hasta conseguir la evolución de las especies participantes. Lo importante no es el individuo, sino su especie.


Ése es el fin, ése es el Sentido de la Vida en la Tierra.


¿Y el sufrimiento? El sufrimiento, por cruel y obsceno que parezca, es lo que le da sentido a la promesa de placer que suscita la Vida. Por eso, a diferencia de la muerte, no podemos intervenir en cuándo, ni donde comenzar a vivir. Si no, por miedo al sufrimiento, quizá nadie entraría a jugar en el tablero de la Vida.


En el juego de la Vida en la Tierra, ganar es vivir disfrutando, perder es vivir sufriendo; la muerte es el final de la partida para el individuo, y todo el mundo la termina. Aunque el juego siga indefinidamente, nadie gana a nadie, pues nadie regresa para volver a jugar de nuevo la partida.


Pero... ¿Porqué los seres humanos, a diferencia del resto de los seres vivos, estamos convencidos de que la partida se gana o se pierde al final de la vida, y que podremos seguir jugando sin perder nuestra consciencia? 


Porque nos han inculcado que el juego no se acaba con la muerte del individuo. Esta convicción es el fruto de milenios inventándose grandes premios, o terribles castigos, para nuestra consciencia: vida después de la vida, reencarnación, vivir eternamente, trascender; por no hablar de cielos, purgatorios, yannas, valhallas, infiernos, nirvanas, y otras ilusiones parecidas, en las que, sin perder nuestra identidad, podremos disfrutar si ganamos, o sufrir si perdemos. Por eso nuestro objetivo es ganar, ganar, ganar, ganar siempre la partida.


¿No le es bastante al hombre vivir a costa de otras vidas, que además tiene que ganar siempre la partida para vivir eternamente?


¿Vivir eternamente? ¿Todos? ¿Y quién pagará la factura de la energía necesaria?


En mi opinión, la razón está en la deshumanización a la que, sistemáticamente, se ha venido sometiendo al ser humano en una carrera evolutiva acelerada artificialmente, con ignotos propósitos. 


Modificado genéticamente, y alienado en su propio planeta, el hombre es cada vez menos capaz de disfrutar plenamente de la naturaleza que le rodea; por eso no le encuentra sentido a una Vida que siente le vino impuesta en un planeta que se le antoja cada vez más ajeno y hostil, del que ansía una salida, y al que debe reconfigurar y domesticar para su comodidad, aunque en ello ponga en juego, conscientemente, la propia existencia de la Vida en la Tierra; es decir su propia existencia. Vaya contradicción; por eso, en verdad, esa no puede ser su meta. Entonces... ¿De quién lo es? No lo sé, pero mi instinto me hace pensar en una Operación Retorno hacia un Paraíso perdido.


Sin saber realmente porqué, ni para qué, los Humanos necesitamos energía, mucha energía; recursos naturales, todos los recursos de la Tierra, incluso los de otros planetas, y tiempo, mucho tiempo, muchas horas/hombre, o muchos hombres/hora, para el retorno a un Paraíso, que, aunque lo ignora, en realidad no fue el nuestro; pues el nuestro estuvo en la Tierra. 


Somos la presa de una especie diferente que nos cohabita y parasita. Nos necesitan. Por eso han buscado el modo de modular nuestra existencia  haciéndonos evolucionar, crecer y menguar en número según convenga; rompiendo impunemente el ciclo natural de la Vida en la Tierra,  siempre en detrimento de sus formas de vida.


¿Dónde nos encontramos ahora mismo?


 En mi opinión, estos puntos son los que configuran nuestra situación actual:

a) Un momento post industrial con una población antes nómada y a partir de ahora sedentaria, llena de científicos bien instruidos. Una sociedad acomodada, pero con un excedente de población pasiva, favorecido por la efímera ilusión de un estado del bienestar universal, que nos obliga a trabajar como acémilas durante cincuenta años, para avanzar en todos los detalles necesarios para su Operación Retorno.

b) Un nuevo orden mundial cibernético, con la deshumanización e implantación de un sistema de auto-control global, tecnológico y social, que acepta el exterminio de excedentes y la auto-caducidad, y permite la tarea ingente y cualificada de finalizar la construcción de suficientes plantas de energía para poner en marcha "su" Operación Retorno.

c) La trans-humanización en un meta-universo, que integrará los recursos naturales humanos como parte del aparato tecnológico necesario para su Operación Retorno.

d) Su Operación Retorno culminada, con el abandono del planeta Tierra convertido ya en una gran pila alcalina vacía, fría y rezumante de ácidos y sales, prácticamente inhóspita para la Vida.


Evidentemente, detrás de esto que os digo hay tanta intuición como conocimiento, por lo que dar consejos es muy arriesgado; así que sólo os voy a dar uno: vivid una existencia transparente. 


 Haced como yo, haceros transparentes. Quién sabe, quizá así algún día, agazapados en la fronda natural, podáis ser depredadores, de quien ahora os devora.

Hasta nunca,

Phinea


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