'El castigo de Lonchinos' Capítulo XII: Ecuador

Dos meses más tarde, tras cruzar el Atlántico, esta vez a bordo de un submarino norteamericano que se había salvado porque se encontraba oculto en el mar de China cuando el evento, Tumaini, vestida con un qipao de seda celeste, estampado con un dragón rojo y dorado cruzando su pecho en diagonal como la bandera de su país, y una estrella dorada en su hombro derecho; repitió su mismo discurso en inglés y español ante la Asamblea de las Naciones Unidas en Nueva York. Allí se encontraban todos los representantes de América, Oceanía y el Reino Unido-Commonwealth, con el centenario Noam Chomsky, presidente de los USA, como Secretario General.

Al igual que en Eurasia, la reacción de América-Oceanía fue rotunda, y arrastró al Reino Unido-Commonwealth que seguía sin “encontrar bien” a su reina.

La proposición Euroasiática, liderada por La CEE, China y Rusia fue aprobada por unanimidad. Había llegado el momento de poner a toda la Humanidad a sus órdenes, y nadie estaba en condiciones de impedírselo. Era necesario actuar con urgencia y había de hacerse con total coordinación, sin excepciones ni disidencias. El futuro de la Humanidad estaba en juego y no existía otra forma de hacerle frente a tal situación, aunque para ello tuviéramos que someternos todos a las políticas más represoras del momento. En otras palabras: tocaba obedecer.

La ingeniosa idea de Tumaini, y su sincera e inocente promesa, nos puso irremediablemente a la cabeza de tal iniciativa; así pues el 25 de diciembre del año 2025 estábamos todos allí, quién me lo iba a decir a mi cinco años atrás, en la irreconocible Malinde, República Democrática del Congo, a una temperatura de 35 grados; anocheciendo bajo un limpio y precioso cielo topacio, que en ausencia de la luna se iba salpicando de estrellas doradas, y con la canción de Jimmy Fontana ‘Gira il mondo, gira’ sonando a todo trapo por la megafonía de centenares de dirigibles alineados a lo largo del ecuador sobre el enorme cinturón de empuje humano que estaba listo para comenzar la acción, cuya reacción reanimaría el giro terrestre; tal como ideara ella.

Con sus veintiuna antenitas en la cabeza, altiva, descalza y seguida de Mizelede, Raquel, Huangh, Wen con el pequeño Quiang a la espalda, Paola con la pequeña Amandine en una mochila de pecho; David, Andrés, Erika, Alex, y yo empujando el carrito de Tao-Gil; todos lastrados con pesos de ocho a quince kilos, según edad y talla. Detrás de nosotros la junta de la HOPE, representantes de Eurasia, América-Oceanía, Inglaterra, y cientos de legaciones y organizaciones más. 

Portando su precioso qipao celeste y estrenando unos brazos biónicos casi perfectos; Tumaini lucía sublime ante las cuatro cámaras de televisión que recogían el momento más históricamente decisivo de la Humanidad, pues gozaba del privilegio de encabezar el primero de cinco eslabones de nueve columnas de un millón de personas cada una, flanqueadas por sendas columnas de otros tantos militares: chinos a la izquierda y rusos a la derecha, portando cada cien de ellos enormes estandartes de vivos colores. Todos vestidos de impoluto azul marino, botas rojas, y con sus rostros cubiertos de mascarillas: rojas los chinos, azul claro los rusos.

Tras un breve y chirriante discurso, que no comprendimos porque fue exclusivamente en chino, al que prosiguió un inimaginable castillo de fuegos artificiales; a las doce de la noche en punto, hora marcada en una enorme pantalla que pendía del dirigible insignia, iniciamos la marcha por la pista ecuatorial denominada Chiguan, o de la Esperanza; una de las quince pistas paralelas de veinte metros de anchura, construidas: por China la ecuatorial y las siete al sur, y por Rusia las siete al norte; todas transcurrían paralelas y separadas por trescientos treinta kilómetros.

Las cifras eran asombrosas.

La logística rodante: cada dos mil doscientas personas, un hospital  seguido por ciento diez roulotte con dos camas cada una, cocinas, frigoríficos, comedores, aseos, duchas, camiones dormitorio, camiones cisterna con agua, combustible, excavadoras, grúas, carros de combate; todo lo necesario para el gran pic-nic glogal.

El ritmo: ocho horas caminando, ocho horas descansando, comiendo, durmiendo, etc...

La vuelta permanente al ecuador terrestre en sentido éste-oeste, cruzaba a pie o rodando África por las pistas construidas por China y Rusia; América del Sur, Papúa, Indonesia y Malasia por vías iguales construidos por America-Oceanía, al llegar al océano se embarcaba absolutamente todo lo que sirviera luego para empujar. Así se cruzaban el Atlántico, el Pacífico y el Índico. Cada seis meses, unos días después de que llegara su relevo, y una vez alcanzada la estación de partida aérea, las personas podían regresar a sus hogares volviendo en alguno de los miles de dirigibles que permanentemente hacían rutas ecuador-norte, ecuador-sur; siguiendo meridianos terrestres separados cada 60 grados. Dos años después les tocaría regresar, si no lo hacían antes voluntariamente.

Una vez completada nuestra primera vuelta, regresamos cuando alcanzamos de nuevo el meridiano de Greenwich. Desde Ghana volvimos a Zaragoza, y de ahí a Tarazona, a “villa Benetton”. Nuestra primera “Vuelta al Mundo” caminado, fue una auténtica aventura que, junto a cuantas sea capaz de hacer, contaré en otra ocasión, cuando mis piernas ya no me permitan volver.

El castigo de Lonchinos había comenzado a cumplirse; aunque, después de todo y pensándolo bien, quizá no fuera una fatalidad que las élites se quedaran encerradas en sus confortables refugios, mientras nosotros hacíamos de acémilas tirando del carro de su futuro. Como siempre, ellos, quienes más lo merecían, no iban a cumplir el castigo. Así y con todo, y no por ellos, nosotros estábamos dispuestos a conseguirlo, aunque nos costase la vida: por nuestros hijos, por nuestros nietos, por la Naturaleza, por nuestra Madre Tierra.

Tiempo estimado para conseguirlo: doscientos cuarenta dos años. Duración máxima para el día terrestre, prevista para el año 2083: cuarenta y nueve horas. Temperatura máxima esperada en el ecuador ese mismo año: cincuenta y dos grados; temperatura mínima: diez bajo cero.

¡¡LO CONSEGUIREMOS!!


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