GENU VARO

Hace dos días recibí los resultados de un examen médico rutinario (anual). 

Por muy saludables que nos encontremos, o muy sanos que creamos estar; cuando se lleva más de medio siglo dándole patadas al planeta, y nos enfrentamos a un chequeo médico, más allá de la subida de tensión provocada por el efecto "bata blanca", y el acumulado de residuos inútiles, que una alimentación fácil de consumidores sedentarios deja dentro de nuestro sistema sanguíneo, siempre le queda a uno la inquietud de si, una vez más, saldrá todo bien, o, de tanto buscar, al final los galenos acabarán por encontrar "algo".

Este año, en el que mi temor a la "bata blanca" tampoco me dio tregua, todo salió incluso un poco mejor que el anterior; algo por otra parte esperado, pues llevo un par de años reduciendo mi reacción gravitacional sobre el planeta, incluso levantando esporádicamente los pies del suelo para, apoyado sobre mi espalda, caminar sobre el Cielo saludándole con ambas manos, y también saludando al Sol de esa manera que los Yogui saben hacer tan elegantemente, y yo sólo imito. También comiendo y bebiendo menos de lo que más me gustaba, y, casualmente, menos me convenía; hasta conseguir que me guste lo que antes no, pero ahora más me conviene.

Bien, según lo esperado: hipertenso sistemático por nervios contenidos, y ansiedad, algo de colesterol, pero con mejores parámetros vitales. Todo listo para dar murga medio siglo más, por lo menos.

Así fue de la primera a la penúltima página del informe, pero al final de ésta, en el capítulo: Exploración Específica / Miembros Inferiores, me encontré con una sorpresa: la doctora había encontrado en mi "algo" nuevo, sin más explicaciones puso, patologías: Genu Varo.

Lo primero que se me pasó por la cabeza es que estaba sufriendo alguna "variación genética" extraña dicha en latín, y faltaría a mi sinceridad si no os dijera que incluso pensé en algún tipo de mutación transexual autoinmune por comer pollo, o vete tú a saber qué pollas. 

Como han tardado dos meses en remitirme los resultados, mi primera impresión fue la de que tal dolencia podía ser grave, y por eso la demora, para ver que me pasaba mientras tanto; aunque luego pensé que al menos, de ser irreversible, no lo era de modo inmediato, pues me seguía notando igual de... "machote"; por razones que aquí no vienen a cuento, incluso más vigoroso que antes.

La verdad es que me quedé muy preocupado. Era muy tarde y no podía dormirme. Al no tener delante a la facultativo para preguntarle, y temeroso de compartirlo con mi esposa, contra mi gusto, ya de madrugada, tuve que recurrir al prestigioso Dr. Google, quien, como de costumbre, estaba de guardia.

Y me dijo ésto:
"El Genu Varo es una deformidad frecuente de las rodillas en niños, secundaria a la posición intrauterina (también llamado piernas arqueadas y tibia vara), su forma fisiológica se corrige por lo general con el desarrollo normal del niño, sin embargo cuando este persiste mas allá del segundo año puede ser patológico".

¡Vamos! Que tengo las piernas arqueadas como un texano, o como decimos en Oregón: !que soy "garrihueco"! Eso ya lo sabía desde niño, pero tampoco tanto como para que me lo pongan treinta y tres años después de ser contratado, en un informe médico rutinario, y siendo que, de momento, no me dedico a bailar tangos.

La verdad es que me extrañó bastante esa inesperada inclusión, y como la doctora de la Mutua me lleva explorando desde hace más de diez años, pensé en llamarla a primera hora de la mañana para saber porqué había decidido poner eso ahora.

Ya había descolgado el teléfono, cuando caí en la cuenta de una cosa: hace un par de años, cuando estaba en el cénit de mi peso, antes de comenzar a cuidarme mejor la alimentación, hacer Pilates y Yoga; la doctora me dijo sin reparos:

- Este año te has engordado un montón.

A lo que yo, irreflexivamente, reconozco que con un exceso de confianza, aunque haciendo honor a la verdad, le repuse:

- Pues... ¡Anda que tú!

No hubo réplica por su parte, no hubo más comentarios, apreciaciones, ni consejos; ni siquiera un hasta pronto, nada. Tampoco el año pasado la relación fue tan cordial como antes, ni este, aunque ya no recordaba porqué.

Al parecer, aquellas tres palabras debieron quedarse rebotando entre las cuatro paredes de su consulta silenciosa durante mucho tiempo, al menos el necesario para que la doctora pudiera, fríamente, urdir su venganza.







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