La doncella sin nombre.


Me insinuó un paisano, que vagando por este Condado, halló lo que él, nunca hubiera imaginado.

Y no fue, si no por arte y milagro del buen vino en tragos largos, que aquél afortunado a decirme se avino, lo que había encontrado.

Confesó al fin extasiado que: afectado por un rayo, de un haya el tronco pelado, en el cuerpo de una mujer, se había transfigurado.

Caprichos del bosque, repuse decepcionado.

Promovido por mi desdén, reconvino apresurado: que lo mismo pensara él, hasta que del árbol mentado, surgiera aquel cuerpo animado, tan sólo por una gasa tapado.

Y fue parte y mucho, de lo que me contó el fulano, que aquella triste doncella viniera a cantarle, de cuanto la había pasado.

Le cantó pues sin reparo y, siendo aún más bella en su canto, que hermoso su talle velado; quedó el montañero prendado, y la escuchó embelesado:

“De la lejana Bohemia, doncella vine a esta plaza, y por voluntad no fuera, si no por engaño arrastrada.

Ave del paraíso, en jaula dorada. Mi corazón y mi alma, bajo llave guardaba.

Mil noches arrendada, a ninguno vendida, a muchos prestada, de un hombre maduro, quedé prendada.

Gentil caballero, al que siempre gustó cuanto placer yo le daba, prometió librarme de la noche esclava. Rompió mis cadenas y me llevó, a grupa pelada.

Al altar me subió, bien engalanada; mas, lejos de bien casada, y de su semilla anhelada, la segunda noche supe, que con el mismísimo demonio, estaba desposada.

Que jamás por un hombre, fuera observada, me dejó en palacio, bien enclaustrada; donde otras mil y una noches, sería abusada.

De la lejana Bohemia, doncella no llegué a aquella casa, y por amor no fuera, si no por conveniencia raptada.

Mil y una noches abusada, mil y dos encerrada. Huí de madrugada. Por caminos descalza, por sembrados revolcada, entre arboles acabé, bien emboscada; y no pudo impedir mi destino, que a lomos de su corcel, y por sus perros rastreada, el muy canalla, al fin me encontrara.

Luché con bravura eslava. Clavé mis uñas en su cara; mas, no pude evitar que en mi pecho, él su puñal clavara.

De la lejana Rusia, muerta caí bajo el haya, y por azar no fuera, si no porque la vida me fue arrebatada.

Por un tarado indolente, mi belleza aniquilada, juré para su tormento que volvería, para a todos mostrarla.

De la lejana Bohemia, a yacer bajo un haya, por enraizar mi vida no fuera, que por un puñal fue cercenada. 

De la lejana Bohemia, doncella viniera. Dos mil noches muerta, cien mil resucitada".

Porque una mañana de mayo, aún no se cumplen cien años, del árbol cayó la semilla, sobre su corazón asaetado. 

Nació torcida la vara, de su espíritu ultrajado; mas, como ánade puesta en nido extraño, creció bella y lozana, para encanto del profano. 

Desnuda errante entre álamos desfigurados, dicen pastores la vieron corriendo por los prados; siguiendo con pasos de escarcha a labradores fatigados, y que a la luz de la luna, vestida de bruma, bailando con caídos soldados. 

¿Cayó acaso justicia, sobre aquél maldito bastardo? 

¡No!

Decidme pues amigo dónde se encuentra el árbol transfigurado, que en sus raíces aún duerme un corazón asesinado; mas, nombre quiero ponerle, para su eterno descanso.                                                                      

Ph.Th. (2019)

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