El gusano Pin
Un cuento original de CAROLINA CLEMENTE
Una vez existió
un país llamado Moréria, donde vivían dos hadas: Luz, un hada buena, y Rufa, un
hada malvada.
Todo iba bien en Moréria, porque el hada Luz, se encargaba de
que Rufa no hiciera nada que estropeara demasiado la tranquilidad de sus
habitantes. Para ello, se valía de su Magia más poderosa.
Un día, que la niebla inundó la campiña; mientras Luz
dormía, Rufa aprovechó para robarle el cofre donde guardaba su Magia. Cuando
levantó la niebla, Luz despertó y se asustó mucho al comprobar que le habían
robado. Enseguida sospechó de Rufa, así que fue a verla. Ésta, que no negó
su mala acción, le dijo con prepotencia:
¾ Te devolveré tu magia si me traes el vestido más
precioso que jamás se haya visto en Moréria. Y si no lo tengo antes de la próxima
Luna Nueva, te convertiré a ti, y a todos tus amigos, en piedras grises para
siempre.
Incapaz de hacerle frente, Luz volvió desesperada al bosque
donde vivía. Al encontrarse a sus amigos, rompió a llorar.
Al verla tan triste, extrañados, todos los ciudadanos del
bosque de Moréria la rodearon, preguntándole qué le pasaba.
Tras enjugarse las lagrimas con una bolita de algodón, Luz les
explicó lo ocurrido:
¾ Sin mi Magia estamos a expensas de sus malvados
caprichos –se lamentó entre sollozos al terminar de contarles.
¾ ¡Jó! Pues con lo “rarita” que es Rufa,
cualquiera le da gusto –afirmó Clotilde, la modista.
Y tenía razón. Llevaron a Rufa vestidos preciosos: de lino,
de algodón, de lana; pero ninguno le gustó.
¾ Son todos horribles. No servís para nada más que
para ser piedras –gritaba Rufa.
Mientras tanto, en el Gran Bosque de las Moreras, y ajeno
a estas tribulaciones, vivía Pin, el gusano de seda. Se encontraba casi
siempre solo y un poco triste, porque le hubiera gustado ser pájaro y poder
volar; así que estaba de continuo soñando con ello. Oculto tras las hojas de
morera, disfrutaba mirando a los pájaros volar de rama en rama, de árbol en
árbol.
Para mitigar su tristeza, Pin fabricaba metros y metros de
hilos de seda que amontonaba en ovillos.
Un día, un ave lo descubrió en su escondite, Pin se quedó
paralizado del susto. El pájaro en lugar de comérselo le dijo:
¾ No temas gusanito, soy una paloma, sólo como
semillas.
¾ ¡Uf! ¡Qué susto me has dado! Pensaba que me ibas
a comer –dijo Pin aliviado, y añadió–: no te he visto llegar.
¾ Es que vuelo muy rápido. Sólo he parado para
descansar un momento y saludarte.
¾ ¿Vienes de muy lejos? –le preguntó Pin.
¾ Sí, recorro muchas Comarcas.
¾ ¿Para qué?
¾Pues para dar y recibir mensajes y noticias.
¾ ¿Eres una paloma mensajera?
¾Sí.
¾ ¿Y tienes algún mensaje para mí?
¾No. Pero te puedo contar noticias.
¾ ¿Noticias? ¿Qué es eso?
¾ Pues cosas que pasan a otros, y nos interesa
saber.
¾ ¿Ah, sí? Pues cuéntame alguna noticia.
¾ Vale. ¿Te has enterado de lo que el hada Rufa ha
hecho al hada Luz?
¾ No. ¿Qué le ha hecho?
¾Pues, le ha robado su magia mientras dormía.
¾ ¡Qué malvada! Pero, a mí no me interesaba saber
eso.
¾¿No? –le preguntó la paloma extrañada.
¾ No. A mi sólo me interesa saber cómo se puede
volar. ¿Podrías enseñarme? –le pidió Pin, esperanzado.
¾ Nuestro vuelo es nuestra magia, y sólo la podemos enseñar a nuestros polluelos –le dijo la
paloma, orgullosa–. ¿Cuál es la tuya?
¾ La mía es hacer hilo de seda todo el tiempo -afrimó Pin aburrido.
¾ ¿Hilo de seda? Déjame verlo –le pidió la paloma
interesada.
Pin le mostró el último ovillo que había tejido. La paloma
tiró del hilo con su pico, sacando un buen trozo.
¾ ¡Qué bonito! –exclamó con admiración–. Parece de oro; pero es muy fuerte –añadió sorprendida.
¾Sí, es bonito, pero no sé qué hacer con él.
¾ ¿Sabes una cosa? Después de todo quizá mi
noticia sí te interesaba.
¾ No veo porqué.
Entonces, la paloma le contó que Rufa había
pedido a Luz a cambio de su magia, el vestido más bonito de toda la historia de Moréria, y si no se lo entregaban antes de la Luna Nueva, convertiría a todos en piedras.
¾ Esa Rufa, más que un hada es una bruja –afirmó Pin.
¾ Creo que con este hilo se podrá hacer el vestido que ha pedido Rufa. ¿Puedo llevármelo? –preguntó la paloma.
¾ Creo que con este hilo se podrá hacer el vestido que ha pedido Rufa. ¿Puedo llevármelo? –preguntó la paloma.
¾ Llévate todos los que puedas –le dijo Pin,
incrédulo.
¾De momento sólo me llevaré éste –dijo la
paloma–. Enviaré a mis amigas a por más.
Y marchó volando hacia el cielo, con el capullo en el pico.
Dos días después, una bandada de doscientas palomas
mensajeras volvió a la morera de Pin.
¾Dame todos los ovillos que tengas –le ordenó a
Pin,un pichón bravío.
¾Todos vuestros –consintió Pin, mientras mostraba
un gran montón que tenía acumulados en el tronco hueco de la morera.
Dicho y hecho, en pocos minutos el tesoro de Pin estaba
vacío y una bandada de doscientas palomas desaparecía en el cielo con un ovillo
en cada pico, y otros dos en cada pata.
Con la seda de Pin, Aracnia, la hilandera, tejió el retal
más hermoso que Clotilde viera jamás. La Modista cosió con él un vestido
blanco precioso, el más bonito que alguien viera antes en Moréria.
Al fin Luz, ingenua e ilusionada, le llevó el vestido a Rufa;
ésta, al verlo dijo:
¾ Es bonito, sí; pero el color no me gusta;
es demasiado claro. ¡Llévatelo!
Luz volvió con sus vecinos, desconsolada, y sin
magia. Sólo quedaba un día.
Eso lo arreglo yo rápido –afirmó Betún, el pájaro carbonero,
y añadió–: dadnos ese vestido –Luz, desesperada, se lo entregó.
Al día siguiente, Betún y sus amigos trajeron volando el
vestido; sólo que ahora, en vez de blanco inmaculado, era negro azabache.
¾ ¡Pero qué habéis hecho! –exclamaron todos muy alarmados–.
Ahora sí que no le gustará. Y mañana es Luna Nueva. ¡Estamos perdidos!
¾Os equivocáis –afirmó Betún–. Llevádselo y
veréis.
Luz, desanimada y sin esperanza de éxito, llevó de nuevo el
vestido a Rufa.
¾¡Qué maravilla! ¡Es precioso! ¡Es el vestido más
bonito que he visto nunca! –exclamó Rufa extasiada.
¾Entonces…, ¿me devuelves el cofre? –Rufa, cautivada por la belleza del vestido, no
contestó.
¾ ¿Me devuelves mi cofre? –insistió Luz.
¾ ¡Cógelo y no me molestes! ¡Pesada! –afirmó Rufa
incomodada, mientras abrazada a su nuevo vestido negro de seda, se miraba
presumida en el espejo.
Luz, no se lo pensó dos veces, tomó su cofre y salió
corriendo de la gruta de Rufa. Aún no había llegado a la salida, cuando la oyó
gritar arrepentida al fondo de la galería:
¾¡Espera! ¡Con el vestido no es suficiente!
¡También quiero tu diadema de brillantes!
¾ ¡Es demasiado tarde, Rufa! Ahora que tengo mi
magia tendrás que conformarte con lo que me pediste; y cuidado cómo te
comportas, o haré que tu vestido vuelva a ser blanco.
¾ ¡Nooo! –gritó Rufa de nuevo– ¡Bruja maldita!¡Te
acordarás de esto! –resonó dentro de su gruta.
Ya de vuelta a su casita del bosque, Luz, en presencia de
todos sus amigos, acariciaba feliz el único ovillito de seda que había sobrado;
entonces, le preguntó a la paloma:
¾ ¿Dónde conseguiste este hilo tan precioso?
¾Me lo regaló Pin, el gusano de seda que vive en
el Gran Bosque de las Moreras.
¾ Pues estamos en deuda con él. ¿Qué puedo hacer
para agradecerle su ayuda?
¾ No sé, el pobre hace su hilo mágico mientras
sueña con volar como los pájaros.
¾¿Sueña con volar como los
pájaros? –preguntó Luz, intrigada.
¾Es lo único que ansía –respondió la paloma.
Entonces, Luz, abrió su Cofre de la Magia, sacó de él su
pequeña varita mágica y, mientras decía unas palabras hermosas e incomprensibles
para todos los presentes: giró tres veces la varita en el aire, y luego dio un
toque apenas perceptible sobre el ovillito, que por un momento brilló como si
fuera de oro.
¾ Toma –le dijo a la paloma–. Devuelve este
ovillo a Pin, dile que se haga una camita con él, y que se eche a dormir
en ella.
La paloma voló al árbol donde vivía Pin, le contó las Buenas
Noticias, le dio las gracias en nombre de todos, y le pidió lo que el Hada le
había dicho.
Pin, contento del éxito de su seda, obedeció a la paloma sin
poner objeciones, y esa misma noche, se envolvió con aquél ovillo de seda
formando con él un capullito, y se dispuso a dormir.
Pin durmió tan a gusto, que lo hizo durante diez días;
cuando al fin se despertó, abrió el capullo y, cuando el Sol dio sobre él,
mirándose en el espejo del río, descubrió que el hada Luz le había hecho el
mejor de los regalos posibles, Pin se había convertido en una hermosísima
mariposa blanca, y lo mejor de todo: podía VOLAR.
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