El sueño del Yo.

Yo he estado durmiendo. Yo he tenido un sueño: viajábamos mi esposa y Yo, solos. Yo conducía. Íbamos muy despacio, por un camino flanqueado por árboles; pinos grandes, viejos y con sus troncos retorcidos. Hablábamos de trivialidades, de mi trabajo. Como siempre, Yo dirigía la conversación, con elocuencia y cierta vehemencia. Ella disfrutaba mirando el paisaje con su acostumbrada dulzura y serenidad, y como, la “puñetera”, es capaz de hacer varias cosas a la vez, me seguía la conversación y tecleaba mensajes a nuestra hija.
Atolondrado por mi disertación, Yo tomé un desvío y me acerqué a la orilla de un lago. La superficie era tensa y oscura. Pulida; en ella se reflejaban, el Sol, las plantas acuáticas y los montes circundantes. Nuestro camino, atravesando una ligera pendiente de césped, parecía terminar en la orilla. Yo seguí conduciendo hasta pisar el agua con las ruedas delanteras. Yo, miré y pude ver que el camino se introducía en el agua. Sin parecerme demasiado extraño, Yo decidí seguir; quizá porque, un poco más adentro, detrás de unos carrizos, flotaba otro coche que había tomado la misma decisión. ¡Que gozada! Parecía un sueño. No demasiado preocupados por el prodigio, avanzamos detrás del otro coche que se dirigía lentamente hacia una rampa de cemento que salía del agua en la otra orilla, no demasiado lejos. Entonces, Yo pensé: <<si se mete agua por el tubo de escape se parará el motor y no podré llegar a la rampa>> y Yo, aceleré. El auto, en lugar de “navegar” más rápido, comenzó a oscilar de adelante a atrás. Ella y Yo nos asustamos un poco, así que Yo levanté el pié del acelerador, y el coche, poco a poco, se estabilizó. Nos tranquilizamos. Yo miré a mi alrededor y pude ver otros coches que flotaban en el lago erráticamente. Sus ocupantes parecían disfrutar del “crucero”; demasiado inertes, quizá. Arrastrados por el impulso inicial, y precedidos por el otro coche, grande y negro, nos íbamos aproximando a la rampa de salida. Yo ya estaba impaciente por llegar. Al fin el otro coche alcanzó la rampa, luchó por salir, pero apenas avanzaba. Yo me aproximaba a él, si Yo llegaba antes de que él saliese del agua, chocaría, me frenaría y perdería el impulso necesario para salir. Desesperado: Yo le increpé. Pareció surtir efecto, el tipo de delante sacó del agua su coche alto, negro y bien calzado; paró y bajó a observarme, era mayor, obeso, repeinado y bien vestido; subió de nuevo a su coche y se largó a toda prisa. Al fin, sin más contratiempos, Yo alcancé la rampa, de pronto, Yo sentí que los bajos de mi auto raspaban con la rampa. <<Malas noticias>> --Pensé Yo, y Yo me preocupé, pero Yo enseguida sentí que las ruedas tocaban suelo. Esperanzado, Yo aceleré. Nada: las ruedas resbalaban en el cemento liso y mojado. Yo volví a acelerar y las ruedas chirriaron, pero apenas se elevó el morro del auto. Ella y Yo nos miramos angustiados. Yo Aceleré más y más, las ruedas levantaron cortinas de agua y chirriaron. Chirriaban las ruedas y su chirriar se convirtió en el cantar de los pájaros al otro lado de mi ventaba. Yo me había despertado.
En lo primero que pensé fue en la película “La Cabina” de Antonio Mercero.
Luego Yo me pregunté: ¿Si, Yo soñaba, Yo conducía, Yo decidía, Yo disfrutaba, Yo sufría, Yo aceleraba, Yo miraba, Yo increpaba? ¿Quién hizo pasar mi camino por el lago? ¿Quién me enajenó hasta hacerme creer que mi auto flotaría? Y, lo que es más preocupante: ¿quién decidió que mi coche podía funcionar con el tubo de escape inundado pero no podría salir por la rampa?

Hasta hoy estaba convencido de que, para bien o para mal, yo era dueño de mi destino; ahora no lo tengo tan claro. Si alguien o algo es capaz de engañarnos hasta meternos en una trampa mortal: ¿Dónde quedan la identidad del Yo y el Libre Albedrío 

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