El Confitero.
Terminada su novela, el escritor, vació sobre su escritorio
el cestillo lleno de palabras preciosas que había recolectado durante los seis últimos meses, lo que le trajo a la memoria que, como descuidó su huerto pues el oficio de inventar historias le había tenido muy ocupado, algunas las había tenido que hurtar en la calle y otras muchas, las había robado en las mejores almunias
literarias.
Sin importarle más, y del mismo modo que un confitero reparte frutas
glaseadas, guindas, moras y frambuesas por lo alto de un pastel, pasó el resto
de la tarde salpicándolas por la superficie de su novela; así, donde antes puso
poeta, ahora pone rapsoda, donde dijo médico ahora dice galeno, para decir
superviviente dijo redivivo, para acalorado, vehemente,…
… al final, creyendo que
aún era mucho pastel para tan poca guirnalda, echó mano de la conserva, y
paseando su dedo índice por un bote de la Real Academia , seguramente
caducado, fue eligiendo chocolatinas tan empalagosas como inapropiadas, dejando
caer virutas como manolo, bracero, lumia, jorongo; entre otras.
La indigestión
estaba asegurada.
Comentarios