La Llama Eterna: Relato IV -El daguerrotipo-
Cuando llegó el retratista al hogar de los Keller, su invitada se revolvió. ¿Por qué querían que ella saliera también en el daguerrotipo? -- No lo entiendo, Max –dijo la anciana a su anfitrión–. Es una cosa familiar. ¿Porqué tengo que aparecer yo también ahí? Max Keller explicó a su vieja amiga que sería un bonito recuerdo de aquel día estival de 1840; por eso tenían que salir todos los que estaban presentes en la casa aquella tarde; esto es: es propio Keller, su mujer, sus dos hijas, su cuñado, y hasta la cocinera; y por supuesto ella, Constance von Nissen, de 78 años; de soltera, Constance Weber, y durante su primer matrimonio, Constance Mozart. -- A mí, esto de la fotografía me parece un poco cosa de brujas –dijo ella–. Te sacan con cara de muerto. Un cura me dijo que hay algo de demoníaco en esto, como si te robaran un pedazo del alma. -- ¡Qué va! –repuso él–, es algo precioso, una especie de victoria sobre la muerte; porque, cuando pasa el tiempo, siempre que