La Llama Eterna: Relato II -El peso de la infancia-
Fuente: RNE Sinfonía de la Mañana (Martin Llade) María sostuvo el pedazo de carne entre las manos, sentía latir el pasado con rabia en las yemas de los dedos. Ya desde niña, su hermana Jacky había sido la predilecta, la estilizada, la que arrancaba piropos al pasar por la calle de Manhattan en la que vivían, aquella a la que todo el mundo preveía un futuro de estrella de cine o del teatro; ella, en cambio, era la “gorda”, la fea a la que nadie quería. --¡Eh! ¡Vaca estúpida! –le decía su madre desde la ventana–. Te has olvidado de traer el pan. ó: --¡Eres un montón de grasa con ojos! ¿Quién te va a querer a ti? Y no, no pongas cara de llorar. Si hay algo más penoso que una foca tonta, es una foca llorona. Y, sin embargo, había sido ella la que insistiera en engordarla. Pues, ¿no le habían dicho que era la robustez la que fortalecía la voz, que sólo los cantantes obesos eran los que triunfaban? Ahí tenían el ejemplo de Caruso, o, Emmy Destinn, y ¿no era cierto que