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La resurrección de los muertos (1985).

Mientras, mirando de reojo al retrovisor, se deleitaba observando el reflejo incisivo del sol en sus nuevas gafas de sol, Ramón oyó la noticia en la radio y entonces comprendió que la profecía del Apocalipsis, aunque aún tardaría mucho tiempo, acabaría por hacerse realidad y los muertos saldrían de sus tumbas. Pero más que temor al fin de los días, lo que sintió fue una sensación de desprecio hacia esa gente, los mismos estúpidos de siempre, sólo que ahora sin religión ni creencias morales, estarían dispuestos a gastarse hasta el dinero que no tenían, para clonarse o clonar a cualquier ser querido o deseado, humano o no, de quién aún se pudiera recuperar suficiente masa genética, y así devolverlos de nuevo a la vida. ¡Por favor! sólo por pensarlo se le revolvían las tripas. Se imaginaba compartiendo de nuevo con aquellos a quien se suponía no volvería a ver ni en cielo, ni infierno, pues en estos no creía, por no hablar de aquellos para quienes la muerte había supuesto una auténtic

La Bandera (1987)

Una buena bandera, tirada en el suelo, es como una madre caída, hay que ayudar a izarla, aunque no sea la tuya.

Me voy y me quieren (1977).

Es tarde, demasiado tarde, demasiados pasos hacia delante. Siento como la última brisa me dice, sin su sonrisa, que no volverá a visitarme. Veo, desde mi féretro engalanado, como un perro asustado, que en el horizonte de la calle, ya ha cambiado su dulce talle por un retorcido temor, que en mí ha quebrado en olor. Y es el putrefacto olor que me empieza a rodearme, y si es mi cuerpo el difunto; ¿Por qué estuvo aquel perro a punto, de por mí una lágrima soltar?

Alzheimer.

Cuando falla la memoria, los recuerdos vuelan y se confunden entre las ramas de los árboles como gorriones asustados por la algarabía de unos niños jugando. ¿Servirá de algo enjaularlos entre los negros barrotes de las páginas de un libro?

Nuestros Hijos.

Nuestros hijos no nos pertenecen, son sólo los portadores anónimos de nuestro pasado. Debemos prepararlos para la Vida, despertar su consciencia y, llegado el momento, observarlos desde la distancia que ellos establezcan, disfrutando de sus éxitos, y siempre dispuestos a ayudarles cuando nos lo pidan.

Cuadernos de la infancia (2006).

..acaso esos cuadernos que escribimos cuando niños y que luego olvidamos, no quedan condenados a una espera que podría ser eterna; a que algún día los volvamos a leer. -- ¡Qué triste! Entonces, porque nos empeñamos en que nuestros hijos los escriban. -- Hace miles de años, aprendíamos a caminar dejando nuestras huellas sobre la arena, luego el viento, o el mar, las borraba, y a nadie le importaba; Tiempo después, ya erguidos, manchamos con nuestras manos ensangrentadas lo más profundo de las cuevas, con la esperanza de que sólo los dioses lo vieran. Especie dominante, conquistamos el mundo recorriendo montañas y selvas. Para pisotearlo todo, nos metimos en máquinas que se movían, para acabar caminando sólo por diversión. Del mismo modo, aprendimos a leer y a escribir para conquistar la sabiduría, pero también acabamos confiando el conocimiento a las máquinas. Pronto no será necesario aprender, el saber necesario nos vendrá dado en la impronta. Sólo los arqueólogos leerán. -- Qui

El Confitero.

Terminada su novela, el escritor, vació sobre su escritorio el cestillo lleno de palabras preciosas que había recolectado durante los seis últimos meses, lo que le trajo a la memoria que, como descuidó su huerto pues el oficio de inventar historias le había tenido muy ocupado, algunas las había tenido que hurtar en la calle y otras muchas, las había robado en las mejores almunias literarias.  Sin importarle más, y del mismo modo que un confitero reparte frutas glaseadas, guindas, moras y frambuesas por lo alto de un pastel, pasó el resto de la tarde salpicándolas por la superficie de su novela; así, donde antes puso poeta, ahora pone rapsoda, donde dijo médico ahora dice galeno, para decir superviviente dijo redivivo, para acalorado, vehemente,… … al final, creyendo que aún era mucho pastel para tan poca guirnalda, echó mano de la conserva, y paseando su dedo índice por un bote de la Real Academia , seguramente caducado, fue eligiendo chocolatinas tan empalagosas como inapropiadas