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Alzheimer.

Cuando falla la memoria, los recuerdos vuelan y se confunden entre las ramas de los árboles como gorriones asustados por la algarabía de unos niños jugando. ¿Servirá de algo enjaularlos entre los negros barrotes de las páginas de un libro?

Nuestros Hijos.

Nuestros hijos no nos pertenecen, son sólo los portadores anónimos de nuestro pasado. Debemos prepararlos para la Vida, despertar su consciencia y, llegado el momento, observarlos desde la distancia que ellos establezcan, disfrutando de sus éxitos, y siempre dispuestos a ayudarles cuando nos lo pidan.

Cuadernos de la infancia (2006).

..acaso esos cuadernos que escribimos cuando niños y que luego olvidamos, no quedan condenados a una espera que podría ser eterna; a que algún día los volvamos a leer. -- ¡Qué triste! Entonces, porque nos empeñamos en que nuestros hijos los escriban. -- Hace miles de años, aprendíamos a caminar dejando nuestras huellas sobre la arena, luego el viento, o el mar, las borraba, y a nadie le importaba; Tiempo después, ya erguidos, manchamos con nuestras manos ensangrentadas lo más profundo de las cuevas, con la esperanza de que sólo los dioses lo vieran. Especie dominante, conquistamos el mundo recorriendo montañas y selvas. Para pisotearlo todo, nos metimos en máquinas que se movían, para acabar caminando sólo por diversión. Del mismo modo, aprendimos a leer y a escribir para conquistar la sabiduría, pero también acabamos confiando el conocimiento a las máquinas. Pronto no será necesario aprender, el saber necesario nos vendrá dado en la impronta. Sólo los arqueólogos leerán. -- Qui

El Confitero.

Terminada su novela, el escritor, vació sobre su escritorio el cestillo lleno de palabras preciosas que había recolectado durante los seis últimos meses, lo que le trajo a la memoria que, como descuidó su huerto pues el oficio de inventar historias le había tenido muy ocupado, algunas las había tenido que hurtar en la calle y otras muchas, las había robado en las mejores almunias literarias.  Sin importarle más, y del mismo modo que un confitero reparte frutas glaseadas, guindas, moras y frambuesas por lo alto de un pastel, pasó el resto de la tarde salpicándolas por la superficie de su novela; así, donde antes puso poeta, ahora pone rapsoda, donde dijo médico ahora dice galeno, para decir superviviente dijo redivivo, para acalorado, vehemente,… … al final, creyendo que aún era mucho pastel para tan poca guirnalda, echó mano de la conserva, y paseando su dedo índice por un bote de la Real Academia , seguramente caducado, fue eligiendo chocolatinas tan empalagosas como inapropiadas

Megalomanía (1995).

La megalomanía es la manía de creerse uno a si mismo muy grande, mucho más de lo que realmente es; así, el niño maniático y temeroso, pasea descalzo por la orilla del mar y, abriendo sus ojitos azules, se funde con él, y siente que es grande, tan grande como el mar; por lo mismo, en su cumbre, el escalador, hinchando sus pulmones con el aire frío de la montaña y dejando caer su mirada hacia el horizonte, montaña se siente y es grande, tan grande como el mundo que tiene a sus pies.  El hombre querido, que habiendo alcanzado el cenit de su vida, observa desde la cristalina escalera que le conduce al cielo, a aquellos que quedaron atrás para rezarle, y se siente grande. Así yo, maniático y enamorado de ti hasta la muerte, a tu lado me siento GRANDE, tan grande como TÚ. 

Martha (1988).

Cariño, fija tu mirada en un punto cualquiera del cielo, en pleno día; si miras al sol brillante, su luz te cegará; si miras a la luna, su embrujo te dominará; si miras a las nubes, en ellas tus ojos se dormirán; pero, si tienes suerte, y miras al limpio y profundo cielo azul, tu mirada viajará lejos, y aunque caiga la noche no se enterará; así, un día de suerte, mis ojos se fijaron en los tuyos y de mirarlos nunca se cansarán. Dulce es el color de tu mirada. Frío el tacto de tus manos vacías. Negro es el sabor de tu ausencia. Rojo el de tus labios. Cálido el tacto de tus finos cabellos Salado el color de tus lágrimas secas. Azul el sabor de la brisa que eriza tu pelo, a la orilla del mar.

La Dama del agua (1978).

A ti, sola, soñada, cierta; a ti, mujer de mi puerta. A la tarde vivida, al momento inspirado, al recuerdo expulsado, a la letra sentida, al párrafo borrado; censurado, no escuchado. !Que no se enteren!, que si pueden, me hieren. Que no sepan lo que te he anhelado. Que sólo tú; tú, mi Dama conocida; tú, entre mil elegida, seas la luz que me guía. PhineasTheron (23_nov_1978)