Mientras conducía por la sinuosa carretera de montaña que le llevaría a su destino, Quim podía sentir la presión de la necesidad hurgándole en las entrañas. Hombre calculador y frío tecnólogo, ingeniero empleado en una empresa de explotación de centrales hidroeléctricas; en su entorno laboral se desenvolvía con total naturalidad entre equipos de rudos mecánicos que admiraban su ingenio y su capacidad de liderazgo. Otro tanto sucedía con sus amigos, quienes le reconocían como un hombre sensato y formal, quizá algo introvertido, metódico, y excesivamente volcado hacia su vida familiar, donde también tenía fama de buen esposo, y padre ejemplar. Sin embargo, lo que todos ignoraban de Quim era que internamente siempre había fantaseando y se había dejado llevar en secreto por sus instintos más básicos, sobre todo por el que denominaba: “su llamada de la selva”, que comenzó a visitarle al quinto año de matrimonio, justo después de que naciera su único hijo. Llamada que regresaba indefec...