El Vagabundo II. -Israel-

Pasaron varios días sin que volviéramos a verle. Al principio aún lo nombrábamos cuando pasábamos paseando junto al banco donde le vimos la primera vez. Transcurridas un par de semanas, ambos convencimos nuestras conciencias asumiendo que habría vuelto a casa, que se había tratado de un experimento propio de un muchacho culto y bohemio, pero que ya estaría en su apartamento, quién sabe si de La Moraleja. Asunto zanjado.

Dejar el trabajo para venir a Zaragoza a vivir como un indigente. Hay gente "pa tó".

Como de costumbre, el primer sábado de mes, habíamos hecho limpieza de papeles: correo comercial, periódicos y revistas llenas de vicios y tonterías; libros no, aunque hay un par que ya han dormido durante unos días en el "saco" de los papeles "para tirar", aunque finalmente los he indultado. Uno de ellos no lo escribí yo, y el otro no lo escribió Sánchez Dragó.

Estaba pues introduciendo los papeles en el contenedor Azul, cuando le vi emerger de entre los contenedores Verdes. Volver a verlo, me sorprendió tanto como me decepcionó.

Llevaba exactamente la misma indumentaria que de costumbre: zapatillas irreversiblemente destrozadas, pantalón de pana marrón dos tallas más grande, largo y muy erosionado por los bajos, jersey con vida propia, y el gorro de lana negra calado hasta la nuca; todo igual, sólo que veintiocho días más sucio y con quince grados más en el termómetro de la calle. Su barba pelirroja , que también había cumplido un mes más, aumentaba la blancura impoluta de sus dientes, las pecas de su cara todavía no curtida por el sol, y la claridad de sus ojos grises.

--- Hola --le saludé al pasar a mi lado.
--- ¡Ah! ¡Hola! No te había reconocido --me dijo, pausado y muy seguro de si mismo.
--- Entonces; ¿te acuerdas de mí? --le pregunté vanidoso.
--- Sí. Sí que me acuerdo.
--- Hace días que no te veíamos. Pensábamos que te habrías ido.

No me contestó.

--- ¿Necesitas algo? --le pregunté.
--- No gracias. Estoy genial --me respondió; siempre sonriendo.
--- Pero, estas buscando... --dije, señalando a los contenedores Verdes.
--- No, de verdad. Estoy genial --repitió, mostrándome sus dos bolsas de papel resistente, llenas de mendrugos de pan, botellas de agua medio llenas, y qué se yo que más.

La muletilla recurrente: "Estoy genial", me hizo pensar que el muchacho podía tener algún tipo de trastorno que le había llevado a un estado tan lamentable, lo cual aún reforzó más mi preocupación por él. De repente tuve la necesidad de saber más de él, reconozco que con la intención de poner a prueba su "fortaleza" mental. Como si yo tuviera aptitudes para semejante examen. :)

--- ¿Cómo te llamas? --le pregunté, con cierto pudor y esperando que no me contestaría.
--- Israel --me contestó, sin pensarlo dos veces.
--- Phineas --le dije, tendiéndole mi mano, que el aceptó tras dejar una de sus bolsas en el suelo.
--- ¿De dónde eres? --le pregunté, en otro alarde de genialidad psicoanalítica.
--- De Madrid. --me contestó enseguida.

Ahora sé que, de haber seguido el interrogatorio, me habría dicho todo sobre él. Y os podría mentir diciendo que me sentí como un... "Gestapo", interrogando a un pobre joven; pero la verdad es que sentí cómo, la aparente sinceridad con la que Israel desvelaba su intimidad, ponía en peligro la mía, así que: en lugar de preguntarle su nombre completo, dónde estaba tu familia, si quería que le pusiera en contacto con ellos, o al menos decirle "ven conmigo que te vamos a ayudar", huí de la siguiente forma hipócrita:

--- Si necesitas cualquier cosa, pasa por ese portal (que no era el mío) todos los días a las ocho de la tarde.
--- Vale. Gracias. Estoy genial, de verdad. Estoy genial --me contestó.
--- Bueno, pero si quieres, ya sabes --insistí, sinceramente.
--- Gracias --repitió, recogiendo su bolsa y alejándose de mí.
--- Bueno. Adiós Israel.
--- Adiós Phineas --correspondió sonriendo.

Observé en que dirección desaparecía y volví a casa con la conciencia revuelta. Al llegar, le conté a Martha lo sucedido. Ella, de inmediato, se puso a preparar una bolsa de lona con ropa usada de nuestro hijo, más acorde a la época del año en la que entrábamos, bebida y comida  para dos días.

Corrimos a buscarlo, pero no le encontramos.

Continuará....

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