Doloritas y perrico “Sisobra”.
Una familia humilde: madre y tres hijas, con el padre obligado a luchar en una guerra. Las cuatro esperaban confiadas su regreso con la puerta de casa abierta, casi sin comida ni esperanza. Se veían tan necesitadas y débiles, que no tenían ni aliento con el que alimentar su inspiración para ponerle nombre a un perrillo callejero que, una fría tarde de invierno, decidió adoptarlas para que al menos le dejaran hacerse un pequeño ovillo junto al fuego. Sin oposición que se lo impidiera, el pobrecillo chucho se instaló junto a ellas, a los pies de la chimenea. Se le veía tan desolado y triste que apenas levantaba su cabeza del suelo ni para agradecer las caricias de las niñas. Cuando una de las hijas, Dolores, le preguntó a su madre: – Mamá, ¿podremos darle algo de la cena al perrico? – Hija mía, pero si casi no tenemos ni para nosotras. – contestó resignada la madre. El perrito ni se inmutó. Pero, cuando la niña insistió: – Y… ¿Si sobra algo? Entonces