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Megalomanía (1995).

La megalomanía es la manía de creerse uno a si mismo muy grande, mucho más de lo que realmente es; así, el niño maniático y temeroso, pasea descalzo por la orilla del mar y, abriendo sus ojitos azules, se funde con él, y siente que es grande, tan grande como el mar; por lo mismo, en su cumbre, el escalador, hinchando sus pulmones con el aire frío de la montaña y dejando caer su mirada hacia el horizonte, montaña se siente y es grande, tan grande como el mundo que tiene a sus pies.  El hombre querido, que habiendo alcanzado el cenit de su vida, observa desde la cristalina escalera que le conduce al cielo, a aquellos que quedaron atrás para rezarle, y se siente grande. Así yo, maniático y enamorado de ti hasta la muerte, a tu lado me siento GRANDE, tan grande como TÚ. 

Martha (1988).

Cariño, fija tu mirada en un punto cualquiera del cielo, en pleno día; si miras al sol brillante, su luz te cegará; si miras a la luna, su embrujo te dominará; si miras a las nubes, en ellas tus ojos se dormirán; pero, si tienes suerte, y miras al limpio y profundo cielo azul, tu mirada viajará lejos, y aunque caiga la noche no se enterará; así, un día de suerte, mis ojos se fijaron en los tuyos y de mirarlos nunca se cansarán. Dulce es el color de tu mirada. Frío el tacto de tus manos vacías. Negro es el sabor de tu ausencia. Rojo el de tus labios. Cálido el tacto de tus finos cabellos Salado el color de tus lágrimas secas. Azul el sabor de la brisa que eriza tu pelo, a la orilla del mar.

La Dama del agua (1978).

A ti, sola, soñada, cierta; a ti, mujer de mi puerta. A la tarde vivida, al momento inspirado, al recuerdo expulsado, a la letra sentida, al párrafo borrado; censurado, no escuchado. !Que no se enteren!, que si pueden, me hieren. Que no sepan lo que te he anhelado. Que sólo tú; tú, mi Dama conocida; tú, entre mil elegida, seas la luz que me guía. PhineasTheron (23_nov_1978)

El bosque de las tinieblas y el undécimo hombre (versión reducida).

   Una vez, hace muchos, muchos años, íbamos diez en expedición por un bosque del Pirineo Oscense, cerca de Alins-Azanuy. El bosque recubría la media ladera de un barranco fluvial que, poco a poco, se iba estrechando. Llegados al pie de un gran macizo rocoso, donde nunca entraba la LUZ, el bosque se volvió oscuro y neblinoso: tenebroso, muy tenebroso, os lo juro. Yo comandaba la expedición. Teníamos que regresar hasta el vivac que habíamos montado la noche anterior en las afueras de Las Paules. Tan aterrador se volvió el bosque que me pareció un buen motivo para poner en práctica una técnica militar: mientras se avanza en fila "india" por un pantano oscuro y peligroso, ir numerando el pelotón de cabeza a cola: uno, dos, tres.... diez y luego viceversa de cola a cabeza: uno, dos, tres... mi predecesor, el sargento Leza, el nueve y yo, el Alférez Theron, el diez. El bosque se volvió tan extraño que, sumergidos en su vaho lúgubre, no había más vida que nosotros y multitud de ho

Bossa Nova.

Nació en Ipanema, una mañana de un día como hoy de 1956. Bossa Nova no fue alumbrada, fue la Luz misma que irrumpió violenta en la oscura estancia del  Baronneti’s Club , al abrir puertas y ventanas para ventilar sus paredes aterciopeladas de su impregnación a éxtasis erótico, tabaco y náusea etílica.  Había sido una noche aciaga y negra. La luna, ausente, no había acudido a mecerse desnuda desdibujándose en las aguas poco profundas de Ipanema, ni en las de Copacabana. Después de varias horas de Samba y Cachaça, los habitantes de la oscuridad, se habían guarecido taciturnos, ocultándose en los reservados purpúreos y neblinosos del club; sólo la agitación y el sudoroso brillo de sus cuerpos semidesnudos, delataba su presencia. Bossa Nova vino con el Sol y no lo hizo de cara, sino a traición, por las puertas traseras del Club, pues en Río amanece tarde y desde las montañas. Los últimos clientes dormían sobre los senos hinchados de jovencitas cariocas, que aprovechaban para desay

La Peña Montañesa.

Dice el romance del loco, que fue un visionario, que duerme la joven pastora, su sueño milenario. Sábanas de nieve sobre su cuerpo lozano, al río se fueron en cuanto llegó el verano, y cúbrenlo ahora las nubes, de la mirada del villano, hasta que un príncipe Cheso, la despierte de un beso, en la mano.

Dolores.

Hoy se cumplen diez años del fallecimiento de madre, Dolores: una infancia en guerra, veinte años con el reloj social girando al revés, cuatro décadas de sumisión y trabajo duro, aquí y en el extranjero. Dos hijos bien criados, una jubilación merecida pero efímera, truncada por la enfermedad y once años postrada en la cama; en coma vegetativo. Una tragedia vaticinada por su nombre. Oración: Qué gran abuela se perdieron mis hijos. ¡¡Redios!!