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Agua, II: Aquademia.

Hay aspectos de la cultura humana que precisan de una atención especial, tal era el caso de la seguridad laboral que, ante la sangría de accidentes de trabajo, hizo necesaria una legislación penal de urgencia para los responsables y una formación tardía, intensiva y recurrente de todos los trabajadores, hasta conseguir una reducción drástica de los accidentes de trabajo. La Cultura de Seguridad todavía no es asignatura troncal en la educación primaria, así nos va aún. Pero, a lo que iba, ¿y la Cultura del Agua? ¿Como andamos de ésta? Mal. La urbanización de la Sociedad nos ha separado de la preocupación por el agua y nos ha convencido de que es un producto de consumo que otros fabrican y nos ponen en casa a un precio asequible, pero cada vez más ligado a los caprichos liberales de modo que, algún día, no todos tendremos capacidad de adquirir agua de calidad. ¡Pues no señor! Agua potable para beber, aire limpio para respirar y el suelo firme donde pisar, son derechos inalienables de t

El Tesoro de Puerta Cinegia.

Hace años, tomaba a diario el autobús en la Plaza de España, frente al espacio vacío, demolido y cercado, donde ahora se encuentra el centro comercial Puerta Cinegia.  Mientras aguardaba a que llegase el urbano, observaba de reojo algo que durante un tiempo me hizo soñar despierto: se trataba de una caja fuerte empotrada en uno de los muros descarnados que delimitaban el solar en obras citado; antes, tabique norte de un tercer piso, aún recubierto por jirones medio despegados de un papel pintado, horroroso. Lo que más me intrigaba era que, a pesar de que hacía meses que los obreros habían derribado los pisos, la caja permanecía cerrada. Qué honrados los obreros pensaba. Seguro que está vacía, me decía a mi mismo; pero…, y si unos por otros, nadie intentó abrirla; ahora, a esa altura ya nadie llega. ¿Qué tendrá dentro? Seguramente documentos de algún comerciante de ultramarinos finos (¡Cómo me gusta esta palabra!) de los que había en el Coso. Quién sabe si dinero antiguo. De regreso a

El Creador, I

Alguien dijo que el Creador hizo al hombre con el único propósito de que le compusiera música. Así que guardo la esperanza de que las mejores melodías aún están por escribirse. Así pues, continuará...

Mi abuelo, I

Mi abuelo estuvo en Argeles Sur Mer, pero pudo volver. Dos paisanos suyos no tuvieron suerte, todo porque uno era mudo (sordo) y su hermano no lo abandonó; y eso que estaba casado (eso es fraternidad). Los franceses los entregaron a los nazis y terminaron sus días en Ausbiss o como quiera que se llame el pueblucho aquél. Mi abuelo había dejado tres hijas, y decidió volver. Curiosamente lo emplearon para trabajos forzados en las ruinas de Ampurias.  Sonrió a veces, que yo lo vi, pero nunca volvió a reír.

La Señora de Susín.

Nuevo en la Comarca, la semana pasada, mientras volvía de Sallent en compañía del emérito ex-alcalde de Senegüe, éste me comentó sobre esta Señora de quien yo no tenía noticia, y me gustó mucho su relato vital: el de una mujer inteligente, sensible, valiente y querida; que no sé, si por voluntad propia, pero con la misma determinación de quien funda un pueblo nuevo, había decidido ser su última moradora. Intrigado, desde la carretera de Biescas, busqué entre el bosque nevado las pocas casas que aún se ven de Susín, con la ingenua esperanza de verla en la distancia.  ---Un día iremos a que la conozcas --me prometió José Ángel.  Ahora sé que no será posible, y siento su ausencia como quien se ve obligado a leer la última página de un relato fabuloso, antes de comenzar a leerlo.  D.E.P. Señora de Susín.

Memorias de Quinin, II

Una vez, de mocete, reformando la casa de mis padres me atrapé dos dedos con una viga de hormigón y se me pusieron las uñas índice y corazón negras y me hacían "tras-tras". Tomé una aguja, la puse al rojo, y alivié la presión de la sangre. Evité que se me cayeran. Entonces no había internet, ni médicos en la familia. Lo había aprendido un año atrás de un primo segundo mío, nacido en Chaville-París, que se aplastó un dedo tratando de extraer una "pichilina" de una roca caliza en los montes de mi pueblo. Las “Pichilinas” . Así era como llamábamos en mi pueblo a unas piedrecicas mu majas, que resulta que eran fósiles de: ammonites, tebrerátulas y richonellas.

Memorias de Quinin, I

Cuando era niño, teníamos una estufa en el centro de la clase y la preparábamos por turnos cada día. Una vez, no recuerdo como, a un paisano se le ocurrió (él ya sabría algo) traer trozos de pezuña de la herrería y los metió entre el carbón. El olor fue tan nauseabundo que hubo que desalojar. Compartí el castigo por colaborar en lo que pensaba era un experimento temprano de bio-combustible.