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El Vagabundo II. -Israel-

Pasaron varios días sin que volviéramos a verle. Al principio aún lo nombrábamos cuando pasábamos paseando junto al banco donde le vimos la primera vez. Transcurridas un par de semanas, ambos convencimos nuestras conciencias asumiendo que habría vuelto a casa, que se había tratado de un experimento propio de un muchacho culto y bohemio, pero que ya estaría en su apartamento, quién sabe si de La Moraleja. Asunto zanjado. Dejar el trabajo para venir a Zaragoza a vivir como un indigente. Hay gente "pa tó". Como de costumbre, el primer sábado de mes, habíamos hecho limpieza de papeles: correo comercial, periódicos y revistas llenas de vicios y tonterías; libros no, aunque hay un par que ya han dormido durante unos días en el "saco" de los papeles "para tirar", aunque finalmente los he indultado. Uno de ellos no lo escribí yo, y el otro no lo escribió Sánchez Dragó. Estaba pues introduciendo los papeles en el contenedor Azul, cuando le vi emerger de entr

El Vagabundo I.

La vida nos rodea con unos límites sociológicos que definen el campo de batalla de nuestro ejercicio vital. Estos límites cambian con el tiempo; con frecuencia nos afanamos en ampliarlos con conquistas que no siempre conseguimos, incluso llegamos a perder terreno en amargas derrotas. A veces lo hacen espontáneamente, ora abriéndonos nuevos horizontes, ora limitando o impidiéndonos el acceso a espacios ya conocidos. Otras veces, las alteraciones resultan de la entrada o salida de actores nuevos, que suman o restan su espacio al nuestro: amig@s, espos@s, hij@s, novi@s, seres queridos que nos dejan. Excepcionalmente, aparecen personas que irrumpen en nuestras vidas de forma totalmente inesperada, incluso involuntaria y sin aportar nada a cambio, al menos aparentemente. Algo así nos viene ocurriendo a mi esposa y a mí desde hace unos meses. Comenzó a primeros de mayo, aún hacía frío; ya sabéis cuánto tardó en llegar esta primavera "otoñal" que hemos sufrido. Paseábamos por

Los Bandoleros del Siglo XXI (inspirado en la canción El Bandoler, de Lluis Llach

Ahora, en el siglo XXI, los bandoleros ya no parecen tan malvados, no asaltan carruajes y ya no clavan sádicos sus dagas oxidadas a el pecho de los viajeros desprevenidos. Se ocultan con semblantes amables e inocentes, tras atriles, mostrad ores, púlpitos y pantallas de plasma; desde donde siguen vaciando los bolsillos de los ciudadanos confiados. Parecen más civilizados, no disfrutan de la sangre brotando de sus víctimas, prefieren el silencio de sus bolsillos vacíos; eso sí, siguen sin mostrar piedad de sus desahuciados. ¿Les quedará a las víctimas el consuelo: de verlos condenados, arrodillados rezando delante de la Virgen del Carmen, pidiendo piedad? Ningú ho veurà (Nadie lo verá).

El Indio Ibérico

Ya nos falta menos para volver al Indio Ibérico. ¡Fuera el urbanismo romano! ¡A cascarla el derecho canónico! Olvidemos el misticismo post-visigodo, ni hablar de cultura árabe. ¡Qué puñetas fue eso del descubrimiento de América! ¡Abajo los nuevos ricos indianos! !Vivan Mandonio e Indívil! Un ejemplo: Nuestras carreteras comarcales. Cuando sean todas de tierra, serán mucho menos peligrosas. Es sarcasmo ¡Eh! Ya me parece estar viendo a los futuros indios rastreadores ibéricos, vestidos con taparrabos hechos de jirones de táctel, ornamentados con una raya blanca partiendo en dos su rostro, el pecho con listas rojigualdas; agachados entre los arbustos en busca de trazas de la antigua vía Almodense. El hijo le dice al padre en su lengua aborigen: -- Mira papaaïta, here pos veure Handiak Serp Blanca aztarna. A lo que el padre responde: -- Uzten ver, little Ikerjordi.

La Era de Acuario.

NOVAM AETATEM AQVARIVS Justo después de que la siniestra guadaña de Chronos segara el último instante de nuestra Era, Clio dio vuelta a la Clepsidra. La gran renovación de los tiempos ha llegado, la Era de Acuario ha comenzado. Feliz Nueva Era de Acuario

La boda (Dentro del Agua, 1996).

Al salir del hotel, justo antes de partir hacia su luna de miel, Ramón entregó a Andrea una cajita pequeña. Ella, bellísima, sonrió; seguramente por lo lamentablemente envuelta que estaba. La abrió deprisa. Dentro había un teléfono móvil muy usado, lo reconoció al instante, era el viejo móvil que Ramón hacía tiempo no usaba. — ¿Y, esto?   __ preguntó Andrea. — Esto es solo un símbolo, si alguna vez lo necesitáis no dudéis en llamarme, ya sabes, da igual la hora. — Gracias, papá. —   Que seáis muy felices ___ Andrea, a su lado, lloraba de alegría. ...

El viaje de vuelta a casa (1989).

Aquella fría y ventosa tarde de principios de marzo; Ramón, mientras conducía de vuelta casa, vio una bandada de aves que venían volando desde África. Luchaban contra el viento para conseguir suficiente altura y así remontar los Pirineos. Al verlas, reflexionó sobre la importancia que nos damos los seres humanos cuando repasamos nuestra historia, se nos hincha el pecho pensando en Aníbal, en Colón, en Napoleón y en tantas otras gestas épicas aunque con frecuencia dudosamente honrosas. Pensó que en ese mismo momento él podía estar presenciando una gesta que, por natural, no podía ser menos épica y desde luego mucho más honorable; cuyos personajes, podían estar expuestos a aventuras tan gloriosas como las de los propios humanos. Sin embargo, nadie hablaría jamás de ellos.