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La Llama Eterna: Relato V -La partitura-

     Fuente: RNE Sinfonía de la Mañana (Martin Llade)     El maestro sacó un cigarro de su petaca y lo encendió con parsimonia, el muchacho lo contempló expectante; acaso aguardando a que le invitara a uno, pero no fue el caso. Consciente de ello, el hombre le ofreció un caramelo de un estuche de nácar que guardaba en sus bolsillos. El niño no lo quiso. - Verás, amiguito –comenzó el hombre–, cuando yo tenía tu edad, más o menos, los Mombeli representaron Las Bodas de Fígaro de Marcos Portugal, en Bolonia. Yo estaba enamorado de una muchachita de catorce años, que estaba como loca con aquella obra, y deseaba con toda su alma poseer la partitura del Aria de la Condesa, del segundo acto. La obra no había sido impresa en Italia, pero me enteré de dónde tenía el copista su taller, y allí me presenté. Esperaba que mi candidez de adolescente le persuadiera de darme una copia de la dichosa Aria. El tipo me echó con “cajas destempladas” diciendo que tenía mucho trabajo. He de decir que

La Llama Eterna: Relato IV -El daguerrotipo-

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   Cuando llegó el retratista al hogar de los Keller, su invitada se revolvió. ¿Por qué querían que ella saliera también en el daguerrotipo? -- No lo entiendo, Max –dijo la anciana a su anfitrión–. Es una cosa familiar. ¿Porqué tengo que aparecer yo también ahí? Max Keller explicó a su vieja amiga que sería un bonito recuerdo de aquel día estival de 1840; por eso tenían que salir todos los que estaban presentes en la casa aquella tarde; esto es: es propio Keller, su mujer, sus dos hijas, su cuñado, y hasta la cocinera; y por supuesto ella, Constance von Nissen, de 78 años; de soltera, Constance Weber, y durante su primer matrimonio, Constance Mozart. -- A mí, esto de la fotografía me parece un poco cosa de brujas –dijo ella–. Te sacan con cara de muerto. Un cura me dijo que hay algo de demoníaco en esto, como si te robaran un pedazo del alma. -- ¡Qué va! –repuso él–, es algo precioso, una especie de victoria sobre la muerte; porque, cuando pasa el tiempo, siempre que

La Llama Eterna: Relato III -La última rosa del verano-

    Fuente: RNE Sinfonía de la Mañana (Martin Llade)     Nunca hubiera podido sospechar la soprano Therese Tietjens, que su mayor triunfo en escena lo tendría en Dublin, cantando una canción que no era habitual en su repertorio. Acababa de interpretar, de forma absolutamente magistral, el aria “Océano, tú poderoso monstruo” de Oberon de Weber, cuando el público irlandés alcanzó el deliro. Fueron tantos los bravos, los taconeos, y las palmas enrojecidas, que decidió obsequiarles; hizo parar a la orquesta, y anunció que iba a cantar la hermosa melodía irlandesa: “La última rosa del verano”. ¾   No tenemos esa partitura para orquesta –se encogió de hombros el Director Bettini. Alguien propuso traer un piano, y, dicho y hecho, pronto se vio a Bettini empujándolo por el pasillo del patio de butacas, asistido por dos tramoyistas. ¾   Vosotros –señaló la Soprano a varios de los figurantes de Oberon, que ahora contemplaban el espectáculo, fumando y bebiendo whisky de sus petacas

La Llama Eterna: Relato II -El peso de la infancia-

    Fuente: RNE Sinfonía de la Mañana (Martin Llade)    María sostuvo el pedazo de carne entre las manos, sentía latir el pasado con rabia en las yemas de los dedos. Ya desde niña, su hermana Jacky había sido la predilecta, la estilizada, la que arrancaba piropos al pasar por la calle de Manhattan en la que vivían, aquella a la que todo el mundo preveía un futuro de estrella de cine o del teatro; ella, en cambio, era la “gorda”, la fea a la que nadie quería. --¡Eh! ¡Vaca estúpida! –le decía su madre desde la ventana–. Te has olvidado de traer el pan. ó: --¡Eres un montón de grasa con ojos! ¿Quién te va a querer a ti? Y no, no pongas cara de llorar. Si hay algo más penoso que una foca tonta, es una foca llorona. Y, sin embargo, había sido ella la que insistiera en engordarla. Pues, ¿no le habían dicho que era la robustez la que fortalecía la voz, que sólo los cantantes obesos eran los que triunfaban? Ahí tenían el ejemplo de Caruso, o, Emmy Destinn, y ¿no era cierto que

La Llama Eterna: Relato I -Libertad vs Lealtad-

    Fuente: RNE Sinfonía de la Mañana (Martin Llade)     El milanés Ronconi, tenía especial predilección por la ópera de Bellini, no en vano se había dado a conocer de forma triunfal en Pavia como el “baldeburgo de la estraniera”. A partir de ese momento se convirtió en el barítono más cotizado de toda Italia, y era lógico que hubiera expectación por parte del público, por verle actuar en Génova; aunque más expectación tenía la policía de la ciudad, que le citó en comisaría pocas horas antes de la primera de las funciones, en el teatro Carlo Felichi. --Ante todo, hay que evitar todo tipo de provocación –fue lo primero que le dijo el Comisario, que le invitó a compartir un vaso de vino con él, y añadió--: los genoveses van a la ópera a divertirse, y no a buscar problemas. --¿Qué problemas puede ocasionar I Puritani? –le preguntó Ronconi, y añadió--: es una historia de amor, ambientada hace dos siglos en Escocia. --Y escrita por el subversivo Walter Scott –repuso el comisa

El humor de los Mártires

Si algo he aprendido en mi más de medio siglo de Consciencia, es que nada es casual y tampoco es gratuito. Observo Seres Humanos que están convencidos de que su Redención es lo más importante para su "Todopoderoso", y hacen de ello el objetivo de su Existencia; eligiendo a veces el Martirio propio como camino de Salvación.   Sin aplicar la lupa de la convivencia, afirmo que nada tengo que objetar, aunque siempre me ha parecido una actitud lo suficientemente Antinatural como para hacérsela mirar por un especialista. Pero hay casos peores: todavía hay Seres Humanos, sin valor para el sufrimiento, que se creen con derecho ha rentabilizar como propio el martirio ajeno, con la simple intervención de su Exaltación. Yo creía que este derecho pertenecía a tiempos remotos, pero los acontecimientos actuales me han demostrado, una vez más, que nada ha cambiado. ¿En qué estarían pensando quienes decidieron, de modo selectivo, traer a dos misioneros infectados de una enfermedad con

Noches de ranas, y días de panes y peces.

  Estaba muy cansado. La noche anterior no había pegado ojo. Fue una noche "de ranas", como aquellas que siendo un mozalbete pasaba en vela inmerso en la sensación de culpa, después de haber pasado la tarde con mis amigos en la Balsa de la Higuera, atrapando, que no pescando,  ranas entre los juncos de la orilla, para someterlas después a tantas tropelías como nuestra amplia imaginación de pequeños exploradores nos ofrecía: meterlas en un frasco de cristal de Nescafé con tarántulas o "arraclavos", darlas de comer a una culebra, hacerlas fumar hasta explotar, diseccionarlas con un estilete oxidado entre fraseos seudocientíficos; para terminar ensartándolas en un palo de anea, y asarlas como si fueran guixas.  Afortunadamente nunca nos las comimos, o quizá sí, ya no lo recuerdo. Moro, mi querido amigo canino, no las comió; de eso sí estoy seguro.  Por la noche, sin saber porqué, o me desvelaba, o tenía pesadillas inmerso en aguas oscuras y cenagosas llenas de bat