Entradas

ACEPCIONES. Capítulo 1 --El Deseo--

1 El Deseo. Es el Arquitecto (-1). 1.1 El “Deseo de Ser”. Es el Arquitecto de la Materia: a partir de la Nada y la Antinada. 1.1 El “Deseo de Ser”. Es el Arquitecto de la Materia: a partir de la Nada y la Antinada. 1.1.1 Deseos de Ser Convergentes. Son aquellos que pueden ser compartidos por los Seres Animados (7.1) entre sí, o con Seres Inanimados (7.2). La Consciencia (2) de Sentir () estos Deseos se ve amplificada cuanto mayor es el número de Seres copartícipes, o más fuertes son éstos; llegando a Ser () tan intensa, que supera la capacidad de la Conciencia (2.1) para juzgar ocasionando trastornos de comportamiento como la Adicción () o la Afiliación (). En ocasiones los Deseos de Ser Convergentes son tan fuertes, que diluyen los Deseos de Ser individuales dando lugar a un Deseo de Ser Común () con entidad propia de Ser Animado Colectivo (), por ejemplo un equipo de fútbol o un partido político. La Convergencia de los Deseos de Ser se puede f

ACEPCIONES. Capítulo CERO – EL Génesis –

0.0 El Génesis, fue la aparición espontánea de la primera Nada, como primer deseo del Arquitecto. 0.1 El Verbo Ser: “Sea”, fue la primera Antinada, el primer “Deseo de Ser” de la Nada.  0.2 La Palabra: “Luz”, fue la primera palabra pronunciada por la Nada. 0.3 La Luz, fue el primer “Deseo de Ser” cumplido de la Nada, la primera Materia creada. 0.4 El verbo Hacer: “Hágase”, fue la primera Antimateria, el primer “Deseo de no ser” de la Materia. 0.5 La Palabra: “Oscuridad”, fue la primera palabra pronunciada por la Materia. 0.6 La Oscuridad: fue el primer “Deseo de no ser” cumplido de la Materia, la primera Nada regenerada, la primera ausencia de Luz. ...

ACEPCIONES. Capítulo (-1.0) –El Arquitecto–

Sería muy pretencioso por mi parte pretender tener acepciones para TODO, pero permitirme sólo una intuición: el Arquitecto es quien desea, es el Deseo en sí y está en TODO. Todo lo desea, todo lo consigue y casi todo lo pierde; la Diferencia que le queda, es lo que existe realmente en cada instante. Bienvenidos a las nuevas Acepciones de Phineas Theron Se aceptan sugerencias

El Vagabundo III. "El Príncipe de Rotonda"

... Lo encontré de nuevo pocos días después; se había afincado en la plaza más recóndita de nuestro barrio: de pie, frente al banco sobre el que reposaban sus bolsas de papel y una botella de agua medio llena, gesticulaba y hablaba; no sé si solo, o con la morera frondosa bajo cuya sombra se refugiaba. Esperé un momento a que "volviera" de su conversación, y me acerqué a él: -- Hola Israel -le saludé. --¡Aah! ¡Hoola amiigo! -me contestó, sorprendido y simpático. -- Pensaba que habrías vuelto a Madrid -le dije,  mostrando cierto disgusto de verle aún así. -- No. No he vuelto. Voy a quedarme unos días más por aquí. -- ¿No tienes calor con tanta ropa? -le dije, mirando a su gorro de lana, calado hasta las orejas. -- Estoy bien así, gracias. -- Si esperas un rato aquí, te traeremos comida y algo de ropa de verano -le prometí. -- Como quieras, pero estoy bien. De verdad. Tengo de todo -dijo, señalando sus bolsas de papel. --¿Has comido? -le pregunté. --Ahora me iba a

Días de panes y peces

Ramón Jordan, tenía otro día "de ranas"; de ese modo tan peculiar y personal definía la sensación de culpa que le rodeaba de niño cada vez que volvía de la Balsa de la Higuera después de haber pasado la tarde con sus amigos, atrapando, que no pescando,  ranas entre los juncos de la orilla, para someterlas después a tantas tropelías como su amplia imaginación de pequeños exploradores les ofrecía: meterlas en un frasco de cristal de Nescafé con tarántulas o "arraclavos", darlas de comer a una culebra, hacerlas fumar hasta explotar, diseccionarlas con un estilete oxidado entre fraseos seudocientíficos, para luego ensartarlas en un palo de anea y asarlas. Afortunadamente nunca se las comieron, su querido perro Moro, tampoco. Por la noche, sin saber porqué, o se desvelaba o tenía pesadillas con aguas oscuras llenas de batracios. Siempre se preguntó si a sus compañeros les costaba tanto conciliar el sueño como a él. A sus cincuenta años recién cumplidos, pensar en semeja

El Vagabundo II. -Israel-

Pasaron varios días sin que volviéramos a verle. Al principio aún lo nombrábamos cuando pasábamos paseando junto al banco donde le vimos la primera vez. Transcurridas un par de semanas, ambos convencimos nuestras conciencias asumiendo que habría vuelto a casa, que se había tratado de un experimento propio de un muchacho culto y bohemio, pero que ya estaría en su apartamento, quién sabe si de La Moraleja. Asunto zanjado. Dejar el trabajo para venir a Zaragoza a vivir como un indigente. Hay gente "pa tó". Como de costumbre, el primer sábado de mes, habíamos hecho limpieza de papeles: correo comercial, periódicos y revistas llenas de vicios y tonterías; libros no, aunque hay un par que ya han dormido durante unos días en el "saco" de los papeles "para tirar", aunque finalmente los he indultado. Uno de ellos no lo escribí yo, y el otro no lo escribió Sánchez Dragó. Estaba pues introduciendo los papeles en el contenedor Azul, cuando le vi emerger de entr

El Vagabundo I.

La vida nos rodea con unos límites sociológicos que definen el campo de batalla de nuestro ejercicio vital. Estos límites cambian con el tiempo; con frecuencia nos afanamos en ampliarlos con conquistas que no siempre conseguimos, incluso llegamos a perder terreno en amargas derrotas. A veces lo hacen espontáneamente, ora abriéndonos nuevos horizontes, ora limitando o impidiéndonos el acceso a espacios ya conocidos. Otras veces, las alteraciones resultan de la entrada o salida de actores nuevos, que suman o restan su espacio al nuestro: amig@s, espos@s, hij@s, novi@s, seres queridos que nos dejan. Excepcionalmente, aparecen personas que irrumpen en nuestras vidas de forma totalmente inesperada, incluso involuntaria y sin aportar nada a cambio, al menos aparentemente. Algo así nos viene ocurriendo a mi esposa y a mí desde hace unos meses. Comenzó a primeros de mayo, aún hacía frío; ya sabéis cuánto tardó en llegar esta primavera "otoñal" que hemos sufrido. Paseábamos por