VAGABUNDO X -Adiós a Rotonda-


Rotonda no es el Jardín del Eden, si no la patria distópica de los náufragos de nuestra Sociedad. Por mí, perdida en su memoria narcotizada por el agrio fermento de su dulce esperanza podrida, puede seguir vacía y olvidada por tanto tiempo como la casualidad desee. Mientras tanto, atado al mástil de mi comodidad, escucho en la noche cantos de sirenas de destellantes rojiazules, y la observo tan atraído como receloso: imaginándome vagabundeando por sus praderas verdes, buscando la atención de una juventud que ya no escucha a sus ancianos, o miccionando penitente entre los setos; y me aterrorizo pensando: <<ese no sería mi peor destino, el peor sería que en lugar de ser yo el náufrago, lo fuera alguno de mis hijos>>.

Quizá la Humanidad lleva varios centenares de miles de años caminando por un sendero, no quiero decir equivocado, si no errado. Errados son los pasos que no conducen a ningún sitio, acaso a girar, una y otra vez, en torno a un espacio finito, el Paraíso. La Humanidad, embarcada en sus distintas Civilizaciones, gira y gira como el asno que acciona la noria para sacar mucha más agua de la que necesita para subsistir, ¿por qué lo hace? Mejor dicho: ¿para quién lo hace?

Después de más de medio siglo dándole vueltas al asunto, y dos años navegando alrededor del Reyno de la Isla de Rotonda: observando sus costas, sus paisajes, sus pobladores, sus costumbres, sus virtudes, sus pecados, sus riquezas y sus miserias; ahora que ha sido abandonada por la Gracia de su Monarca, he comprendido que así no voy a ninguna parte, y que nuestra Civilización, embarcada en esos grandes buques que son las Culturas, tampoco.

La Historia se repite una y otra vez. La fuerza centrípeta de la fe mantiene atadas las Culturas al centro geométrico de las Creencias Ancestrales; cada Una tiene el suyo, y cuando en su rotación interfieren entre sí dos o más Culturas, el choque es brutal: unas se hunden, otras son abordadas; algunas juntan tripulaciones con ansias de supervivencia, y por un tiempo mantienen una engañosa "calma chicha". Al final unas pierden, otras ganan, y vuelta a empezar.

Las tres grandes Culturas Monoteístas, como derviches extasiados, están creando con su vertiginoso giro exponencial, un torbellino en cuyo centro se ha abierto un finísimo Agujero Negro que lo engulle todo: la Libertad, la Igualdad, la Fraternidad, las almas de todos los que estamos a su alcance, y las de aquellos pobres desdichados que, atraídos por la irresistible abducción del pozo sin fondo, acaban aplastados contra el filtro metálico de las fronteras adornadas de concertinas, o engullidos con sus "pateras" en el sumidero Oceánico.

El Océano que rodea Rotonda es inmenso, ¿por qué he de pasar el resto de mi existencia dándole vueltas a una isla desierta luchando contra la corriente para evitar que me haga desaparecer para siempre? 

Ha llegado el momento de apuntar proa hacia el horizonte.

Desplegar el velamen no sirve, el viento arremolinado impide escapar de los farallones rocosos de la Costumbre y la Comodidad, que nos encierran. Remar tampoco es la solución, casi nadie consigue vencer la corriente. 

La solución es ponerse alas y echar a volar, pero no como el malogrado Ícaro, si no como el previsor Dédalo, un vuelo lo suficientemente alto como para escapar del tornado, pero no tanto como para sufrir el efecto abrasador del Sol  

Hay que escapar volando, pero... ¿En qué dirección?

Israel, el Rey de Rotonda ha encontrado la suya.

Me lo dijo un momento antes de tomar su avión:

--Amigo Phineas, si la laberíntica espiral en la que nos encontramos tiene su salida en un Agujero Negro, para escapar hay que ir a la entrada, al principio del sendero ensortijado; hay que volver a la Madre, hay que regresar a ÁFRICA.

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