La Llama Eterna: Relato XLII -¡Rásquese hasta el hueso, Sergei!-

 Texto extraído íntegramente del programa de RNE: "Sinfonía de la Mañana", por Martín Llade.

El Compositor titubeó.

Lo intentó, pero ni siquiera podía sentirlos; debían estar entumecidos. En realidad, en los últimos tiempos, había dejado hasta de tocar el piano.

El Paciente meditó, y al tomar conciencia de que estaba padeciendo aquél eccema desde hacía meses, experimentó una comezón, que le devolvió a la naturaleza quebradiza de su envoltura humana. Sintió deseos de rascarse una vez más en las regiones afectadas de su piel; y al hacerlo, volvió a sentir sus enormes dedos materializándose en aquel vacío en el que se encontraba envuelto.

Se rascó hasta que sintió un profundo ardor. Se estaba dejando en carne viva el antebrazo.

La bruma comenzaba a disiparse. Sergei Vasilievich, ya no se encontraba dentro de la Sala de Conciertos; ni siquiera en la consulta del Doctor Dahl. Estaba en mitad del océano, en un pequeño islote apenas más grande que sus pies. Le dijo al Doctor lo que veía:


Sergei Rachmaninov, se desprendió del dolor, y lo lanzó al fondo del mar, donde se hundió sin dejar cicatrices en el agua. Comenzó a nadar con sus inmensas manos; llegaría a la costa, sí; podía hacerlo, porque, una vez más, se sentía con fuerzas para ello; y vaya que sí lo haría.

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