La Llama Eterna: Relato XXI –Y se rompió el hi…-

Texto extraído del programa de RNE "Sinfonía de la Mañana", por Martín Llade.

    Las funciones de Turandot de aquella temporada, constituyeron un éxito enorme, pese a lo cual, Rudolf Bing no dejó de observar que, últimamente, Corelli se salía del escenario durante el acto segundo cuando la Princesa China, cantaba el “In Questa Reggia”, y sólo regresaba al final de este número, a cantar su parte.

El Director del Metropolitan reflexionó:

Aquí sí que Corelli se defendió elegantemente:

El Tenor no daba crédito a lo que escuchaba:

¿Morderla? Pero eso iba a ser un suicidio. Y, ¿cómo se supone que debía hacerlo?

Dicho y hecho, llegó la última función. Cuando la música de Puccini se extinguía para dar paso a los fragmentos, malamente enhebrados por Alfano a partir de los bocetos del Maestro; se producía aquel dúo desmadejado en el que sólo era posible intuir ideas que, convenientemente desarrolladas, hubieran podido ser geniales.

Y llegó el momento del beso; y Franco Corelli, abrió su boca lo más que pudo, y fue a hendir su dentadura en el cuello de Birgit Nilsson. Los ojos, convenientemente maquillados, para parecer asiáticos de la Soprano, se abrieron con perplejidad, rasgando de furia el aire.

Sin separarse de él, Nilsson trató de separarse hundiendo la punta de sus zapatos de princesa en el tobillo; a pesar del puntapié, Corelli no soltó su presa, y apretó todavía más los dientes.

Nilsson masculló algo en sueco en su oído, que Corelli intuyó que sólo podía significar una cosa. La apretó entre sus brazos mientras ella agitaba con desesperación los suyos en el aire, dolorida. Finalmente, la Cantante, soltó un grito agudo, al lado del cual, su “In Questa Reggia” no era si no una pequeñez. No había duda: su hielo, se había roto.

El Público prorrumpió en aplausos de emoción; Corelli la soltó entonces, y se limpió de inmediato los labios, descubriendo en ellos unas gotas de sangre imperial. El Coro cantó el famoso tema del “Nessum Dorma”, y cayó el telón. El Público se extrañó mucho al ver que los intérpretes no salían a saludar.

Y le arrojó los zapatos a la cabeza; y luego, cuantos brazaletes y anillos llevaba su personaje; uno de ellos, alcanzó en la frente a Corelli, que rompió a sangrar copiosamente. El Coro, acabó por cogerlos, y meterlos a la fuerza en el escenario.

Pero no se pudo negar que aquel final de Acto, fue el más electrizante, ya no de aquella producción, si no de toda la historia de Turandot.

Unas semanas después, Rudolf Bing recibió un telegrama de Birgit Nilsson, comunicándole que estaba indispuesta, y que no podría representar el personaje en las funciones que habían programado en Cleveland. Bing la llamó por teléfono a su hotel, en Nueva York, y, tras mucho insistir, logró hablar con ella.

Lo veo muy complicado, querido Rudolf –replicó la Diva, al otro lado de la línea. Creo que me han contagiado la Rabia.

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