Jubilación de Don Francisco G.

Don Francisco G. se jubila. "Cosa de la edad" -dice contundente, pues es un hombre de palabras completas y justas. ¡Vamos! Las justas; ni una más. Cuando le vi por primera vez, con su ademán de ingeniero civil y maduro: las manos enlazadas a la espalda, o en los bolsillos de un pantalón de panilla marrón,  atenazando su cuaderno de campo entre el brazo y el costado, y con la cámara de fotos colgando sobre su chaqueta de gabardina color crema; no sé porqué, quizá porque completaba su indumentaria con una boina navarra bien acostumbrada a su cabeza, me trajo a la memoria a Pio Baroja, y que me perdone si le he incomodado con la comparación, pero la prosa de su dicción sosegada y concisa, reforzó mi impresión.

Antes de que otros me dieran datos del  alcance extraordinario de la carrera profesional de Don Francisco, ya me había dado cuenta de que tras este hombre modesto y accesible, se encontraba un ingeniero con mayúsculas, a quien, por respeto a su talla, siempre me ha costado llamarle Paco, como acostumbran con cariño cuantos le conocen, y a él no le importa. Don Francisco, le llamaba yo.

A pesar de su calma aparente, Paco es audaz; pertenece a esa élite exclusiva capaz de domar a la bestia más furiosa que habita nuestro planeta: el agua. ¿Que digo domarla? Domesticarla. Traerla mansa y bondadosa hasta nuestra casa, y liberarla tranquilos en una jarra.

--"La mejor agua para beber, la del grifo" -dijo un día, mientras comíamos en el Castillo de Gorraiz.

--¡Nada de agua salvaje, narcotizada, y cautiva en botellas! -añadí yo

Paco, que conoce la naturaleza de las cosas, sabe que la energía se esconde allí donde, regalada por el Sol, la ha dejado el agua; por eso defiende, con su antigua calculadora "hewlettpackard" en ristre si es necesario, que tanto calor puede darnos un kilo de paja, como diez litros de agua, ¿o era al revés? No sé; sólo hay que saber hacerlo, y él sabe. Allá donde ve brotar el agua, imagina una mini-central, o micro, si el recurso es escaso.

Nuestro compañero Paco es intrépido como el joven Zalacaín, ¿acaso no le habéis visto en operaciones de caballería aerotransportada, de un modo que os recordara aquella escena famosa de cine, donde los helicópteros volaban al son de la música de Wagner? El Pirineo bajo sus pies, es la hermosa Pirenne hacedora de manantiales.

Paco, también es un hombre sensible, capaz de ver poesía donde nosotros sólo vemos piedras y hormigón. ¿Quién no ha leído sus informes, sus reportajes, y su libro: "Centrales Hidroeléctricas y Presas del Alto Aragón"; del que guardo orgulloso un ejemplar dedicado? Rapsodia pura para los tecnólogos, en la que la métrica de sus descripciones, separadas por la elocuencia silenciosa de sus fotografías, se ajusta en estrofas propias de quien es capaz de describir mucho con pocas palabras. ¡Qué envidia! 

Don Francisco es un navarro, cuya "navarrez", bien podría servir de definición: ingenioso, aguerrido, sólido, constante, noble, montañero siempre joven, honesto y modesto. Ahora dice que va a dejar de trabajar, "--cosa de la edad" -afirma. Será porque lo piensa él, porque no lo aparenta. Habrá que creerle, pues, aunque con pocas palabras, es un hombre de palabra; y si alguna vez os ha dejado con la palabra en la boca, quizá fuera porque no era necesario decir nada más. Yo tampoco voy a hacerlo. Tan solo añado que ha sido todo honor trabajar con él.

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