Memorias de Quinin, II

Una vez, de mocete, reformando la casa de mis padres me atrapé dos dedos con una viga de hormigón y se me pusieron las uñas índice y corazón negras y me hacían "tras-tras". Tomé una aguja, la puse al rojo, y alivié la presión de la sangre. Evité que se me cayeran. Entonces no había internet, ni médicos en la familia. Lo había aprendido un año atrás de un primo segundo mío, nacido en Chaville-París, que se aplastó un dedo tratando de extraer una "pichilina" de una roca caliza en los montes de mi pueblo.

Las “Pichilinas”.
Así era como llamábamos en mi pueblo a unas piedrecicas mu majas, que resulta que eran fósiles de: ammonites, tebrerátulas y richonellas.

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