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Mostrando entradas de agosto, 2013

El Vagabundo II. -Israel-

Pasaron varios días sin que volviéramos a verle. Al principio aún lo nombrábamos cuando pasábamos paseando junto al banco donde le vimos la primera vez. Transcurridas un par de semanas, ambos convencimos nuestras conciencias asumiendo que habría vuelto a casa, que se había tratado de un experimento propio de un muchacho culto y bohemio, pero que ya estaría en su apartamento, quién sabe si de La Moraleja. Asunto zanjado. Dejar el trabajo para venir a Zaragoza a vivir como un indigente. Hay gente "pa tó". Como de costumbre, el primer sábado de mes, habíamos hecho limpieza de papeles: correo comercial, periódicos y revistas llenas de vicios y tonterías; libros no, aunque hay un par que ya han dormido durante unos días en el "saco" de los papeles "para tirar", aunque finalmente los he indultado. Uno de ellos no lo escribí yo, y el otro no lo escribió Sánchez Dragó. Estaba pues introduciendo los papeles en el contenedor Azul, cuando le vi emerger de entr

El Vagabundo I.

La vida nos rodea con unos límites sociológicos que definen el campo de batalla de nuestro ejercicio vital. Estos límites cambian con el tiempo; con frecuencia nos afanamos en ampliarlos con conquistas que no siempre conseguimos, incluso llegamos a perder terreno en amargas derrotas. A veces lo hacen espontáneamente, ora abriéndonos nuevos horizontes, ora limitando o impidiéndonos el acceso a espacios ya conocidos. Otras veces, las alteraciones resultan de la entrada o salida de actores nuevos, que suman o restan su espacio al nuestro: amig@s, espos@s, hij@s, novi@s, seres queridos que nos dejan. Excepcionalmente, aparecen personas que irrumpen en nuestras vidas de forma totalmente inesperada, incluso involuntaria y sin aportar nada a cambio, al menos aparentemente. Algo así nos viene ocurriendo a mi esposa y a mí desde hace unos meses. Comenzó a primeros de mayo, aún hacía frío; ya sabéis cuánto tardó en llegar esta primavera "otoñal" que hemos sufrido. Paseábamos por

Los Bandoleros del Siglo XXI (inspirado en la canción El Bandoler, de Lluis Llach

Ahora, en el siglo XXI, los bandoleros ya no parecen tan malvados, no asaltan carruajes y ya no clavan sádicos sus dagas oxidadas a el pecho de los viajeros desprevenidos. Se ocultan con semblantes amables e inocentes, tras atriles, mostrad ores, púlpitos y pantallas de plasma; desde donde siguen vaciando los bolsillos de los ciudadanos confiados. Parecen más civilizados, no disfrutan de la sangre brotando de sus víctimas, prefieren el silencio de sus bolsillos vacíos; eso sí, siguen sin mostrar piedad de sus desahuciados. ¿Les quedará a las víctimas el consuelo: de verlos condenados, arrodillados rezando delante de la Virgen del Carmen, pidiendo piedad? Ningú ho veurà (Nadie lo verá).

El Indio Ibérico

Ya nos falta menos para volver al Indio Ibérico. ¡Fuera el urbanismo romano! ¡A cascarla el derecho canónico! Olvidemos el misticismo post-visigodo, ni hablar de cultura árabe. ¡Qué puñetas fue eso del descubrimiento de América! ¡Abajo los nuevos ricos indianos! !Vivan Mandonio e Indívil! Un ejemplo: Nuestras carreteras comarcales. Cuando sean todas de tierra, serán mucho menos peligrosas. Es sarcasmo ¡Eh! Ya me parece estar viendo a los futuros indios rastreadores ibéricos, vestidos con taparrabos hechos de jirones de táctel, ornamentados con una raya blanca partiendo en dos su rostro, el pecho con listas rojigualdas; agachados entre los arbustos en busca de trazas de la antigua vía Almodense. El hijo le dice al padre en su lengua aborigen: -- Mira papaaïta, here pos veure Handiak Serp Blanca aztarna. A lo que el padre responde: -- Uzten ver, little Ikerjordi.

La Era de Acuario.

NOVAM AETATEM AQVARIVS Justo después de que la siniestra guadaña de Chronos segara el último instante de nuestra Era, Clio dio vuelta a la Clepsidra. La gran renovación de los tiempos ha llegado, la Era de Acuario ha comenzado. Feliz Nueva Era de Acuario

La boda (Dentro del Agua, 1996).

Al salir del hotel, justo antes de partir hacia su luna de miel, Ramón entregó a Andrea una cajita pequeña. Ella, bellísima, sonrió; seguramente por lo lamentablemente envuelta que estaba. La abrió deprisa. Dentro había un teléfono móvil muy usado, lo reconoció al instante, era el viejo móvil que Ramón hacía tiempo no usaba. — ¿Y, esto?   __ preguntó Andrea. — Esto es solo un símbolo, si alguna vez lo necesitáis no dudéis en llamarme, ya sabes, da igual la hora. — Gracias, papá. —   Que seáis muy felices ___ Andrea, a su lado, lloraba de alegría. ...

El viaje de vuelta a casa (1989).

Aquella fría y ventosa tarde de principios de marzo; Ramón, mientras conducía de vuelta casa, vio una bandada de aves que venían volando desde África. Luchaban contra el viento para conseguir suficiente altura y así remontar los Pirineos. Al verlas, reflexionó sobre la importancia que nos damos los seres humanos cuando repasamos nuestra historia, se nos hincha el pecho pensando en Aníbal, en Colón, en Napoleón y en tantas otras gestas épicas aunque con frecuencia dudosamente honrosas. Pensó que en ese mismo momento él podía estar presenciando una gesta que, por natural, no podía ser menos épica y desde luego mucho más honorable; cuyos personajes, podían estar expuestos a aventuras tan gloriosas como las de los propios humanos. Sin embargo, nadie hablaría jamás de ellos.

La resurrección de los muertos (1985).

Mientras, mirando de reojo al retrovisor, se deleitaba observando el reflejo incisivo del sol en sus nuevas gafas de sol, Ramón oyó la noticia en la radio y entonces comprendió que la profecía del Apocalipsis, aunque aún tardaría mucho tiempo, acabaría por hacerse realidad y los muertos saldrían de sus tumbas. Pero más que temor al fin de los días, lo que sintió fue una sensación de desprecio hacia esa gente, los mismos estúpidos de siempre, sólo que ahora sin religión ni creencias morales, estarían dispuestos a gastarse hasta el dinero que no tenían, para clonarse o clonar a cualquier ser querido o deseado, humano o no, de quién aún se pudiera recuperar suficiente masa genética, y así devolverlos de nuevo a la vida. ¡Por favor! sólo por pensarlo se le revolvían las tripas. Se imaginaba compartiendo de nuevo con aquellos a quien se suponía no volvería a ver ni en cielo, ni infierno, pues en estos no creía, por no hablar de aquellos para quienes la muerte había supuesto una auténtic

La Bandera (1987)

Una buena bandera, tirada en el suelo, es como una madre caída, hay que ayudar a izarla, aunque no sea la tuya.

Me voy y me quieren (1977).

Es tarde, demasiado tarde, demasiados pasos hacia delante. Siento como la última brisa me dice, sin su sonrisa, que no volverá a visitarme. Veo, desde mi féretro engalanado, como un perro asustado, que en el horizonte de la calle, ya ha cambiado su dulce talle por un retorcido temor, que en mí ha quebrado en olor. Y es el putrefacto olor que me empieza a rodearme, y si es mi cuerpo el difunto; ¿Por qué estuvo aquel perro a punto, de por mí una lágrima soltar?

Alzheimer.

Cuando falla la memoria, los recuerdos vuelan y se confunden entre las ramas de los árboles como gorriones asustados por la algarabía de unos niños jugando. ¿Servirá de algo enjaularlos entre los negros barrotes de las páginas de un libro?

Nuestros Hijos.

Nuestros hijos no nos pertenecen, son sólo los portadores anónimos de nuestro pasado. Debemos prepararlos para la Vida, despertar su consciencia y, llegado el momento, observarlos desde la distancia que ellos establezcan, disfrutando de sus éxitos, y siempre dispuestos a ayudarles cuando nos lo pidan.

Cuadernos de la infancia (2006).

..acaso esos cuadernos que escribimos cuando niños y que luego olvidamos, no quedan condenados a una espera que podría ser eterna; a que algún día los volvamos a leer. -- ¡Qué triste! Entonces, porque nos empeñamos en que nuestros hijos los escriban. -- Hace miles de años, aprendíamos a caminar dejando nuestras huellas sobre la arena, luego el viento, o el mar, las borraba, y a nadie le importaba; Tiempo después, ya erguidos, manchamos con nuestras manos ensangrentadas lo más profundo de las cuevas, con la esperanza de que sólo los dioses lo vieran. Especie dominante, conquistamos el mundo recorriendo montañas y selvas. Para pisotearlo todo, nos metimos en máquinas que se movían, para acabar caminando sólo por diversión. Del mismo modo, aprendimos a leer y a escribir para conquistar la sabiduría, pero también acabamos confiando el conocimiento a las máquinas. Pronto no será necesario aprender, el saber necesario nos vendrá dado en la impronta. Sólo los arqueólogos leerán. -- Qui

El Confitero.

Terminada su novela, el escritor, vació sobre su escritorio el cestillo lleno de palabras preciosas que había recolectado durante los seis últimos meses, lo que le trajo a la memoria que, como descuidó su huerto pues el oficio de inventar historias le había tenido muy ocupado, algunas las había tenido que hurtar en la calle y otras muchas, las había robado en las mejores almunias literarias.  Sin importarle más, y del mismo modo que un confitero reparte frutas glaseadas, guindas, moras y frambuesas por lo alto de un pastel, pasó el resto de la tarde salpicándolas por la superficie de su novela; así, donde antes puso poeta, ahora pone rapsoda, donde dijo médico ahora dice galeno, para decir superviviente dijo redivivo, para acalorado, vehemente,… … al final, creyendo que aún era mucho pastel para tan poca guirnalda, echó mano de la conserva, y paseando su dedo índice por un bote de la Real Academia , seguramente caducado, fue eligiendo chocolatinas tan empalagosas como inapropiadas

Megalomanía (1995).

La megalomanía es la manía de creerse uno a si mismo muy grande, mucho más de lo que realmente es; así, el niño maniático y temeroso, pasea descalzo por la orilla del mar y, abriendo sus ojitos azules, se funde con él, y siente que es grande, tan grande como el mar; por lo mismo, en su cumbre, el escalador, hinchando sus pulmones con el aire frío de la montaña y dejando caer su mirada hacia el horizonte, montaña se siente y es grande, tan grande como el mundo que tiene a sus pies.  El hombre querido, que habiendo alcanzado el cenit de su vida, observa desde la cristalina escalera que le conduce al cielo, a aquellos que quedaron atrás para rezarle, y se siente grande. Así yo, maniático y enamorado de ti hasta la muerte, a tu lado me siento GRANDE, tan grande como TÚ. 

Martha (1988).

Cariño, fija tu mirada en un punto cualquiera del cielo, en pleno día; si miras al sol brillante, su luz te cegará; si miras a la luna, su embrujo te dominará; si miras a las nubes, en ellas tus ojos se dormirán; pero, si tienes suerte, y miras al limpio y profundo cielo azul, tu mirada viajará lejos, y aunque caiga la noche no se enterará; así, un día de suerte, mis ojos se fijaron en los tuyos y de mirarlos nunca se cansarán. Dulce es el color de tu mirada. Frío el tacto de tus manos vacías. Negro es el sabor de tu ausencia. Rojo el de tus labios. Cálido el tacto de tus finos cabellos Salado el color de tus lágrimas secas. Azul el sabor de la brisa que eriza tu pelo, a la orilla del mar.

La Dama del agua (1978).

A ti, sola, soñada, cierta; a ti, mujer de mi puerta. A la tarde vivida, al momento inspirado, al recuerdo expulsado, a la letra sentida, al párrafo borrado; censurado, no escuchado. !Que no se enteren!, que si pueden, me hieren. Que no sepan lo que te he anhelado. Que sólo tú; tú, mi Dama conocida; tú, entre mil elegida, seas la luz que me guía. PhineasTheron (23_nov_1978)

El bosque de las tinieblas y el undécimo hombre (versión reducida).

   Una vez, hace muchos, muchos años, íbamos diez en expedición por un bosque del Pirineo Oscense, cerca de Alins-Azanuy. El bosque recubría la media ladera de un barranco fluvial que, poco a poco, se iba estrechando. Llegados al pie de un gran macizo rocoso, donde nunca entraba la LUZ, el bosque se volvió oscuro y neblinoso: tenebroso, muy tenebroso, os lo juro. Yo comandaba la expedición. Teníamos que regresar hasta el vivac que habíamos montado la noche anterior en las afueras de Las Paules. Tan aterrador se volvió el bosque que me pareció un buen motivo para poner en práctica una técnica militar: mientras se avanza en fila "india" por un pantano oscuro y peligroso, ir numerando el pelotón de cabeza a cola: uno, dos, tres.... diez y luego viceversa de cola a cabeza: uno, dos, tres... mi predecesor, el sargento Leza, el nueve y yo, el Alférez Theron, el diez. El bosque se volvió tan extraño que, sumergidos en su vaho lúgubre, no había más vida que nosotros y multitud de ho

Bossa Nova.

Nació en Ipanema, una mañana de un día como hoy de 1956. Bossa Nova no fue alumbrada, fue la Luz misma que irrumpió violenta en la oscura estancia del  Baronneti’s Club , al abrir puertas y ventanas para ventilar sus paredes aterciopeladas de su impregnación a éxtasis erótico, tabaco y náusea etílica.  Había sido una noche aciaga y negra. La luna, ausente, no había acudido a mecerse desnuda desdibujándose en las aguas poco profundas de Ipanema, ni en las de Copacabana. Después de varias horas de Samba y Cachaça, los habitantes de la oscuridad, se habían guarecido taciturnos, ocultándose en los reservados purpúreos y neblinosos del club; sólo la agitación y el sudoroso brillo de sus cuerpos semidesnudos, delataba su presencia. Bossa Nova vino con el Sol y no lo hizo de cara, sino a traición, por las puertas traseras del Club, pues en Río amanece tarde y desde las montañas. Los últimos clientes dormían sobre los senos hinchados de jovencitas cariocas, que aprovechaban para desay

La Peña Montañesa.

Dice el romance del loco, que fue un visionario, que duerme la joven pastora, su sueño milenario. Sábanas de nieve sobre su cuerpo lozano, al río se fueron en cuanto llegó el verano, y cúbrenlo ahora las nubes, de la mirada del villano, hasta que un príncipe Cheso, la despierte de un beso, en la mano.

Dolores.

Hoy se cumplen diez años del fallecimiento de madre, Dolores: una infancia en guerra, veinte años con el reloj social girando al revés, cuatro décadas de sumisión y trabajo duro, aquí y en el extranjero. Dos hijos bien criados, una jubilación merecida pero efímera, truncada por la enfermedad y once años postrada en la cama; en coma vegetativo. Una tragedia vaticinada por su nombre. Oración: Qué gran abuela se perdieron mis hijos. ¡¡Redios!!

Nino Bravo. In memoriam

Murió el hombre, su voz no morirá jamás. Aunque cierren todos los Karaokes, se acabe la electricidad y se gasten todas las pilas, mientras haya un hombre a quien le guste cantar, tenga voz y cuente con la protección acústica de una ducha de agua, oiremos a Nino, o algo parecido. Su espíritu permanecerá.

Agua, III: Agua para todos.

Si se hace racionalmente, en el camino del agua hay lugar para casi todo; en orden: esquí, pesca, producción hidroeléctrica, boca, riego, vela, rafting, piscifactoría, ganadería, otro riego, industria, ocio, más riego... Eso sí: todos toman, todos pagan; por consumo y proporcionalmente al beneficio obtenido; y ninguno ensucia ni malgasta. Quien consume tiene preferencia sobre quien no lo hace, pues se entiende que consumir agua es esencial para él (boca, ganadería, agricultura e industria, por este orden) Hay una cantidad que es propiedad de la Naturaleza, se trata del caudal ecológico o de mantenimiento del ecosistema. Calcular este caudal en cada tramo es posible y es una obligación responsabilidad de los técnicos competentes, escuchando a todos los partícipes; para eso están las Confederaciones Hidrográficas. Saludos septentrionales.

Relatividad.

Tras el cristal de su realidad, observa inmóvil el pasajero estoico cómo el mundo que le rodea se disuelve en la bruma viscosa de sus sueños y se reconstruye cada vez que su mirada regresa del infinito interior de sus pensamientos. Nada se mueve, sólo el tiempo. No hay viaje, sólo cambio metafísico.

Graffiti.

Algunos encuentran en los rincones de nuestra cotidianidad, el vacío perfecto donde perpetuar sus sueños. Pobres ingenuos, no saben que nuestra cotidianidad es tan efímera como sus mejores sueños.

Otón.

Es mucho más justo morir uno por todos que todos por uno. Hace unos días, comiendo con un buen amigo, común a muchos de nosotros, (si quiere que se manifieste :) ), me comentó un hecho histórico que yo desconocía; no porque ese día no asistiera a clase de historia, si no porque carezco de la formación histórica necesaria.  Se trataba del efímero (tres meses) emperador romano, Otón; que tiene a gala haber sido protagonista de un hecho apenas emulado (acaso por uno de Santiago de Chile y por otro de Belén, aunque de éste no lo tengo muy claro). Otón sacrificó su vida para evitar la muerte de muchos en una batalla iniciada por él mismo y que no necesariamente daba por perdida.  Llevo dos semanas dándole vueltas a la gesta de éste romano, y me pregunto si, por el bien de ya no de muchos si no de casi todos, no es el momento de que alguno(s) de los que nos han llevado a este debacle socio-económico se sacrifique, dejando de la voluntad o de la conciencia de otros, la decisión de acompañarl

Agua, II: Aquademia.

Hay aspectos de la cultura humana que precisan de una atención especial, tal era el caso de la seguridad laboral que, ante la sangría de accidentes de trabajo, hizo necesaria una legislación penal de urgencia para los responsables y una formación tardía, intensiva y recurrente de todos los trabajadores, hasta conseguir una reducción drástica de los accidentes de trabajo. La Cultura de Seguridad todavía no es asignatura troncal en la educación primaria, así nos va aún. Pero, a lo que iba, ¿y la Cultura del Agua? ¿Como andamos de ésta? Mal. La urbanización de la Sociedad nos ha separado de la preocupación por el agua y nos ha convencido de que es un producto de consumo que otros fabrican y nos ponen en casa a un precio asequible, pero cada vez más ligado a los caprichos liberales de modo que, algún día, no todos tendremos capacidad de adquirir agua de calidad. ¡Pues no señor! Agua potable para beber, aire limpio para respirar y el suelo firme donde pisar, son derechos inalienables de t

El Tesoro de Puerta Cinegia.

Hace años, tomaba a diario el autobús en la Plaza de España, frente al espacio vacío, demolido y cercado, donde ahora se encuentra el centro comercial Puerta Cinegia.  Mientras aguardaba a que llegase el urbano, observaba de reojo algo que durante un tiempo me hizo soñar despierto: se trataba de una caja fuerte empotrada en uno de los muros descarnados que delimitaban el solar en obras citado; antes, tabique norte de un tercer piso, aún recubierto por jirones medio despegados de un papel pintado, horroroso. Lo que más me intrigaba era que, a pesar de que hacía meses que los obreros habían derribado los pisos, la caja permanecía cerrada. Qué honrados los obreros pensaba. Seguro que está vacía, me decía a mi mismo; pero…, y si unos por otros, nadie intentó abrirla; ahora, a esa altura ya nadie llega. ¿Qué tendrá dentro? Seguramente documentos de algún comerciante de ultramarinos finos (¡Cómo me gusta esta palabra!) de los que había en el Coso. Quién sabe si dinero antiguo. De regreso a

El Creador, I

Alguien dijo que el Creador hizo al hombre con el único propósito de que le compusiera música. Así que guardo la esperanza de que las mejores melodías aún están por escribirse. Así pues, continuará...

Mi abuelo, I

Mi abuelo estuvo en Argeles Sur Mer, pero pudo volver. Dos paisanos suyos no tuvieron suerte, todo porque uno era mudo (sordo) y su hermano no lo abandonó; y eso que estaba casado (eso es fraternidad). Los franceses los entregaron a los nazis y terminaron sus días en Ausbiss o como quiera que se llame el pueblucho aquél. Mi abuelo había dejado tres hijas, y decidió volver. Curiosamente lo emplearon para trabajos forzados en las ruinas de Ampurias.  Sonrió a veces, que yo lo vi, pero nunca volvió a reír.

La Señora de Susín.

Nuevo en la Comarca, la semana pasada, mientras volvía de Sallent en compañía del emérito ex-alcalde de Senegüe, éste me comentó sobre esta Señora de quien yo no tenía noticia, y me gustó mucho su relato vital: el de una mujer inteligente, sensible, valiente y querida; que no sé, si por voluntad propia, pero con la misma determinación de quien funda un pueblo nuevo, había decidido ser su última moradora. Intrigado, desde la carretera de Biescas, busqué entre el bosque nevado las pocas casas que aún se ven de Susín, con la ingenua esperanza de verla en la distancia.  ---Un día iremos a que la conozcas --me prometió José Ángel.  Ahora sé que no será posible, y siento su ausencia como quien se ve obligado a leer la última página de un relato fabuloso, antes de comenzar a leerlo.  D.E.P. Señora de Susín.

Memorias de Quinin, II

Una vez, de mocete, reformando la casa de mis padres me atrapé dos dedos con una viga de hormigón y se me pusieron las uñas índice y corazón negras y me hacían "tras-tras". Tomé una aguja, la puse al rojo, y alivié la presión de la sangre. Evité que se me cayeran. Entonces no había internet, ni médicos en la familia. Lo había aprendido un año atrás de un primo segundo mío, nacido en Chaville-París, que se aplastó un dedo tratando de extraer una "pichilina" de una roca caliza en los montes de mi pueblo. Las “Pichilinas” . Así era como llamábamos en mi pueblo a unas piedrecicas mu majas, que resulta que eran fósiles de: ammonites, tebrerátulas y richonellas.

Memorias de Quinin, I

Cuando era niño, teníamos una estufa en el centro de la clase y la preparábamos por turnos cada día. Una vez, no recuerdo como, a un paisano se le ocurrió (él ya sabría algo) traer trozos de pezuña de la herrería y los metió entre el carbón. El olor fue tan nauseabundo que hubo que desalojar. Compartí el castigo por colaborar en lo que pensaba era un experimento temprano de bio-combustible.

Agua, I

Qué tiene el agua dentro que sirve para todo. Una gota de agua puede parecer poca cosa, pero con ella se puede: formar una gota de lluvia, un copo de nieve, dar brillo a nuestros ojos, demostrar que te has emocionado, que estás triste; desbordar un vaso, un borrón, un cortocircuito; hacer barro que será piedra, pintar un sol con acuarela, escribir un nombre con tinta; puede albergar el veneno mortal, la semilla de la vida; ser la baba de un niño o la de su abuelo; en ella crecen los microbios y nadan rojos los obreros de construyen nuestro cuerpo.

El pozo de mi abuelo.

Uno de mis mejores recuerdos de la infancia, el pozo en el huerto de mi abuelo: antiguo, redondo, profundo, negro, fraguado. La soga, la garrucha, el caldero de zinc, la higuera oportunista que impedía que el sol se mirase dentro y que, sin la mano dura de mi abuelo muerto, creció tanto a su lado que acabó por estrangularlo desmoronando sus paredes de mampostería rústica.  Aún recuerdo el descenso telúrico e impaciente del cubo metálico caliente y sediento, su sonido refrescante al chocar con el agua, la tensión de la cuerda en su negativa para subir de nuevo, su peso imposible para mis brazos de niño, su ascenso perezoso y reticente, el reposo al dejarlo, ya lleno, sobre la losa, el color invisible del agua derramada sobre la pila grande de piedra; su frescura, ideal para las gaseosas "de sobre" en las tardes de agosto.  Crecí mirando al cielo y rogando para que lloviera, o que llegara el canal prometido; desilusionado, viajé a lugares más húmedos; lo logré. He visto ríos,

La doncella Bohemia.

Aniquilada su belleza por la celosa inquina de un incapaz despechado, juró una doncella bohemia volver a mostrarse divina. Erró siglos desnuda entre álamos desfigurados, buscó que los pastores la vieran vagando por los prados; siguió con pasos de escarcha a labradores fatigados y a la luz de la luna, vestida de bruma, bailó con los soldados. Al fin, una mañana de mayo, aún no se cumplen cien años, cayó la semilla del árbol sobre su corazón parado. Nació torcida la ira del espíritu ultrajado; mas, como ánade en nido extraño, creció bella y lozana para encanto del profano. Hízose pues justicia para los ojos del enamorado. Decidme Señor dónde se encuentra ese árbol torneado, que en sus raíces de algodón, duerme a un corazón asesinado .

Mediocridad Ibérica.

Con el debido respeto a quienes sostienen que somos mediocres, yo no opino que la familia de pueblos ibéricos, actualmente denominada España, sea un país mediocre.  La mediocridad es un síntoma. Como las pústulas en un cuerpo enfermo, desagradables y dolorosas, son el resultado evidente de millones de células que luchan infatigablemente por salvar al cuerpo, como la fiebre que obnubila la razón y nos hace sentir desgobernados, lo que nos ocurre en este territorio nuestro, es que nos vienen inoculando enfermedades morales, desde fuera y desde hace tiempo, para las que el ser humano, en general, es más sensible: la envidia y la codicia.  Sólo sociedades enfermas de envidia y codicia pueden contagiar algo así.  La codicia nos la vienen estimulando en hospicios y aulas desde principios del siglo XIX, con el monopolio en la educación desde lo que queda del antiguo, pero no extinto, Imperio Romano, ocupado y "zombificado" por una ideología ancestral y pastoril, que viene sustituye

El Reyno del Boilgues.

Ramón llevaba un buen rato decidiendo si enviaba el informe de seguridad o si, por el contrario, se limitaba a hacer lo mismo que sus dos o tres antecesores, es decir: nada. El informe suponía solicitar la tala de un árbol octogenario, un magnífico ejemplar de   pinus nigra   de unos veinte metros de altura, que rivalizaba en vigor y rectitud con una sabina albar, vecina. Desde luego, este matrimonio vegetal era el más hermoso del contorno; tanto, que con una ligera licencia literaria: bien podrían considerarse como la pareja regente del recóndito reino vegetal del valle de río Boilgues. El caso es que, en su medrar lozano, el rey-árbol del Reyno de Boilgues, había terminado por romper el muro de piedra seca que contenía la terraza donde había crecido el matrimonio, derribándole y quedándose con la mitad de sus raíces al aire. Plantado cuando apenas era más grueso que un cayado de pastor, por los mismos obreros que explanaron el solar donde, hace ochenta y ocho años, construyeron